Falla en el infierno

32.- Promete no dejarme

Apenas entraron a la habitación, la tensión subió aún más. Alexis quiso levantarse de la silla, pero Adrián la tomó de ambos brazos impidiéndoselo. La mirada fría y oscura de aquel hombre se quedó fijo en sus ojos como si quisiera devorársela, y la sensación es tan fuerte que por más que Alexis ha querido mantenerse segura, por lo menos en el exterior, tuvo que tragar saliva con amargura. Y eso él lo notó, para su satisfacción.

Adrián no puede dejar de pensar en la mirada obsesiva del general en el joven Caudillo, lo mira con un éxtasis atemorizante y que le asquea. Es clara la tensión del general hacia aquella policía. Y si hasta ahora no le ha puesto una mano encima es porque es padre de familia y heterosexual según sabe. Por lo que, para su jefe, Alexis vendría siendo como una pintura hermosa, inalcanzable, y que solo le queda conformarse con contemplarla. Pero si se enterase que es mujer ¿Se mantendría aun así alejado de ella?

Tiembla al pensarlo, y se inclina frente a ella rodeándola por la cintura con sus brazos y apoyando su cabeza en sus piernas, sin mirarla, en silencio. Esta actitud sorprendió a Alexis que no supo cómo debía reaccionar.

Adrián parece vulnerable. Alexis alza su mano y titubea antes de atreverse a acariciarle la cabeza, no dice palabra alguna porque no entiende lo que pasa. Si él la odia tanto ¿Por qué arriesgó su carrera por salvarla? E incluso se apoya de esa forma en ella, como un niño en busca de cariño.

Adrián guardó silencio. Entrecierra los ojos y parece disfrutar el cariño de su joven señor, le recuerda cuando eran aun unos niños y solía confortarlo de esa forma, acariciando su cabello hasta que se durmiera. Quisiera tanto volver a esos tiempos... pero no se puede ¡Es imposible! Su Alexis le mintió... no solo con la ayuda prometida para salvar a su padre y que mientras agonizaba se iba de viaje burlándose de su confianza, sino que además nunca le confesó que era una mujer. Siempre creyó que entre los dos existía una complicidad única y especial, y él hubiera entendido. Pero ella nunca, en realidad, confió en él.

Levantó su mano con brusquedad tomando la muñeca de Alexis para que dejara de acariciarlo, pero se quedó atrapado en sus ojos y la expresión confusa de la joven mujer. No tuvo palabras y se acercó a ella soltando su muñeca y deslizando su mano por su mejilla ante el semblante desconcertado de Alexis que no entiende la razón de su repentina caricia.

Alexis no puede entenderlo, a veces la mira con rencor y otras, desesperado, es como si le suplicara cariño y a la vez no quiere que lo toque.

—¿Qué eres tú? ¿Un ángel o un demonio? —musitó Adrián dolido sin alejar su mano de su mejilla—. Quiero odiarte y no puedo, quiero hacerte desaparecer, pero no quiero que te alejes de mí. Quisiera no verte nunca, pero a la vez quisiera encerrarte y que solo existas para mí.

—No entiendo que me quieres... decir... —respondió Alexis, pero calló cuando Adrián deslizó su pulgar hacia sus labios acariciándolos.

—Tu mirada a veces luce tan inocente, asustada, dulce, y otras veces es tan altanera, orgullosa, despectiva. ¿Quién es la verdadera Alexis? ¿La luz de mi vida, pura y frágil? ¿O la oscuridad del abismo, cruel y frio? —le dijo acercando su rostro—. Siento que la razón desvaría en mi cabeza ante tu esencia.

El corazón de Alexis se aceleró ante la cercanía, puede sentir hasta su respiración chocar con la suya. Sonrió a la fuerza colocando su mano sobre la mano que Adrián aún mantiene en su mejilla, debe manejar la situación cuanto antes.

—Luces cansado ¿No quieres dormir? Puedes usar mi cama yo me...

Alexis no pudo terminar sus palabras cuando Adrián se colocó de pie y la alzó en sus brazos sacándola de la silla de ruedas para llevarla a la cama. Desconcertada su corazón se aceleró aún más. No puede ser acaso... ¿Quiere hacerle eso? ¿Ahora? ¿Aquí en el hospital militar? Su cuerpo además no se ha recuperado por lo que no está en condiciones de hacer algo así.

—Es muy audaz de su parte, Caudillo segundo en invitarme a su cama —le susurró Adrián al oído al acostarla. Sonrió con malicia.

Alexis se giró de inmediato hacia él cuando lo sintió acostarse a su lado y rodearla con su brazo por la cintura. Quiere explicarle que esa no es fue su intención, que la ha malinterpretado, pero al detenerse en sus ojos se dio cuenta que los tiene cerrado.

—Gracias —musitó Adrián—. Solo dormiré un poco no quiero molestarte.

Lo quedó mirando dándose cuenta de que no tiene malas intenciones y no supo si eso la aliviaba o la desilusionaba. Pero al final solo sonrió de forma cariñosa. Verlo así, con los ojos cerrados, sin ese ceño arrugado y esa mirada fría, es como ver a ese Adrián joven y feliz de antes. Apoyó su frente en la suya.

—Está bien... descansa —le dijo mientras él soltaba su cintura y ella le daba la espalda.

Adrián al darse cuenta de que Alexis se ha alejado un poco de su lado para dormir, abrió sus ojos viendo su espalda y delgada cintura y su cabello largo y desparramado. Tragó saliva, si su cuerpo no hubiera reaccionado a su contacto, si su entrepierna no se hubiera emocionado solo por tomar su cintura en la cama y más cuando Alexis junto su frente a la suya, se hubiera dormido abrazándola.

Entrecerró los ojos, pero su mirada ardiente siguió durante varios minutos observando esas curvas redondeadas que por la poca ropa y posición se exponen tentadoras a sus ojos, es claro que es una mujer al verla de esa forma. Luego cerró sus ojos y se durmió.

—Listo, se durmió, estas a salvo —le dijo el demonio a Alexis apareciendo repentinamente.

Aquella suspiró molesta sentándose en la cama.

—No sigas con eso —masculló molesta.

—Te miraba con unos ojos libidinosos —exclamó el íncubo defendiéndose—. Parecía un tigre feroz y hambriento acechando a un inocente y puro conejo gris...

—¿Por qué no blanco? —cruzó los brazos ofendida.




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