Falla en el infierno

55. Las puertas del cielo

El grito desolado de Adrián fue tan doloroso que ninguno de los presentes pudo aguantarlo. Lloraron en silencio viendo como aquel sostiene entre sus brazos el cuerpo sin vida de Alexis, meciéndolo como si con eso el dolor se va a ir, y ella fuese a despertar.

Detrás suyo, sin que puedan verla, el alma de Alexis mira la escena sobrecogida, sin decir palabra alguna, con los ojos enrojecidos. Su pecho se agita, y sin resistirlo más cae de rodillas llorando tan desesperada como Adrián.

—Vamos, Alexis... lo has logrado. Está dispuesto a cumplir su promesa, no se volverá un criminal —dijo el demonio, aunque sabe que eso no la va a confortar como espera—. El inframundo nos espera.

—No —dijo una voz y una luminosidad los encegueció a ambos sacándolos de esa escena.

Un hombre alto, de largos cabellos claros se hizo presente. El demonio al reconocerlo carraspeó molesto colocándose delante de Alexis quien mira al vació aun sin reaccionar.

—Ya hizo su parte, ahora León déjala en paz, ahí tienes a tu elegido del cielo, triste, llorando, desolado, pero sin ser un asesino, ya lo tienen ¿Es lo que querían o no? —reclamó extendiendo su brazo protegiendo a Alexis.

Aquel, al que llamó León, sonrió con suavidad, de forma tan angelical que casi es perturbadora.

—También la queremos a ella —le respondió el hombre acercándose a Alexis y moviendo con suavidad al demonio que lo contempla descolocado sin entender lo que ha dicho—. Sacrificarse por otro abre las puertas del cielo incluso a los descendientes del dios del inframundo.

Alexis sonrió con sarcasmo.

—Solo lo hice porque sabía que no me quedaba tiempo —le respondió sin mirarlo y sin poder ocultar la tristeza de su rostro.

León sonrió moviendo la cabeza. Sabe que eso no es cierto.

—No es eso lo que pensaste en ese momento, solo pensabas salvar a la persona que amabas —respondió tomándola de la mano y haciéndola que se ponga de pie—, es hora de irnos.

Pero no dio un paso, con la cabeza baja solo alzó sus ojos ante el guardián del cielo.

—A cambio de ir al cielo ¿Puedo decidir volver a la vida? —le preguntó.

León dejo de sonreír, nunca nadie hasta ahora había desaprovechado la oportunidad de ir al cielo. Movió la cabeza a los lados. Lo que está pidiendo es totalmente absurdo ¿Quiere volver a la vida? ¿Está despreciando la entrada al cielo por volver a una vida terrenal?

—Por compasión no lo permitiría, tu vida acababa en ese momento, sea las circunstancias que tengas para hacer esa petición el hilo que te sostenía tenía que ser cortado hoy —su rostro se tensó—. Si quieres volver no vas a vivir como antes, tu condición será deplorable, tu cuerpo está muy dañado, con suerte podrás caminar, ya no tendrás tu aura sagrada por lo que nunca podrás volver a manejar tu espada en esta vida ¿Quieres una vida así?

—Él me necesita... —musitó—, yo lo necesito.

Dijo esto último con más seguridad.

—Y no me importa si esos años deba permanecer toda mi vida en cama, sin poder caminar, sin poder moverme como antes, no puedo dejarlo de esta forma. Tengo que llenar su vida de bonitos recuerdos que lo ayuden a seguir cuando no esté a su lado. Adrián ya ha sufrido demasiado, déjame por lo menos darle diez años de felicidad, poder despedirme adecuadamente, prepararlo para esa despedida no tener que irme de esa forma... es demasiado... cruel ¿Eres uno de los guardianes del cielo? ¿No puedes darme eso como regalo en vez de las puertas del cielo?

—Estas desdeñando tu última oportunidad de entrar al cielo, no seas tonta —dijo León endureciendo su mirada con fiereza y tomándola de ambos hombros.

—Soy una hija de Hades, no me da miedo que mi alma se vaya al infierno —respondió Alexis sonriendo.

León se quedó en silencio, no solo él se opone a esto, el resto de los dioses que lo han escuchado también. Pero la risa de dos mujeres interrumpió su comunicación con los otros dioses para ver aparecer a las gemelas endemoniadas entrar a su propio terreno.

Ambas mujeres jóvenes de vestimentas blancas y largos cabellos de color plata se hicieron presente en aquel lugar protegido por los dioses. No es usual que demonios puedan penetrar esas barreras, pero ellas no son demonios cualquiera.

—Vaya León ¿Por qué le mientes de esa forma? Eres un guardián del cielo, deberías ser compasivo —señaló Kail, la gemela con la mirada maliciosa.

—Una petición como esa formara una unión dorada que ustedes los del cielo no aprueban. El nacimiento de un ser que no estaba escrito en ninguno de los libros sagrados, un descendiente del infierno y un elegido de los cielos ¡Que infamia! —ironizó Bayet, la gemela con la mirada compasiva.

—No se metan en esto —refutó León amenazante colocando su mano en la empuñadura de su espada.

—Eres un semi dios del mismo nivel nuestro y somos dos contra uno —Kail sonrió con malicia emocionada por pelear.

Pero Bayet se puso en medio de ambos, dirigiéndoles una mirada de desapruebo, no han venido para tener pelea alguna, al verla, su hermana menor carraspeó molesta. Alzó su mano derecha dejando ver una pequeña luz que giró alrededor de ella para luego girar alrededor de Alexis que la contempla sin entender que significa.

—Él también quiere vivir —musitó Bayet sonriendo.

—¿Él? —preguntó Alexis juntando ambas manos para sostener la pequeña luz. No pudo evitar enternecerse al darse cuenta de quien es—. Hijo mío, siento tanto no haberte protegido.

—No será fácil así que debes estar firme en esta decisión —le dijo Kail arrugando el ceño—. Eliges vivir en un cuerpo que no está apto a cambio de la entrada al cielo.

—Al elegir esto vas a formar un lazo dorado con el alma de tu amante, la felicidad que esta vida no les dará se las dará la otra, juntos, como una eterna pareja —la animó Bayet.

—Acepto —dijo Alexis con firmeza.

—Jamás podrás entrar al cielo, te lo advierto —amenazó León con los brazos cruzados.




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