Fallen City

Capítulo 2

El aparato de televisión, que era todavía nuevo y tenía el tamaño de una pequeña caja fuerte, emitía una transmisión de emergencia de la que se hacían eco todos los canales.

—«…para ello, el gobierno acaba de solicitar al Congreso de los Diputados la autorización
para declarar el estado de emergencia. Repito, estado de emergencia. El Congreso, reunido en estos momentos para debatir la solicitud, podrá aprobar en sus propios términos introducir modificaciones en la misma. De obtener la autorización, procederá a hacer la declaración de manera oficial, acordando para ello en el Consejo de Ministros un decreto con el contenido autorizado por el Congreso de Diputados».

Kyle apagó la televisión y lanzó el control a un lado. 

Hacía tres días que todo había comenzado. 

Tres días desde que estaba encerrado en su casa con la poca comida que le quedaba. 

Se asomó por la ventana, todo lo que veía eran personas, o lo que antes fueron personas. La noche anterior había escuchado gritos y había corrido a asomarse con la esperanza de que hubiera más supervivientes, pero lo que vio lo hizo temblar de miedo: tres de aquellos monstruos se abalanzaron sobre una mujer y una niña, atacándolas sin piedad alguna. Poco a poco los gritos ensordecedores y llenos de terror fueron bajando hasta quedar el silencio nuevamente, después, al volver a asomarse, ya no había rastros de humanidad en ellas. Lo que antes fue una madre y su hija ahora caminaban de manera extraña generando sonidos aún más extraños y guturales desde sus gargantas.

Negó retrocediendo, buscando alejar aquella imagen de su mente. 

Revisó en su refrigerador, no quedaba ni una botella de agua, ni de las pequeñas ni de las grandes. ¡Ninguna! La visión de las enormes baldas blancas desprovistas de contenido lo había dejado perplejo. ¿Cómo era posible que en una situación de emergencia como aquélla no tuviera agua? ¡por el amor de Dios! Y no pensaba pagarlas, por supuesto; casi nadie lo estaba haciendo. Lo había visto el día anterior en las noticias, las personas solo habían entrado como desquiciadas a las tiendas y corrían con carritos llenos de comida, y papel higiénico, toneladas de papel higiénico, el mundo se estaba acabando y las personas se preocupaban por limpiarse el culo más que por tener agua. 

Quizás él debería hacer eso, buscar agua, no limpiarse el culo. Sabía que no podía quedarse ahí mucho tiempo, para empezar, el silencio a su alrededor lo molestaba y aún no sabía nada de su padre. Jamás antes se había preocupado por él, y no está seguro si está preocupado realmente por su padre o por su propia supervivencia. Un nuevo grito de la parte de abajo lo hizo asomarse por la ventana. Un chico corría dejando una catarata de sangre a su paso, pero no, no era su maldito problema, su problema era que no tenía suficiente agua. Y no está seguro que los grifos de agua siguieran suministrando agua potable. De hecho, la luz también comenzaba a ser un problema. Al menos aún tenía internet y podía leer lo que ponían las personas en línea. 

Pero nada era alentador. 

Kyle volvió a pensar en el agua. El agua era importante.

Había visto en la tele que una persona podía aguantar varios días sin comer, ¡hasta quince!,
pero que sin agua te apagas como una puñetera vela. Te arrugas. Te deshidratas. ¿Qué pasaba con el agua? Lo único claro que tenía era que no había agua, y no pensaba salir a buscarla y exponerse a ser atacado por esas cosas. Ante eso, la idea que gritaba en su mente es que, si tenía que morir por deshidratación o a mordidas por aquellas criaturas, entonces prefería acabar el mismo con todo, bajo sus propios términos. 

Fue hasta la habitación y cogió su navaja mientras se iba convenciendo mentalmente de que morir deshidratado, decían, era una manera muy dolorosa de sucumbir, o convertirse en un zombie que come personas, no era un escenario realmente alentador. Después de todo Kyle jamás ha sido gran entusiasta de su propia vida, así que ¿Qué más daba? Si de igual forma todo estaba jodido. Colocó la punta de la navaja cerca de su cuello, sería rápido, solo cortar la carótida y todo habría terminado. Pero entonces otro nuevo grito lo hizo dejar sus ideas de momento, un grito agudo, chillante y con palabras mezcladas de “auxilio” entre ellas. ¡Era una niña joder! Kyle cerró los ojos con fuerza, su mano comenzó a temblar y su quijada a doler por la fuerza empleada al apretarla. 

Justo cuando iba a darse vuelta vio algo, una silueta en el edificio de enfrente ¿Otro humano? Se asomó un poco más hasta la terraza para ver mejor. Era una chica. Ella al igual que él parecía ver la escena. 

No podía creerlo, había alguien más. Movió sus manos tratando de llamarla, parecía que ella movía sus labios. Kyle trató de entender lo que decía, ella lo señalaba y con lenta y notoria gesticulación de labios le decía algo.

Lo peor es que parecía que se estaba riendo de él. 

Ahora ¿Cómo se comunicaba con ella? ¡Qué más daba! 

Estaba feliz de ver otra persona con vida. 

.
.
.

Chloe nunca había sido alguien de muchas actividades antes de que el mundo se fuera de cabeza.

Normalmente se la pasaba en su cuarto evitando lo más posible a su madre y su nuevo esposo. Cuando ella tenía dos años, su padre se divorció y simplemente se fue… o se fue y luego se divorciaron, no está segura del orden.  A pesar de eso, Chloe todavía se aferraba a una buena imagen de su padre principalmente debido a las muchas tarjetas de cumpleaños que había recibido de él en cada cumpleaños. Ella estaba segura que si él se había ido era por culpa de su madre, haciendo que su relación madre-hija se deteriorara. Aquello no era una estira y afloja, era un afloja y no molestes. Chloe procuraba solo soportar. Soportar al principio sus llantos de mujer abandonada. Luego, sus llantos donde siempre era la víctima y ella terminaría culpándola de cualquier situación. Después vino aquella etapa donde era todo sonrisas y pajaritos silbando y revoloteando a su alrededor cual película infantil, cuando conoció a su actual esposo, Jake. Jacob, Jake como Olivia lo llamaba, era algunos años más joven, de aparente buen ver y con dinero suficiente como para hacerla olvidar al ex que la abandonó. Pero Chloe solo lo odiaba. En varias ocasiones detectó como la miraba, incluso le sugirió una talla más grande de sujetadores porque le dijo que tenía los pechos más grandes. Y si, ella tuvo ganas de golpearlo aún más cuando su madre le dijo estaba exagerando y mal interpretando todo al grado de que era ella quien tenía la culpa. Así que si, mientras más alejada estuviera de esa casa, Olivia, Jake y sus medios hermanos gemelos recién nacidos ella estaba mejor.

『¿Diga...? ¡No es cierto, te engañe! En estos momentos no puedo atenderte, pero deja un mensaje después del bip. ¡Adios!』

Chloe rodó los ojos dejando caer el teléfono al suelo. Era la ¿quinceava? No, no recuerda, pero una de tantas veces que intentó comunicarse con Olivia y saltaba ese molesto tono para dejar mensajes. No pensaba dejar ningún mensaje. Y a ese paso se cansaría de intentar comunicarse con ella. Si, no es que tuvieran la mejor relación madre-hija, pero debía intentarlo. Sobre todo, porque estaba casi segura que Jake era un cobarde que corrió a un mejor lugar en cuanto todo se desató. Hizo a un lado aquellos pensamientos, los gritos de afuera no la dejaban concentrarse. Tomó sus audífonos y comenzó a reproducir algo desde su celular, de inmediato su cuerpo comenzó a moverse como el de aquellos zombies que atacaban a las personas, moviendo los brazos a un lado y a otro solo dejándose llevar por el ruido. Eso la ayudaba a no escuchar sonidos exteriores, era… a veces era agobiante, sobre todo cuando los golpes insistentes en la puerta clamando por auxilio la hacían encerrarse en el cuarto y hacerse bola en la cama. En cambio, así, con la música en sus oídos, todo desaparecía. Fue cuando se acercó al balcón, movió apenas un poco la cortina para poder ver y mientras escuchaba música y movía la cabeza a su ritmo, los vio. 

Uno, otro humano siendo devorado, uno menos, y una bienvenida a un zombie más que estaría rondando los alrededores. 

Dos, un chico. 

De verdad, un chico. Es decir, una persona. Un humano. No un zombie.

Un chico en el edificio de enfrente.

—Pero que… —arruga el entrecejo antes de correr a buscar unos binoculares que compró cuando recién se mudó; eran prácticos para observar todo, desde la pareja tenía relaciones sexuales con las ventanas abiertas, al vecino que paseaba un perro, hasta el perro que defecaba en el jardín que estaba a unas cuadras—. ¿Es en serio? ¿Se quiere suicidar? —murmura para ella misma al ver el cuchillo en la mano; se quita los audífonos y lo observa—. Idiota —gesticula con los labios, le enseña el dedo medio y ese mismo dedo lo pasa por su cuello simulando el arma blanca—. No

No podía creerlo. Bien, era estúpido creer que era la última persona en Londres sin ser devorada, pero no esperaba toparse con que su vecino de enfrente a quien por cierto jamás ha visto, también seguía con vida en medio de ese caos. Bueno, por lo menos no estaba tan sola. Se alejó de la ventana y buscó una libreta, encontró su libreta de álgebra, que más daba, ya no volvería a la escuela con todo lo que estaba pasando. En una hoja limpia escribió antes de acercarse nuevamente al balcón, correr la cortina y mostrarle en letras grandes lo que escribió mientras le gesticulaba lentamente.

Ella llamó su atención, lo supo por la manera que pareció observar hacía ella.




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