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Prólogo

 

— Albert, nos debes mucho dinero... —la sonrisa del actual líder de la mafia éra escalofriante, sobre todo para el pobre y jodido Albert Martínez—

Al parecer Martínez no logró reunir todo el dinero que debe.

— Mira Martínez, no sabes el buen humor que tengo ésta noche —habla sujetando de la cintura a una de sus tantas prostitutas— como eres un cliente antiguo de la casa te daré... hasta mañana —el sinismo en su voz es hasta gracioso. Sabe perfectamente que Albert no recaudará el dinero para mañana, pero alargar la agonía del pobre hombre lo divierte a más no poder.

Sin darle a Martínez tiempo de contestar lo tiran a la calle como si no fuese nada, dejándolo con los nervios de punta y la respiración entrecortada.

Martínez no hacía más que deambular por las oscuras calles de la renaciente ciudad, tratando de idear una manera para conseguir un millón de dólares para el día de mañana porque esos hombres no se andan con juegos a la hora de cobrar lo que es suyo, si deben cortarte la cabeza y echar tu cuerpo a una trituradora ten pon seguro que lo harán sin pensarlo dos veces.

Los callejones eran entradas a posibles mayores problemas de los que necesitaba, pero... talvez alguno lo lleve a la única loca y descabellada idea que pasaba por su cabeza.

Sin pensarlo por más tiempo, corrió tanto como la lluvia y el fuerte frio que azotaba las calles le permitía, sus pies no se detuvieron hasta llegar a su destino.

Frente a sus ojos se encontraba aquella oscura puerta, la caza de una bruja. Cuidadosamente tocó la puerta, y al no recibir respuesta alguna entró sigilosamente al interior de ése tenebroso lugar.

Cuidadosamente tocó la puerta, y al no recibir respuesta alguna entró sigilosamente al interior de ése tenebroso lugar             

 




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