Falsa emperatriz

La pureza de la emperatriz

El viento sopló fuerte aquella tarde, estaba sentada en el borde de una fuente, observando el agua cristalina, la perturbación del agua era evidente al meter la mano y moverla ligeramente. 

Respiro profundo, su mirada se elevó al cielo y observando las nubes sus ojos se quedaron perdidos, en el azul del cielo.

—¿Le gustan los días soleados? —inquirió Adrián

Giró su cabeza viendo al rey a su lado sentado en la fuente como ella lo estaba, sus ojos demostraron un hermoso y bello brillo.

—Sí, ¿también le gustan? —contestó para poder cuestionar 

—Prefiero los días de invierno, pero estos días así, aunque no son mis favoritos, me traen bellos recuerdos —respondió con un tono amable como su rostro

—Sí lo entiendo —su mirada y su voz se apagaron al recordar

Un niño y una niña, destinados a estar juntos desde la cuna, ahora dos adultos, destinados a estar comprometidos bajo un cargo del cual es difícil salir.

Su rostro seguía apagado y su voz no fue más que un chillido lamentoso que causó curiosidad en Adrián.

Observó con compasión al ver que no estaba en las mejores condiciones y pareció que su comentario no le agrado o al menos eso pensó él.

Suspiró y un frío estremecedor alcanzó sus sentidos, dio una pequeña vuelta y el agua cristalina se había congelado.

El hielo provenía de la mano de Adrián, se levantó sobresaltada y él se levantó con el puño izquierdo cerrado.

—¿Cómo...? ¿Qué clase de mago eres Adrián? —cuestionó con la voz quebradiza al no poder superar lo que sus ojos veían

La fuente se había congelado y él parecía tan tranquilo que no le gusto ver su cara de felicidad, le hizo una mirada determinante y chasqueando sus dedos la fuente se descongelo.

Siguiendo en su estado normal, se llevó la mano al pecho y sus ojos se pegaron con los del moreno.

—¿Qué clase de mago eres?

—El único en mi tipo, y puedo asegurarlo —contesto aquella pregunta

—¿P-pero esto Adrián? Me tomaste desprevenida —exclamó Alysa y él rey acercándose a ella tomó su mano y era cálida

A comparación de la suya que estaba helada, con el sólo tacto su piel se puso de gallina.

—El hechizo que hice es una de mis tantas habilidades, no quería asustarla, n, ¿puede perdonarme? —su tacto fue disminuyendo y el frío en sus manos también

Asintió con la cabeza sin decir nada.

Él la soltó finalmente, los cristales quedaron pegados en sus manos y con el sol terminaron convirtiéndose en agua.

—Adrián, ¿puedo hacerle una ligera pregunta? —inquirió y él asintió con la cabeza —¿usted hizo los mochis que me envió?

—Sí, así es —comentó con una sonrisa —¿fueron de su agrado? —inquirió

Ella asintió con la cabeza y estirando su mano, la tomó, luego deslizó su mano hasta su antebrazo donde lo anclo.

Por el sol insoportable que hacía, fueron a ese árbol frondoso donde acostumbraba a leer.

Era una zona un tanto apartada del palacio por lo que estaban completamente solos, unos pájaros se pararon a su lado, eran aquellas aves que Adrián había visto cuando recién llegó al palacio, el Doradito y el ave azul.

—¿Estas aves son habituales de ver en su imperio? —preguntó cuándo el ave azul se sentó en su pierna y se acurrucó allí

—Nunca las había visto cuando salía a los jardines, pero por su color y su forma puedo decirle que sí —contestó y el Doradito de acomodo también en sus piernas

El viento sopló fuerte y las hojas del árbol se movieron bruscamente, provocando que algunas cayeran en ellos.

Las aves estaban cómodas en sus ropas y en sus piernas, que parecía no querer levantarse de aquel lugar, tan relajadas estaban que se les mostraba el poco interés en retomar vuelo.

Como ellos querían hablar, habían ido a aquel sitio para conversar, pero no podían soltar palabra. 

Hasta que Adrián silbo levemente, la hembra azul se mantuvo en su silbido y estuvo buscando entre los árboles y saltando en la pierna de Adrián.

El Doradito se retiró de las piernas de Alysa llegando a donde el ave azul para calmarla con su canto, dejó de silbar y se concentraron en aquella escena.

—¿Qué acaba de pasar? —inquirió Alysa

—Creo que mi silbido es parecido al suyo —contestó

—¿Ya los había visto antes? —volvió a preguntar esta vez viendo su rostro

—Sí, el macho de su especie la abandono y este amarillo estaba con ella, supongo que después de eso la cuida —añadio y ambas aves salieron volando

Era hermoso verlas juntas, volando a su alrededor y divirtiéndose juntas, sin que la felicidad se acabará.

—Es lindo no lo cree

Adrián puso atención a sus palabras y estaba pendiente de su expresión, su mirada está perdida nuevamente en el cielo, su cuerpo estaba ligeramente tenso y sus labios estaban un poco cerrados.

—Es lindo verlas tener libertad, no lo crees Adrián —exclamó sonriendo, sus ojos se iluminaron, el viento removió ligeramente su cabello y sus labios desprendían una sonrisa hermosa




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.