Falsa emperatriz

Una noche con la emperatriz

Fue una noche larga, donde el único tiempo que contaron fue el del amanecer, no estaban seguros de cuánto tiempo habían estado hablando, cuánto tiempo llenaron sus ansias de conocimiento.

Fue un tiempo realmente increíble.

Aún no dejaban de hablar, la fogata los mantenía calientes, sus presencias los acompañaban y las palabras los entretenían.

Alysa ahora sabía más sobre las bestias divinas, por lo que completó su idea, y Adrián estaba con ella, por lo que también obtuvo lo que quería.

—¿Qué es lo que más le gusta de su imperio? —inquirió Adrián con voz suave

—Su gente, ellos son realmente amables y aunque tengan problemas siempre sonríen —contestó

—Como los niños del orfanato

—Como los niños del orfanato —repitió las palabras de Adrián —ellos siguen esperando ser adoptados y cuando llegue ese día aquellas sonrisas brillarán más que cuando me ven —la voz de Alysa sonaba cansada

No lo noto, aunque la tuviera al lado no la miraba, ella lo había dejado de hacer hace un tiempo por lo que él no quería incomodarse con su mirada frecuente.

A su mente vino el momento cuando fueron al orfanato, la sonrisa de cada uno de ellos basándose en una sola mujer mientras sentían curiosidad por el hombre que estaba junto a ella.

Las risas, los abrazos, la familiaridad con la que se acercaban a un noble sin que este sintiera asco por el niño.

Es como si Alysa fuera la madre de todos ellos.

—Ellos te consideran una madre —dijo Adrián

Mientras observaba el fuego, Adrián sintió un peso a su lado, giró su rostro y observó a la emperatriz dormida en su hombro, se veía tan cómoda que no quería despertarla.

Sus facciones finas, sus labios carnosos, su piel suave y delicada, su cabello suave. 

Con uno de sus dedos acarició su mejilla y pudo ver como sonreía a aquel ligero tacto, con sus ojos entrecerrados pego sus labios contra su frente dando un ligero beso.

—Descansa brillante estrella —susurró

Cargó a la mujer dormida hasta dejarla en su habitación, entró por el balcón utilizando algo de magia para elevarse hasta su habitación.

Todo está oscuro, y dejándola sobre la cama la acostó de una manera cómoda quitando sus zapatos junto con su abrigo.

Se sentó en el borde observando su delicada figura, cubrió su cuerpo con las cobijas para que no sintiera frío y antes de que pudiera irse, Alysa tomó su muñeca, su visita estaba nublada, por lo que veía sólo una sombra.

—Sí eres Ardían, no te vayas, quédate por favor —dijo con una voz somnolienta

—¿Quieres que me quede, aunque no es lo adecuado? No es lo correcto, ¿o sí? —tomó su barbilla

Sus ojos brillaron dejando ver ese azul, bello y brillante, en ese momento supo y reconoció quién era.

—¿A usted le importa? —inquirió Alysa

—No, no mucho —Contestó

—Entonces quédese —ordenó con voz fuerte —no le haré nada malo

Asintió con la cabeza quedándose a su lado, su plan era esperar a que se quedara dormida e irse sin llamar la atención; sin embargo, no contó con su cansancio y como se podía rendir ante este.

Se quedó dormido, sentado en la cama con un brazo sujetando su cabeza, Alysa aún no se había dormido y sintió compasión por él.

Lo tomó de los hombros cargando contra su pecho mientras analizaba su rostro.

«Te quédate conmigo mientras dormía, me besaste con familiaridad la frente, me cargaste hasta mi habitación para luego obedecer una orden que era de broma. Te mereces un premio por ser increíblemente sumiso» pensó Alysa con una sonrisa

Su cuerpo cayó rendido en su lugar, para dormir camino al otro lado de su cama.

Estaba tan cansada que parpadeo un par de veces, quedándose dormida al lado del rey.

A la mañana siguiente, mientras dormían abrazados, la puerta de su habitación fue tocada bruscamente.

El sonido incesante de la puerta a punto de caer los despertó un poco desconcertados.

El brazo de Adrián rodeaba su cintura mientras que la mano de Alysa se aferraba a su pecho.

Observó al rey a su lado con cara de asombro mientras él trataba de levantarse completamente.

—¿Su majestad? —dijo en voz alta

—Elisabeth —mención entre dientes levantándose de la cama con sobresalto,  al igual que el rey —debes irte —comentó asustada mientras abría las puertas de su balcón

—¿Por dónde? todo el palacio está laborando —contestó alarmado ya que la puerta seguía siendo tocada

—Por el balcón, entraste en la noche por aquí, ahora saldrás por aquí —explico tomándolo de la muñeca

—Es una broma

—¿La emperatriz está despierta? —preguntó Elisabeth

—Sí lo estoy, dame un momento —contestó con amabilidad

Saco a la fuerza a Adrián

—Escucha sal ahora antes de que... —escucho la puerta abrirse y al girar su rostro, Elisabeth estaba entrando con su desayuno




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