Después de aquella noche, la argolla de matrimonio que permanecía brillante de pureza se rompió, la corona siguió brillando, pero el trato se rompió.
Si él como hombre podía saciar su sed de deseo con otra, ¿por qué ella no podía? Está mal ante los ojos de la sociedad, pero con labios que son sellados con candado nadie lo sabría.
Alysa se agregaba perfume en el cuello mientras su mente recordaba las escenas de acción con Adrián, los gemidos del moreno contra ella, sus caricias tan calientes como el fuego y sus ojos azules puestos en los suyos.
Sonrió al ver que no hizo ninguna marca, además de eso, se levantó con muy buen humor, acomodaba su cabello y al salir de su habitación era seguida por sus damas.
Se dirigía a cumplir con sus labores de emperatriz, y en el camino se encontró con Marie y Rodolfo.
La pareja se veía feliz, algo que le agradaba ver en sus rostros.
—Su majestad —fijeron ambos con sonrisas agachado la cabeza
—Padres, se ven radiantes como siempre —comentó Alysa tomando las manos de los dos
—Te vez feliz, debes haber recibido la noticia de tus padres —Marie fue discreta con su comentario
Alysa hizo una cara de sorpresa ya que no sabía de qué hablaba la duquesa, pero Rodolfo le dio un poco de contexto que era lo que necesitaba.
—Alysa, tus padres escribieron y por lo que he leído desean verte, pero el tiempo no se los permite así que enviaran a tu hermana junto con su esposo, el duque de Sierna. Por primera vez después de tantos años la familia vuelve a estar unida —informó Rodolfo
Tuvo que fingir una sonrisa para no demostrar el desagrado que sentía.
Después de aquella pequeña información, se dirigió a su oficina donde encontró la carta de sus padres en su escritorio. Se sentó a leerla atentamente, era una carta de tres hojas, por lo que tenía con qué entretenerse.
Las primeras eran sobre su estado y felicitaciones de cómo manejaba el imperio, la tercera venía una carta de su hermana, habían puesto las tres hojas en un solo sobre.
Por el momento la que importaba era la de su hermana.
Su ojos seguían los renglones, en el tercer párrafo casi se le cae la hoja de las manos.
—Me gustaría hablar contigo, se que no tenemos una buena relación como hermanas debido a nuestros orígenes, pero quiero que sepas que en estos momentos te apoyo rotundamente, supe lo de la amante de tu marido y créeme que no me agrada la idea, se lo que debes estar sufriendo en estos momentos. No quiero ser tu paño de lágrimas porque sé que lo amas, pero tú eres fuerte y sé que podrás con todo esto. Mi esposo y yo viajaremos el mes que viene así que nos vemos. Att: La duquesa de Sierna —todo estaba escrito en cursiva
Alysa entrecerró los ojos masajeando su cabeza recordando la última vez que vio a su hermana.
Su orígenes eran simples, su hermana era la hija de una concubina de su padre, hija que le desgracia la vida a su madre.
Su madre había pasado lo que ella estaba pasando, una infidelidad, recordaba las constantes peleas, los llantos y la frialdad que presentó, de hecho fue tanto su rechazo que ya no quería ningún convenio con Alysa.
La había ignorado y cada que la miraba lo hacía con desagrado.
Nunca entendió el por qué de esta relación, pero cuando se casó volvió a sonreír después de tantos años de rechazo ante su hija.
Suspiro profundamente ante la carta y revisando los últimos papeles que tenía en su escritorio le dio pereza seguir, no quería continuar después de leer.
Pero parecía que la situación no mejoraría, ya que a la habitación entró Bennett para así comenzar los dos con el trabajo.
—¿Ya leíste la carta? —preguntó mientras se acercaba
—Sí, parece que le escribió a todos —hizo la suposición gracias a lo que le dijo Rodolfo
—No, solo a mi padre, ya sabes como es con él —contestó sentándose a un lado en su escritorio —he escuchado que te veías feliz hoy, ¿qué pasó con tu sonrisa?
—Nada sólo, es la carta —contestó Alysa
—No dejes de sonreír, te ves hermosa cuando lo haces
«Esa frase le pertenece a Adrián. Es diferente cuando él lo dice y Bennett parece que lo hace por convenio» pensó comparando a los dos monarcas
Se quedó callada dejando su visión en los papeles que tenía en la mano.
Bennett quería verla y tomando su barbilla giro su rostro a él, la miró detalladamente siguiendo su instinto, pego sus labios contra los suyos dando un tierno beso.
Que si la frase que le dijo anteriormente no era fingida, ese beso era el doble.
Fue horrible ser besada de esa manera.
—Terminemos de revisar esto y salgamos a tomar aire fresco —propuso tomando su mano y sonriendo, un ligero rubor se posó en su mejilla y lo hacía lucir tierno
—Esta bien, entonces siéntate y sigamos trabajando —sonrío para que no se sienta mal
Debía admitir que su compañía no le agradaba mucho, pero era eso lo que tenía que pasar, ya que le estaba perdiendo el cariño.
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Editado: 24.01.2024