Falsa emperatriz

La duquesa Daisha

Fueron aventuras a escondidas. Volvió a jugar con las dos caras de una moneda.

En las mañanas se dedicaba a Alysa, en las tardes desaparecía en el trabajo y en las noches toda su atención se basó en la pelirroja, era una paradoja, un reloj que siempre repite su trascurso todo el día. 

Eso continuó hasta la llegada de la hermana de Alysa. 

La visita de los Duques fue realmente innecesaria a su parecer, por lo que su orgullo no la dejó atender la visita y no porque odiaba a su cuñado o tuviera mala relación con él, era su hermana, la hija bastarda. 

Estaba en una de las tantas habitaciones del palacio, practicando un poco con el piano, tenía espectadores, algunas de sus damas y Elisabeth 

Fue tanta su concentración que no escuchó cuando las puertas de la habitación se abrieron.

Entró una mujer junto con otras damas mostrando su elegancia. 

La duquesa al ver a Alysa sonrió a sus espaldas. 

—Su majestad —dijo en voz alta 

Fueron sus palabras un golpe para sus oídos, tan pronto como escuchó su voz dejó de tocar haciendo un fuerte sonido el cual dejó atónitas a todas. 

—Buenas tardes, su majestad —saludo 

Alysa por educación se levantó del asiento del piano, dando la vuelta y acercándose a ella. 

Era evidente notar la falta de parentesco de ambas, una tenía el cabello azul oscuro, con ojos azules, la otra tenía el cabello castaño con mechones rojos y ojos oscuros, sus pieles eran blancas, sus actitudes distintas. 

Le hacían pensar a muchos nobles que ellas no tenían ningún lazo sanguíneo. 

—Saludos, majestad —volvió a saludar agachándose

Una reverencia barata

—Duquesa Daisha, es un placer verla nuevamente —fingió la voz 

—El placer es mío, volver a ver a la emperatriz más poderosa del mundo me llena de alegría —hizo un cumplido y chasqueando sus dedos una caja pequeña fue entregada ella —este es un pequeño obsequió de parte del duque de Sierna y yo, esperamos con gran anhelo que la emperatriz lo disfrute —la sonrisa de Daisha fue realmente amable 

Abrió la caja y en su interior contenía un anillo con una piedra preciosa muy difícil de conseguir.

Por lo costoso del detalle, ella también debía regalar algo tan caro como el anillo 

—Es una hermosa joya, muchas gracias, Daisha —agradeció formalmente

Se quedaron en silencio unos minutos, en ese momento Alysa mandó a pedir dos cosas, unas tazas de té y bocadillos, y dos regalos para Daisha. 

No había preparado nada para la duquesa por lo que ordenó a Elizabeth; conseguir algo tan costoso como lo que ella le había comprado.

Daisha admiraba a la emperatriz a la distancia, observaba la belleza que desprendía y mientras tocaba el piano para entrar en ambiente, la joven duquesa decidió acercarse a ella sigilosa. 

La melodía de la canción era conocida y al tocar, Daisha empezó a tararear.

—¿Esa es Bella flúor? —preguntó la duquesa 

Asintió con la cabeza bajando sus manos de las teclas del piano, prestando su atención en ella. 

Su rostro realmente brillaba y parecía interesada en tocar. 

—¿Podemos hacer un dueto? —volvió a preguntar Daisha 

Ya lo suponía, lo imaginaba y visualizaba, se sintió atrapada entre miradas, la mirada dulce de Daisha también tocaron su corazón, aunque no estaba lista de aceptar.

Se hizo a un lado dejando el puesto libre. 

—Por supuesto, siéntate —dijo con seriedad y poca amabilidad 

Ella entendía la frialdad de su hermana, también lo manifestó como una mala vibra por el adulterio por el que estaba pasando en ese momento, debía estar devastada al saber que su esposo la engañaba. 

Alysa fue la primera en tocar una tecla, que luego le siguió Daisha. 

Sabían esa canción de memoria, por lo que sus dedos simplemente se dejaban llevar por la melodía y los recuerdos fueron maravillosos. 

Las damas de compañía de ambas nobles estaban maravilladas y la canción sólo paseaba por los rincones de la habitación hasta salir al pasillo.

la dama que había salido a traer los bocadillos para ambas se quedó perpleja al escuchar la melodía. 

«La emperatriz es tan buena, y la duquesa tan hermosa que juntas son capaces de hacer todo perfecto, como ellas» pensó la joven dama mientras se acercaba a la habitación.  

Fueron unos cuantos minutos los cuales Daisha aprovechó para llevarse parte de los aplausos, sus damas estaban maravillas, se podía observar la felicidad en sus rostros y el deleite espectáculo que les dieron las nobles. 

Al llegar los bocadillos fueron a sentarse en una pequeña sala donde todas conversaban y comían. 

Alysa se veía alegre al lado de sus damas, mientras Daisha la estudiaba con la mirada. 

«Tanta belleza, poder y felicidad pintadas en un rostro, lastima que lo que estoy a punto de decirle cambiará todo por completo» la duquesa analizaba a la emperatriz, una de sus damas se acercó a su oído sacándola de todo pensamiento 




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