Falsa emperatriz

La felicidad de los duques

Como era de esperarse en la mañana del día siguiente la noticia del embarazo de Alysa se extendió por todo el imperio, nobles y el pueblo más que nada.

Los futuros abuelos de la criatura estaban realmente felices. 

Era inevitable ver su cara de alegría, una felicidad innata que a Marie la estaba consumiendo. 

Rodolfo también estaba feliz, o bueno lo aparentaba, ya que dudaba de la existencia de ese niño, o más bien, sus orígenes. 

Algo en lo más interno de su ser le decía que aquel niño no era de su hijo, y esto se debe a que vio a Alysa con Adrián, besándose en su habitación. 

Sabía que algo así pasaría, pero rebajarse tanto con un enemigo, tenía en cuenta que habían formado una alianza con el imperio de las bestias divinas, pero fue su orgullo el que no se lo permitió creer, había luchado para que esa tierra le perteneciera y nunca llegó a ser suya. 

Estaba tan pensativo, que por unos minutos ignoró la felicidad que debía sentir en ese momento. 

—Rodolfo, Rodolfo, Rodolfo —lo llamó un par de veces, hasta que le puso atención —¡Rodolfo! ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Por un momento te quedaste paralizado, ¿quieres algo de beber querido? —Marie se mostró preocupada 

—No, no es nada, sólo estaba pensando en cómo será la criatura —mintió 

Marie se rió de él

—Es evidente que será como nuestro hijo —añadió ella 

—Claro 

Era imposible para él pensar en eso, y aún más en un estándar religioso. 

Pues Alysa había olvidado una de las reglas más importantes según la religión, también el legado de una esposa.

—Marie, ¿recuerdas cuál es el pecado de una esposa cuando comete adulterio? —preguntó Rodolfo 

—¿Qué clase de pregunta es esa? —sus palabras la sacaron de todo pensamiento 

—Sólo responde —pidió 

—Por supuesto, es la muerte para la mujer o la del infante, ¿por qué preguntas? —respondió la duquesa con desconfianza 

—Por nada, soy muy viejo y suelo olvidar las costumbres; deberíamos ir a visitar a la emperatriz, ¿no lo crees? —la sonrisa de sus labios fue tétrica 

Marie estaba acostumbrada a ese tipo de cosas por lo que asintió con la cabeza, tomó a su esposo del brazo encadenando lo con el suyo y salieron de la habitación, a buscar al sol radiante de aquel imperio. 

*** 

Como era de esperarse para Alysa, recibió en un día diferentes bendiciones para una criatura que aún no tenía corazón. 

Era amargo saber eso, aun no estaba cómoda con su embarazo, estaba realmente aburrida con él, solo por el hecho de dudar a quién le pertenecía aquel feto. 

A su amante o a su marido. 

Aquel pensamiento la inquietaba, porque lo más probable es que tuviera en su vientre un hijo bastardo, que no debía nacer en ese imperio 

Solo ese día, como otros tuvo que fingir felicidad. 

Aún no recibía unas felicitaciones, y esa era de sus suegros, a los cuales se los encontró con una sonrisa oreja a oreja mientras organizaba la decoración del palacio de Litio. 

—¡Su majestad! —dijeron ambos con sonrisas 

—Buen día —respondió con amabilidad 

Le indicó a la mujer que la estaba ayudando que se retirara, los dejo solos llevándose a su pequeño equipo que estaba debatiendo. 

—Que alegría verlos —comentó 

—La alegría nos invade, majestad, felicidades por su embarazo, que el bebé que tiene en su vientre sea sano e inteligente —Marie tomó sus manos sobandolas con suavidad 

—Madre, gracias —fue lo único que dijo

—Debes estar feliz, ahora sí serás la envidia de todas las mujeres de la corte —Rodolfo fue amable al hablar aunque su comentario no fuera tan claro pues la dejó pensativa 

—Rodolfo, ¿Dónde están tus modales? —regaño Marie 

Él bufó, la duquesa llevó a la emperatriz a tomar asiento, algo que significaba charla inmediata. 

La tomó de las manos nuevamente y sus ojos brillaron. 

—Y bien, cuéntame todo, ¿cómo está Bennett con la noticia? ¿Avisaste a tus padres? ¿Los duques de Sierna también están enterados? —preguntó rápidamente 

—Sí, los duques están enterados, Bennett está feliz, al igual que el imperio y aún no he avisado a mis padres —contestó todas sus preguntas 

Rodolfo solo se dedica a escuchar, no le interesaban ese tipo de charlas, pero para no ser descortés se quedó con ellas. 

Al poco tiempo, llegaron los decoradores que habían ignorado las órdenes de Alysa, algo que la disgustó, pero supo cómo entretener a los duques Edevane.

—¿Les gustaría quedarse para ver las remodelaciones del palacio de Litio? —inquirió para así entretener a los ancianos 

—¡Por supuesto! —afirmaron juntos al mismo tiempo 

Los decoradores les entregaron telas y modelos. 

Les mostraron algo de lo que había preparado Alysa, estaban tan entretenidos y lentamente empezaron a discutir sobre lo que era mejor para lucir en las paredes, algo que combinará con los muebles y ante todo que mostrará el poder de los Edevane. 




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