Falsa emperatriz

Acabando con el impostor

En un bar a las afueras de Melione, donde los hombres gobernaban el lugar y todo estaba hecho un desastre, entraron como seres llenos de misterio dos hombres más a la caverna.

Uno de ellos fue a la barra, pidió una cerveza donde fue visto como un ser extraño. 

Todos se conocían, es como un lugar secreto, pero no tanto como para entrar, un hombre robusto no dejaba de ver al pequeño hombre que bebía cerveza.

—Oye niño, bebe con cuidado, podrías terminar embriagado con el segundo trago —bromio y todos los presentes en la barra se burlaron 

—No soy un niño —comentó con voz gruesa la emperatriz infiltrada 

—Ah, ¿no? Que extraño, nunca habíamos visto a un ser tan pequeño en este lugar. ¿Qué te trae por aquí? —tomó su hombro con fuerza apretando lo

—Un bastardo, una mujer, un cazarrecompensas —respondió Alysa fingiendo 

Llamo la atención del hombre quien rápidamente se sentó, Alysa con guantes negro en su mano seguía bebiendo cerveza para parecer más baronil, tenía una capucha negra, ropas anchas del mismo color y su rostro lo cubría un pañuelo negro que tenía atado al cuello. 

Sus ojos y facciones femeninas estaban siendo cubiertas por la sombra de la caperuza negra. 

Sentía la mirada del hombre enterrada en ella, una mirada que en lo personal era acosante. 

—¿A quién buscas muchacho? —preguntó el hombre con gran barba que lo hacía lucir atemorizante 

Sacó de su bolsillo el dibujo del hombre y se lo mostró. 

Aquel robusto hombre analizó el dibujo tomándolo y sonriendo. 

—Deicer, campesino, trabajo para lord Miller, tuvo una esposa, murió al poco tiempo de dar a luz; mmmm, ¿cuánto pagarás por él? —inquirió con una mirada sádica hacia Alysa 

—Cien monedas de oro —mencionó la cantidad y el hombre solo sonrió 

—Aceptable, iré por mis hombres —comentó bajando de la silla 

Alysa también hizo lo mismo, guardó el dibujo y pagó tres monedas de plata al cantinero, llamó a Daisha con una seña quien también buscaba información y juntas salieron de la cantina. 

Tenían dos caballos los cuales habían rentado en un establo cualquiera, si utilizaban los del palacio serían bastante obvios. 

Daisha acariciaba el hocico del caballo. 

—¿Lograste algo? —cuestionó 

—¿Por quién me tomas? Manejo un imperio, hablo por la gente y convivo con emperadores extranjeros, unos canallas no me quedarán grande, en especial cuando buscan dinero —respondió y al poco tiempo llegaron los hombres 

Eran cinco de sus secuaces, él estaba en medio de todos ellos, se acercó a Alysa presentando a cada uno de ellos. 

—Aquí los tienes, bueno que les parece si vamos por Deicer —estaba comprometido a ganar unas cuantas monedas 

Ella asintió con la cabeza. 

—Antes de ir, necesito que me digan que tan dispuesto está para matar —debía mencionarlo desde antes 

Él se carcajeó, como si lo que le acaban de decir fuera una broma. 

—Escucha, no me interesa lo que tú quieres, ya sea matarlo, torturarlo, golpearlo por diversión. Mis hombres y yo estamos dispuesto a todo solo para divertirnos —respondió aquel robusto hombre 

Debía suponerlo, al menos estaban dispuestos a mancharse las manos.

No conversaron más, solo tomaron sus caballos y cabalgaron hasta llegar a la casa de Deicer, era una pequeña cabaña, con una luz prendida, el techo estaba hecho de paja, las paredes son una mezcla entre barro, cemento y madera, la puerta parecía hecha de un árbol fino y estaba rodeada de cultivos. 

Bajaron de los caballos, los bandidos tenían cuchillos y otras armas para entretenerse, pisaron los cultivos como salvajes y se dirigieron para azotar la puerta.

Observaron la sombra de un hombre tratando de protegerse con un cuchillo, pero fue golpeado con fuerza por los bandidos. 

Alysa tembló al ver la escena, no estaba lista para entrar y dar la orden de que lo ejecuten. 

Daisha sujeto su mano, con cariño apretandola 

—Entremos, doy la orden y nos vamos, es por el imperio —observó su mirada y determinó que estaba asustada 

Nunca había visto Alysa de esa manera, la abrazó con fuerza sobando su espalda,  juntas entraron a la casa, con una mirada fuerte.  

Pasaron la puerta y el lugar estaba hecho un desastre, varias cosas estaban en el suelo, todo estaba listo, los hombres estaban con Deicer, acorralado, la cara del hombre estaba hinchada, su labio y su nariz estaban ensangrentados.

Sus ojos estaban apagados, su apariencia física estaba hecha un desastre, estaba tan delgado que podrían partir sus brazos, su cabello azul era tan oscuro como el de Alysa, su piel mestiza estaba sucia, y tenía un pequeño bigote. 

—¿Qué hacen aquí? —preguntó el robusto 

—No hemos dicho que queremos que hagan con él —respondió Daisha 

—Ah, cierto —recordó —¿Qué quieren que hagamos? —añadió la pregunta 




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