Falsa emperatriz

La maldad de Rodolfo

Esa noche, Bennett fue a verla pero se negó a recibir toda visita que se tratara de su majestad, no quería verlo, lo aborrecía y le genero asco de solo pensar que mientras estaba con ella, también estaba con la otra, una emoción natural. 

¿A quién no le daría asco? 

Cerró sus ojos tratando de conciliar el sueño después de haber ocultado toda emoción oscura, que terminaron saliendo cuando tocó su habitación, sus mejillas tenían la marca de las lágrima que se desbordaba tranquila en su piel.

Por un hombre que no valía nada.

Al despertar, sus alrededores estaban llenos de luz, una luz solar incontrolable. 

Tenía puesta ropa más ligera, un vestido blanco que cubría sus rodillas con mangas largas para cubrir sus brazos del sol, su cabello estaba recogido con un liga y sus pies estaban libres. 

El pasto estaba frío y se sentía bien, caminó un poco familiarizándose con el entorno, encima de una pequeña colina pudo observar a Adrián que sonreía, luego desapareció, fue extraño, hasta que escuchó el llanto de un zorro.

Un pequeño zorro con pelaje plateado y mechones azul oscuro que se posaba al final de sus siete colas.

Era tan pequeño que apenas se podía denominar como kit. 

Sintió a sus espaldas el calor de Adrián y al girar su rostro un poco, el rey la observaba con esos ojos azules que la cautivaron, esa sonrisa distinguida, y esos labios que una vez probó. 

—Adrián… —susurró 

—Mi bella estrella —comentó el rey 

El moreno giró su rostro al kit donde saltó y una luz brillante envolvió su cuerpo.

Cuando tocó el suelo, un niño con piel morena, ojos azules y el cabello del mismo color de su madre se acercó a ellos a gran velocidad. 

—¡Mamá! —gritó el pequeño sonriendo, con sus ojos brillando y una sonrisa llena de inocencia y dulzura  

El pequeño la tomó de las piernas abrazándola. 

Estaba paralizada con lo que veía, el pequeño niño era hermoso, su corazón latió con fuerza, tomó uno de los mechones del niño y en ese momento todo este sueño se desvaneció. 

Despertando en su habitación, con las puertas de su balcón abiertas permitiendo que un aire frío entrara. 

Las cerró concentrándose en las nubes grises que se posaron en el cielo. 

—Hoy no será un buen día —comentó para sí misma 

***

En el salón central del palacio, la mirada de Rodolfo se pega a ella con agrado, estaban sentados esperando unos bocadillos que el duque mandó a pedir.

—Me alegra mucho que haya podido sacar un momento de su tiempo para verme, conozco el horario de su majestad, y se que es ajetreado —mencionó el duque con amabilidad 

—Cualquier cosa que mi familia necesite ahí estaré —respondió 

Rodolfo tenía una mirada un poco inquietante, una sonrisa que la removía y una mirada que la incomodaba, no estaba segura que tipo de cosas quería Rodolfo como para verla a solas, pero estaba segura que debía ser algo importante. 

—No quiero abusar del tiempo de su majestad, por eso iré al grano, ¿sabes lo que siento por el adulterio? —preguntó Rodolfo 

—Claro, se que lo aborrece si lo comete una mujer —contestó seca a esa pregunta 

—Exacto, odio la idea de pensar que una mujer no es fiel a su esposo, las considero… rameras —fueron sus palabras ironía para Alysa

Estaba pensando sumamente a qué venía la conversación.

Cayó en un momento sabio, sabía que a su suegro no le gustaba que una mujer cometiera adulterio, pero si es un hombre era considerado poder.

—Escucha Alysa, sabes ¿por qué nacen niños con deformidad, enfermos, o muertos? ¿Conoces realmente lo que pasa? —preguntó 

—Porque la madre cometió adulterio, por eso es que el niño recibe el castigo. O, en el peor de los casos… tanto madre como hijo son castigados —respondió 

Él asintió con la cabeza, pronto las miradas de esos grandes nobles se rozaron de una manera algo brusca, tensa y sin emociones. 

Parecían estar tranquilos, pero así no se sentían. 

En poco tiempo llegaron los bocadillos, fueron servidos por un mesero elegante quien hizo una mirada discreta con Rodolfo. 

Ambos cruzaron la mirada, de tal modo que con un parpadeo se retiró. 

—Hice que prepararán algunas cosas para ti, desde postres saludables a un té, mi favorito, por cierto. Espero que te guste —comunicó el duque 

Ella asintió con la cabeza y tomando la taza, tomó un sorbo, era dulce, suave y delicioso, no había duda de ello. 

—¿Le gusta? —preguntó 

—Es delicioso, padre, dígame ¿cómo se llama? —respondió alegre 

—Flor de loto, se que su nombre no tiene nada que ver con el té, pero en el centro de Scriart es muy conocido, y es un pequeño acto de buena bendición para las mujeres encinta —informó 

—Es simplemente delicioso 




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