Falsa emperatriz

Último día

El veinte de noviembre, luego de unos cortos meses de la pérdida del heredero, la vida en el imperio debía ser igual. 

No importa cuántos meses han pasado, cuántos días, horas y minutos, para Alysa siempre iban a ser los días más fríos de su matrimonio. 

A Eileen le estaba creciendo la panza del embarazo, trataban de disimularlo entre los dos, solo para no hacer enojar a Rodolfo. 

Él creía que ellos volverían a estar juntos, pero no fue así, la relación entre ambos cambió, se volvió más fría de lo convencional y las miradas entre ambos terminaron. 

Ese día, en la tarde, tuvieron que recibir a un duque de urgencia. 

La economía en el imperio fue disminuyendo, parecía caer en crisis, en una pequeña que debían solucionar lo antes posible. 

Por esa razón, llamaron al Duque Hayes, mayor comerciante entre los nobles y los plebeyos. 

Estaban en la mesa redonda, junto con ministros, consejeros, magos y agricultores. 

Cuando la puerta fue tocada uno de los consejeros la abrió con rapidez, dando paso al hombre de mediana edad.

Era un hombre pelirrojo, con pecas, y barba, tenía puesto un traje color crema elegante. 

En su mano izquierda sostenía un bastón, con la cabeza de un halcón. 

Se acercó a ellos haciendo una reverencia, una sutil.

—Buenas tardes, majestades —saludo el duque 

—Buenas tardes —comentaron ambos al tiempo. 

Un ministro le enseñó su asiento y él se sentía tan importante.

En esa mesa se discuten varios temas de suma importancia, que solo los emperadores tratan. 

Eran los únicos capaces de sentarse allí con sus ministros para hablar. 

Ningún noble tenía permitido ingresar. 

Pero él, al ser el comerciante más rico debía hacerlo.

—Duque Hayes, conocerás la razón por la que estás aquí, por eso con los emperadores, y los miembros de la mesa redonda queremos negociar con usted algunos temas —. Un consejero le pasó un informe el cual describe con atención los principales problemas 

Él leyó atento mientras los emperadores escribían más. 

Los consejeros organizaban documentos y los agricultores esperaban detrás de los ministros.

Como si cada uno de esos hombres tuviera su propio agricultor.

—Majestades, ¿qué pasa con la producción de joyas? ¿No pueden los magos hacer algo para que las minas creen más rápido las piedras preciosas?  —preguntó Hayes

—Se puede, pero no se puede hacer uso del tiempo, es una ley prohibida que los magos tienen, no pueden detener o adelantar el tiempo, claro, tampoco pueden retrasarlo —explicó Bennett 

—Esto es imposible, ¿entonces qué haremos?

—Duque Hayes, le recuerdo que la minería no es la única fuente que tiene el imperio, usted como comerciante debe saberlo. Aquí junto con el emperador implementaremos una ley, los nobles pagaran impuestos como los plebeyos —explicó  Alysa, para luego dirigirse a los agricultores —. Ellos son los mejores agricultores que tiene Melione, pueden ayudar a cambiar el sistema, como también mejorar la calidad de los alimentos, para transportarlos 

Hayes se quedó pensativo, no creía la posibilidad de pagar impuestos como los demás, no lo creyó conveniente.

—Pero, su majestad, y los demás nobles, ¿creen que ellos estarán felices con la decisión? 

—No importa si lo están o no, ya es una ley y se debe cumplir —Defendió Bennett 

Hayes se quedó callado, no habló más y solo se dedicó a escuchar, era su única labor. 

Se la pasaron hablando, conversando y solucionado sobre la crisis.

Después de una hora, llegaron a una solución.

—Cada agricultor tendrá estudiantes, les enseñarán a plantar bien los alimentos, los nobles pagarán impuestos, los magos aumentan su magna y lo podrán aprueba con la producción de alimentos, y una vez los productos sean mejores se mandaran a otros imperios y se cobrará un interés. Con esto acaba la sesión —explicó Bennett con suma seriedad, tomándose el papel de emperador que le correspondía 

Después de hablar todos se fueron.

Alysa y él se quedaron en la sala, necesitaban hablar con el duque pues era un tema de importancia su colaboración.  

—Escuche duque Hayes, necesitamos de su influencia, tengo entendido que en su propiedad reside un joven agricultor que se las ingenia para poder comer, es bueno con la tierra y cultivando por lo que quiero que ese joven se haga cargo de los cultivos de su residencia y la de tres nobles más —comentó Bennett 

—Majestad hay un problema con ese muchacho, últimamente a estado dolido por la pérdida de su padre, aún no supera como lo encontró —comunicó 

—Lo sé, pero será bien pagado, quiero que le informe y lo traiga cuanto antes al palacio, también si es posible… —Bennett se vio interrumpido por un caballero mal educado 

Entró abriendo las puertas con violencia, su rostro estaba sudado, su pecho subía y bajaba, sus ojos estaban abiertos y su piel blanca estaba expuesta a las malas miradas de los nobles.




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