Falsa emperatriz

Lista para el divorcio

Alysa 

Llevo una semana aquí, sola, en las mazmorras. 

Mi vestido está sucio, hay agua a los alrededores y manchas de sangre, Bennett se encargó de meterme en la celda en donde se hacen torturas para aquellos malnacidos que hacen el mal en Melione. 

Estoy sentada en una esquina, tomando la piedra de Adrián, en estos días es lo único que realmente me da calor, me da tranquilidad. 

Todo el plan de irme se fue al carajo y todo porque Eileen decidió un castigo para mí.

No he dormido, o comido, solo una vez un guardia me trajo medio pan dulce, pero no fue suficiente.

Mis tripas gritan pidiendo alimento, mi garganta llora pidiendo agua, mi cuerpo busca comodidad y mis ojos siempre se mantienen cerrados.

En las noches la celda se pone tan fría que el calor de Adrian no es suficiente para que yo pueda descansar bien.

En esta semana, también he soñado con el hijo que debíamos tener Adrián y yo si Rodolfo no hubiera intervenido.

Sí hubiera sabido que todo esto terminaría así… hubiera escapado con un hombre que conocí hace un mes y no me hubiera quedado con uno que conocí hace veintiún años.

Los cinco de matrimonio no cuentan.

Ahora es de noche, y siempre que estoy aquí, busco la manera para dormir bien.  

No me recuesto en el suelo porque es más incómodo, duermo sentada. 

Cierro los ojos, enrollando mi cuerpo, cubriéndome con la tela del vestido, ante todo, tomando la gema que me dio Adrián.

Es cálida… 

Un chillido me alerta, abro los ojos y a mi lado, subido en mis piernas hay una rata. 

Lo miró con asombro, levantándome con fuerza haciendo que el roedor encima de mí salté por el susto.

—¡Qué asco! ¡Qué asco! ¡Qué asco! —repito mientras observó al roedor irse 

Me limpio el vestido con asco y algo de ansiedad, lo odio, odio a las ratas. 

De todas las noches en las que he pasado aquí, está definitivamente es la peor de todas.

Aborrezco tener que convivir con animales, y decir que viví con uno durante cinco años.

Me abrazó, me agachó y trató de dormir.

No puedo hacerlo, no puedo creer todo lo que he pasado, todos me abandonaron, estoy sola… y mi imperio ahora siempre lo estará. 

Bennett, ese perro infiel creyó dañarme con su infidelidad, pero lo que no sabe es que yo también le fui infiel, le vi la cara de estúpido —más de lo que ya la tiene— estoy segura que este imperio caerá bajo desgracia.

No sé porque estoy reflexionando, recuerdo mi infancia, los estándares de mi madre para que yo sea emperatriz, lo que ella soportó con la infidelidad de mi padre, los años de luz que viví con Bennett, la pérdida de mi primer embarazo, la infidelidad de mi esposo,  mi adulterio del cual no me arrepiento, la pérdida de mi segundo hijo,  y ahora esto.

Mi alma clama la libertad del sufrimiento.

El dolor se apodera de mí.

Pero la sonrisa en esos labios morenos, en esos ojos azules, en ese cabello plateado, me permite seguir. 

Verlo en las noches en mis sueños, con el que pudo ser nuestro hijo, llena mi alma de dolor en paz.

Sí ese niño hubiera nacido, escaparía con él en busca de su padre.

No importa lo que diga la alta sociedad, mis súbditos, mi… familia —sí la podemos llamar así — claro que no.

Mientras recordaba, me quedé dormida.

*** 

Es medio día, puedo identificarlo por la pequeña ventana que me permite ver la luz, la puerta de metal no permite que salga o entre algún sonido.

Eso hace más miserable el hecho de que puedan oírme.

Me entretengo con el collar, con mi ropa y trato de no pensar en comida aunque mis tripas me lo pidan.

Escucho pasos, es normal, de vez en cuando vienen a asegurarse que esté en la celda.

Es estúpido pues no hay como salir. 

Giro mi rostro a la puerta, que tratan de abrir, su sonido me alerta y me obliga a pararme. 

Aunque estoy sucia, no quiero que me vean con más miseria.

Hay dos guardias y por fin puedo ver la luz detrás de ellos.

—Alysa, su majestad el emperador nos a ordenarlo llevarla a su habitación, para que se prepare para su divorcio —comenta aquel hombre con voz gruesa 

—¿El sumo sacerdote está aquí? —inquirí 

Se demoró bastante 

—Sí señora —me respondió 

Asiento con la cabeza, mientras él me extiende la mano, no la tomó por mi orgullo. 

Sigo a un guardia que camina delante de mí, y el otro está detrás.

Como siempre muestro mi elegancia, es fundamental para mí, aunque estoy a unos cuantos momento de dejar de ser emperatriz.

Miro a mis alrededores y no hay mucha gente afuera, me parece extraño.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.