Fantasía de un último deseo

El jefe

Alex no entendía la situación. Había una bestia hace unos segundos que trató de matarlo. De la nada una mujer llegó y con solo apretar la mano hizo explotar aquella criatura. Y ahora esa mujer le estaba diciendo que la siga. Nada tenía sentido.

"¿Estoy muerto o seguiré durmiendo y todo es parte de un sueño? ¡Eso debe ser, nada de esto es real! Y esa mujer... ¡Qué alucinaciones! Y ahora me dice que la siga; con lo que le hizo a la bestia, de seguro me pasará lo mismo a mí. O peor. ¡Debe ser una secuestradora! ¡Me va a violar!"

―¡Qué tonteras piensas! ¡De verdad eres muy gracioso e ingenuo! ―le dijo la mujer, sonriendo― No, no soy una secuestradora ni violadora. Y esto es la realidad. Tienes suerte que haya alcanzado a llegar o sino en este momento estarías muerto. Basta de charlas, sígueme. El Jefe te está esperando.

La mujer comenzó a caminar. Alex estaba boquiabierto. En ningún momento había dicho en voz alta lo que había pensado y no creía que esa mujer supiera lo que pasaba por su mente. Era como si le hubiera leído todos sus pensamientos.

―Sí, Alex, te leí la mente.

―¿Cómo? ¿Quién eres? ¿Qué era esa bestia? ¿Qué fue lo que hiciste? ¿Cómo sabes mi nombre? ―preguntó Alex llevándose las manos a su corto pelo. Estaba nervioso y asustado―. No entiendo nada.

―¡Vaya que te gusta hacer preguntas! Si quieres saber todo eso, vamos con el Jefe.

―¿Quién es el Jefe?

―Sígueme.

―¿Y si me rehúso?

―Así que quieres que te pase lo mismo que a esa bestia ―dijo ella. Miró a Alex con una cara de maldad y empezó a hacer el mismo gesto con el que había matado a la criatura.

"¡No me queda otra opción más que obedecer!"

―Así me gusta ―contestó la mujer.

―Aunque sea dime cómo te llamas.

―Naomi.

Alex siguió a Naomi por unos largos veinte minutos. Prefirió guardar silencio y cooperar con la situación. Era mejor. Necesitaba comprender lo que estaba sucediendo. Ella sabía cosas sobre los extraños hechos que estaban ocurriendo a su alrededor. Sucesos que solo algunos veían. Recordó el momento en el que había visto la criatura frente a él. Las pocas personas que aún quedaban en la plaza no se alarmaron, siguieron en lo suyo como si nada ocurriera.

"¿Por qué solo algunos pueden ver esas cosas?"

―Pronto lo sabrás, Alex ―respondió Naomi. Había vuelto a usar su extraño poder.

Avanzaron por la solitaria avenida. De vez en cuando se escucharon de nuevo los rugidos y se veían bestias similares que caían del agujero que se formaba en el cielo. Pero Naomi los mataba a todos con facilidad.

―Esta noche hay una alta actividad ―dijo ella.

Llegaron a un amplio campo desolado y con muy poca vegetación que estaba detrás del Hospital General. Apenas había vegetación y el terreno se extendía por varios metros a la redonda, por lo menos un kilómetro de diámetro.

Naomi tocó un dispositivo que yacía en el suelo, oculto por la vegetación. Alguien que no prestara atención y no se agachara, nunca encontraría aquel aparato.

Una parte del suelo se abrió. Parecía la entrada a un sepulcro. Un camino subterráneo ―donde reinaba la oscuridad― se extendía por una larga escalera.

"¿A dónde piensa llevarme está loca? Nunca pensé que hubiera un lugar así en la ciudad..."

Naomi volteó a verlo, había leído nuevamente su mente y aquello de loca no le gustó para nada. Miró a Alex con claras intenciones de golpearlo, pero solo estaba jugando con él para ver cómo reaccionaba.

―¡Lo siento, solo fue un decir! ―dijo Alex con miedo de mirar los penetrantes ojos azules de Naomi. Aquella mirada lo inquietaba―. Todo esto es tan... ―Alex volteó a mirar la entrada, la oscuridad impedía ver el camino― extraño para mí.

"¿Podré algún día ver la luz del sol nuevamente? Siento que estoy entrando en la boca de un lobo. Yo solo quería saber qué está ocurriendo, pero creo que esto se va a convertir en un secuestro".

Naomi siguió descendiendo por la escalera. Alex hizo lo mismo. ¿Qué más podía hacer?

A los cinco minutos llegaron a una amplia casa.

"¿Qué mierda hace una casa aquí? El tipo debe ser todo un ermitaño".

―Al Jefe le gusta la soledad. Dice que es la mejor compañía en la vida. Aquí no hay ruido, no hay personas que vengan a molestarlo. Puede hacer tranquilo sus investigaciones y para nosotros es un buen lugar para entrenar.

―¿Entrenar?

Naomi siguió su paso hasta llegar a la puerta de la casa, ignorando por completo la pregunta de Alex. Él la siguió y entraron al lugar. Un espacioso salón los recibía. Mesas, sillas, sillones, papeles, todo estaba ordenado de una manera particular y llamativa, pero eso solo lo creía el dueño de la casa. Para alguien que recién la veía todo era un completo desorden. Y Alex así lo pensaba.

En la parte posterior, vio tres pasillos largos que llevaban a otras partes de la casa.

En el centro del salón, una persona sentada en una silla se encontraba mirando una pantalla gigante colgada del techo. En ella estaban transmitiendo las noticias del día. Debido a que estaba de espalda a ellos, Alex no logró ver cómo era.

―Jefe, he vuelto. He venido con Alex Steiner ―dijo Naomi.

"Así que ese de ahí es el Jefe... Qué bueno que ando con ropa deportiva, así por cualquier cosa que ocurra, salgo corriendo de aquí". 

―No te va a pasar nada. Tranquilo ―Naomi había vuelto a leerle la mente.

La pantalla gigante se apagó. La silla donde estaba sentado el Jefe se dio vuelta y éste se mostró.

―Gracias Naomi ―dijo el Jefe levantándose de la silla―. ¡Alex Steiner, un gusto conocerte! ―se acercó a él estrechándole la mano.

Alex correspondió su gesto sin protestar. Por ahora lo mejor para su seguridad era no armar un escándalo.

El tono de la voz del Jefe, alegre y entusiasta, contrastaba con el aspecto formal que tenía. Usaba una camisa blanca y pantalón de vestir negro. Sus ojos ―parecidos a los de un halcón― eran de color café y estaban acompañados por unos lentes. Era alto, medía más de 1,80 metros. Su cabello crespo, no muy largo y de color negro ―tenía una que otra cana prematura― se mantenía tieso gracias a un gel que le gustaba usar.




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