Fantasía de un último deseo

Al acecho

Estuvo a punto de perder la vida y eso lo enfureció. Las píldoras de Duriel lo habían salvado. Seguir así, merodeando por aquí y por allá, lo ponía en un riesgo innecesario. Vio al horizonte, el sol se estaba escondiendo desde el oeste. Ya se hacía tarde. Tenía que buscar pronto un lugar para descansar. Se acercó a un enorme árbol que estaba perdiendo las hojas, debido al cambio de estación. Lo golpeó con furia, partiéndolo a la mitad. Aún no podía creer que la muerte tocó su puerta.

―¡Mierda! ―exclamó furioso―. ¡Malditos humanos!

Balam cayó al suelo, apoyando su espalda en lo que quedaba del tronco del árbol. Miró al cielo. Apenas logró distinguir una que otra estrella. Buscó su planeta, pero sabía que no lo encontraría. Se hallaba a millones de años luz de la Tierra.

Tenía que volver a como de lugar a su planeta. La situación estaba muy agitada. Si quería reclamar lo que le corresponde, tenía que hacerse con el poder cueste lo que le cueste. Buscó en su memoria el por qué había estallado la guerra civil. Su padre, último rey, había fallecido por causas naturales. Aunque tenía sus dudas. Mucha gente lo odiaba por todas las atrocidades que cometió. Cuando regrese a su planeta, mucho más poderoso, mataría a todos los enemigos de su padre.

Luego de la muerte del rey, muchas familias querían apoderarse del trono. Ninguna iba aceptar que Balam tomase el mando. Sin embargo, Balam no se quedó de brazos cruzados, sabía muy bien que el rey iba a ser él. Le correspondía por linaje. Junto al ejército fiel de su padre, Balam comandó una dura batalla contra las familias. Lamentablemente fue herido por una de ellas. Se vio en la necesidad de huir muy lejos para salvar su vida.

Mientras escapaba el consejero de su progenitor se comunicó con él vía telepatía. Le dijo que la única forma de salvar a su planeta de una debacle causada por ellos mismos o de la amenaza de otros mundos, era consiguiendo el poder que yacía en la Tierra. Le encomendó esa importante misión. Le dijo que podría contar con dos colegas que estaban viviendo durante muchos años en ese planeta.

Si lograba apoderarse de tal poder, podía volver a su mundo para acabar la guerra civil y reclamar el trono. Y así lo iba hacer.

Cuando la noche se apoderó de la ciudad, Balam emprendió camino hacia el sur de Lyon. No se podía dar el lujo de descansar cuando había importantes cosas que realizar. Caminó toda la noche hasta que al fin llegó. Estaba frente al Lyon College. Un colegio de secundaria donde asistía mucha gente vestida de pantalones grises y una polera blanca.

Aún era de madrugada para que apareciera ella. Esperó pacientemente. Tenía pensado apoderarse de su cuerpo, junto a su enorme poder.

Hace unos días la había visto por primera vez. Logró encontrarla gracias a la ayuda de sus colegas. Caminaba rumbo al colegio junto a dos amigas. Conversaban de cosas cotidianas. Él se mantuvo a distancia, observándola. Memorizó cada rasgo de ella. Quería saber cómo era el nuevo cuerpo que iba a adquirir. Quedó sorprendido. Sin dudas era la dueña del poder.

Dejó de recordar y se concentró en el presente. El tiempo de espera había finalizado. La mujer había vuelto a aparecer. Era la primera persona que pasaba por ahí. Solo tenía que apoderarse de ella y volver a su planeta. Su objetivo estaba al alcance de su mano. Y para su suerte, ella caminaba sola. Esto será más fácil de lo que imaginé, pensó Balam.

―Hola ―dijo, interceptándola en el camino. Impidió que avanzara.

―¿Quién es usted? ―preguntó ella. Sus ojos miraron a un anciano con ojos de demonio. No alcanzó ni a estar en alerta cuando perdió el conocimiento.

Balam le había dado un certero golpe en la nuca. No quería matarla hasta tener la certeza de que podía apoderarse del poder. Sus colegas le dejaron avisado que sería muy complicado. Miró su hermoso rostro, con compasión. Aquella mujer nunca más volvería a ver la luz del día, pensó él. La arrastró por un campo que había frente al Lyon College. Agradeció a los dioses que viniera sola y que nadie viera lo que había sucedido. No quería asesinar más gente de la necesaria.

El cambio de cuerpo lo logró de forma exitosa. Al abrir los ojos vio que ya estaba en el cuerpo de la mujer. Sonrió, emitiendo sonoras carcajadas. Lo había logrado. Pero una voz proveniente del interior del cuerpo de la joven lo aturdió.

―¿Qué haces aquí? Esto pertenece a mi ama.

―Soy Balam. Futuro rey de... ―no alcanzó a terminar la oración cuando una poderosa fuerza lo expulsó fuera del cuerpo de la mujer.

―¿Qué demonios? ―exclamó con furia. Sus ojos no creyeron lo que acaba de pasar.

Trató de adueñarse nuevamente del cuerpo, pero una barrera mágica muy potente le impidió hacerlo. De pronto una extraña fuerza invisible lo paralizó, para luego dejarlo fuera de combate. Duriel, tenía razón. Sus colegas estaban en lo cierto. Ella es muy peligrosa, pensó antes de perder el conocimiento completamente.

Despertó seis horas más tarde. El cuerpo del joven viejo yacía a su lado. Pero el cuerpo de ella había desaparecido. Golpeó el suelo frustrado una y otra vez. No entendía que es lo que había pasado. Qué es lo que había fallado.

―Algo protege el cuerpo de esa perra ―y nuevamente golpeó la tierra. Se arrodilló golpeando, esta vez, su cabeza contra el suelo. No sabía que hacer ahora―. Estoy seguro de que ni siquiera sabe el poder que tiene. Es un desperdicio que algo tan grande esté en alguien tan débil e insignificante.

Se apropió nuevamente del cuerpo que había estado usando. Se vio en la necesidad de tomar una de las píldoras de Duriel porque el cuerpo abandonado había entrado rápidamente en descomposición. Su rostro se había llenado de tantas arrugas que lucía irreconocible. Las moscas volaban a su alrededor deseosas de saborear su piel podrida.

Cuando ya pudo moverse con normalidad, abandonó el bosque. Los alumnos del colegio estaban saliendo de la escuela. Se mantuvo oculto observándolos. Algunos salían jubilosos del recinto rumbo a sus casas. Otros iban a disfrutar la tarde con amigos. Y alguna que otra pareja se iría a disfrutar su romance en algún lugar. Pero a Balam lo único que le interesaba era poder saber dónde estaba ella. ¿Seguía con vida? Lo más probable es que sí, pensó.




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