Fantasía de un último deseo

Encuentros inesperados

El viernes al fin había llegado. Alex madrugó. Se sentía nervioso debido a que en unas horas más iría a la casa del Jefe a mejorar sus habilidades. Hasta el momento, ya no tenía dificultades en mostrar su poder espiritual. Cuando lo deseaba, se activaba casi al instante. Su estilo de lucha le gustaba. Ataques cuerpo a cuerpo con los puños, junto a un estilo de boxeo tipo fajador y a veces estilista. Un trabajo de piernas adecuado le permitía golpear con más potencia y también esquivar con facilidad. Se consideraba rápido, pero nunca al nivel de Max.

Salió de su casa a las siete de la mañana junto a su perro. El sol aún no salía tras la cordillera, pero ya no estaba oscuro. Miró el barrio en donde vivía. Era un sitio muy tranquilo. La delincuencia no era algo a diario. Pero aun así los pasajes del barrio contaban con seguridad en ambos extremos. Para ingresar o salir se requería una llave que solo los residentes del pasaje la poseían. Su casa se encontraba inserta en una zona de Lyon donde vivía la clase media. La gente se esforzaba en tener sus propias cosas y cuidarlas.

Avanzó lentamente. Para pasear a su mascota no prescindía de la correa. Rex caminaba libre y fielmente junto a Alex. Hace un tiempo atrás, ambos corrían juntos. Pero, actualmente, Rex solo caminaba, y todo debido a su edad. Ya tenía 17 años. Alex sabía muy bien que en cualquier momento su amigo moriría. Por eso, trataba de disfrutar cada momento con él.

En el gran paseo que dieron, Alex pensó en muchas cosas. Recordó a los Invasores gigantes que derrotó el día anterior. Lo mucho que costó significaba lo bastante que aún tenía que mejorar. Se recriminó los daños que le causó a la linda plaza. Las pérdidas habían sido muy severas. ¿Cuánto tiempo tardaría en repararse todo? Se preguntó.

Y ella volvió a ocupar el centro de sus pensamientos. No tenía claro lo que sentía, pero no negaba la fuerte atracción. Se preocupó que algo así podría seguir creciendo. Tenía que hacer algo para calmar ese revoltijo de emociones que podría causarle aquella hermosa mujer. Pensó que la solución sería no verla más, pero lo descartó de inmediato al saber que la vería todos los jueves en clases. Lo único que quería era evitar que su corazón terminara roto como hace unos años, cuando Susan lo lastimó.

Trató de desviar el flujo de sus pensamientos. En un mes más. tendría una competencia de cinco mil metros planos. Debía estar listo para ganar. Debía listo para batir su propio récord que estaba en los 16 minutos. Sería muy feliz si lograba aquello. Y más feliz estaría si la mujer que lo estaba volviendo loco, lo iría a ver correr... Era inevitable volver a pensar en ella.

Después de estar una hora caminando junto a su viejo amigo, volvió a casa exhausto. Acarició a Rex, mirándolo a los ojos con ternura. ¡Cómo amaba a su perro! Le dio un fuerte abrazo y un beso en la frente.

Cuando entró a su habitación, su celular estaba encendido. Hace poco había recibido una llamada de Yuuki. Y no solo era una llamada. Había cinco más. También le había mandado mensajes preguntándole cómo estaba y si iba a ir a la casa del Jefe más tarde. Le envió solo un "Sí". Yuuki le caía bien, pero a veces la encontraba muy insistente. Aquella vez que le envió un mensaje pidiéndole el número de celular junto a un corazón, quedó muy extrañado. ¿Y si Yuuki sentía cosas por él? Pensó cuando vio aquel extraño corazón. A pesar de que la consideraba muy hermosa y era muy buena persona, por ella no sentía nada. Poco a poco la veía como una muy buena amiga.

Habían quedado de juntarse en la casa del Jefe pasado las dos de la tarde, pero no quería esperar. Salió de la casa pasado las nueve de la mañana llevando consigo solo el celular. Si podía entrenar todo el día, lo iba hacer.

―¡Viejo! ¡Sal de tu madriguera! ―gritó Alex cuando estaba afuera de la casa subterránea. Al no tener respuesta, entró. La puerta no estaba trancada―. ¡Viejo, he venido para que me entrenes!

―Cállate, estoy detrás de ti ―respondió el Jefe. Bostezó. Hace unos pocos minutos se había levantado―. ¿Por qué será que nadie toca cuando entra aquí? ¡Son muy maleducados!

―¿Será porque siempre dejas la puerta abierta?

―Es verdad. Pero eso no les da el derecho de abrir como si nada.

―Si tuvieras la casa en la superficie ya te habrían robado hasta la ropa interior ―Se burló Alex.

―Deja de ser tan insolente. Ten un poco más...

―Viejo ―interrumpió. No quería seguir perdiendo el tiempo―. Quiero que me entrenes. Quiero empezar antes de que lleguen los demás.

―Veo que estás emocionado ―el Jefe se paseó por el salón principal. Consideró la opción de enviar a Alex al mundo que había construido. Pero aún era muy novato y no quería estar todo el día explicándole cómo funcionaba. Tenía planeado que los Cazadores Espirituales entrenaran juntos, pero considerando que ambos estaban solos, había una mejor opción para mejorar las habilidades de Alex. Se acercó a él y lo golpeó en la boca del estómago.

Alex alcanzó a duras penas a detener el golpe con el codo.

―Viejo. ¿Qué bicho te picó? ―Alex tomó distancia. Su codo quedó completamente entumecido. Movió el brazo para recuperar la movilidad.

―Tendrás un entrenamiento especial.

―¿Cómo es eso? ―dijo Alex. Se mantuvo en alerta. El Jefe lo podía atacar en cualquier momento.

―Acompáñame a la superficie ―el Jefe caminó rumbo a la salida de la casa.

Alex siguió al Jefe varios metros atrás. Ascender a la superficie, mirando al Jefe adelante, lo hizo tragar saliva. Desprendía un aura imponente.

―Pelearás conmigo ―dijo, luego de activar la barrera.

―¿Qué? ―Alex miró incrédulo. No podía creer lo que estaba por pasar―. Pero... yo no estoy a tu nivel, Viejo.

―¿Tienes miedo?

―No ―mintió. Todo su cuerpo tembló. Sintió que su voz perdió intensidad. Apenas lograba articular palabra―. Es solo que estoy sorprendido.




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