Fantasía de un último deseo

Recuerdos tormentosos

Una fuerte tormenta había azotado a Lyon. Las casas apenas resistían las tenaces ráfagas de viento. Querían arrasar con todo a su paso. Y lo lograron, pero solo en los árboles. Estos se desprendieron con facilidad, volando por los aires como si de plumas se trataran. Chocaban con casas, autos, señales del tránsito y mataban a una que otra persona que aún no encontraba refugio. La ciudad apenas aguantaba. El cielo, de pronto, se oscureció. Un enorme agujero negro cubrió toda la inmensidad. Un centenar de Invasores salieron de ahí. Venían apoderarse de la Tierra.

Alex vio como caían cada uno de los Cazadores Espirituales, a pesar de que batallaban usando todos sus poderes. Trató de salvarlos, pero fue en vano. Cuando estuvo a punto de morir, fue envuelto por las tinieblas. La ciudad de Lyon había desaparecido por completo. Y la profundidad de la negrura dio paso, de un momento a otro, a un campo conformado por una variedad infinita de flores. El sol radiante parecía sonreír y alegrarse del acercamiento que estaba por ocurrir. Los astros se reunieron en el cielo para ser testigos de un encuentro amoroso. Una reunión entre Luna y Alex. Ella le sonreía de la misma forma en como lo ha estado haciendo en las pocas veces que se han visto. Se saludaron de la misma forma cuando estuvo en la casa de ella cuando fue a visitar a Roxy. Pero su cara estaba borrosa. ¿Era realmente Luna? Sin darle más vueltas al asunto, la abrazó muy fuerte. No quería perderla. Él sabía que, si no lo hacía, ella desaparecería para siempre. De un momento a otro, pasó a ser espectador de la escena.

―Alex, pase lo que pase estaremos juntos. Si algo llega a salir mal, quiero que sepas que te amo. Te he amado desde el primer momento en que te vi. Has hecho tanto por mí... Estoy muy agradecida.

―No quiero perderte...

Ambos se abrazaron.

―Hay que terminar esto, tenemos que darle la paz al mundo entero. Alex, nuestro amor puede esperar. 

Volvió a tomar control de su cuerpo. Miró el rostro de Luna para contemplar lo hermosa que era. Le estaba gustando de verdad, y ya no era capaz de evitarlo.

Ella lo observó atentamente en ese reluciente y colorido campo de flores. Pero Luna, poco a poco se empezó alejar. Era Luna y repentinamente ya no lo era.

―Veo que ya dejaste de quererme ―dijo la mujer a lo lejos. Era una mezcla de dos mujeres.

Porque era Luna y era Susan. Luna en la sala del preuniversitario. Susan en la plaza. ¡En la maldita plaza! Ahí la había conocido y en ese mismo lugar decidió enterrar el sentimiento para siempre.

Y la tormenta volvió azotar la faz de la tierra, llevándose la fragancia y dulzura de Luna. Había quedado el recuerdo permanente y doloroso de Susan.

"Alex, me gustas mucho", le había dicho ella por el teléfono. Y él le creyó. El mayor error que había cometido en lo que ha vivido hasta ahora.

"Juntémonos en la plaza en una hora más. Te estaré esperando en la zona de juegos", siguió diciendo ella. Y él se alistó. Y se preparó. Y se ilusionó. Pensaba que era el comienzo del romance que tanto esperaba.

Al llegar a la plaza, la vio. Pero no estaba sola. Junto a Susan, estaba un hombre. En el momento en el que ella vio aparecer a Alex, abrazó a su acompañante, para luego besarlo con intensidad.

Alex observó todo en silencio mientras se acercaba lentamente a ambos. Se abalanzó sobre el amante de Susan. Quería golpearlo. Y si hubiera tenido la fuerza lo habría hecho. Pero en ese momento era débil y por dentro estaba roto.

El sujeto le golpeó la mandíbula. Alex cayó al suelo junto a lágrimas de dolor.

―¡Eres una puta! ¡Eres una desgraciada! ¡Lo planeaste todo, maldita seas, todo! ¿Yo que te hice? ¡Mierda! ¡Me lastimaste de principio a fin! ¡Dime, qué te hice! ―gritó de tal forma que sintió que la garganta se desgarraba con cada alarido.

―Fuiste una molestia desde un principio. Esta fue la mejor forma para deshacerme de ti. No dejaste de acosarme en toda la secundaria. Me mandabas cartas de amor, me invitabas a salir y varias de nuestras citas las acepté por lástima. En un momento casi te di una oportunidad, pero me di cuenta de que no quería estar con alguien como tú.

―Vete a la mierda ―fue lo único que le dijo y fue la última vez que la vio.

Nicholas ―que había recibido la llamada de un eufórico Alex unos minutos antes de que se desarrollarán los acontecimientos― alcanzó a observar lo que sucedía, pero aún estaba lejos y no llegó a tiempo para evitar que su amigo saliera herido sentimentalmente por culpa Susan y golpeado por el sujeto. Lo único que pudo hacer fue ser de apoyo para Alex. Pero el alma de Alex ya estaba fracturada. Y estuvo muerto sentimentalmente durante mucho tiempo... hasta que conoció a Luna.

Despertó en la madrugada. Despertó en el presente. Los ojos los tenía llorosos. Había tenido muchos sueños, pero lo último que soñó donde apareció Susan en la plaza, había ocurrido en la vida real hace dos años. Golpeó el colchón de la cama, desesperado por los recuerdos que lo atormentaban. Por un momento, la imagen de Luna volvió a él.

―No me puede volver a gustar alguien. Me pasará lo mismo, estoy seguro ―dijo entre sollozos. Pero tenía que aceptar la verdad―. Me he vuelto enamorar. Y esta vez de Luna. Es que no dejo de pensar en ella. ¿Cómo es posible?

Se mantuvo durante varios minutos mirando el techo. ¿Cómo podía conquistarla? ¿Cómo podía evitar un nuevo fracaso amoroso? La experiencia que tenía sobre relaciones de pareja era casi nula. Lo único que le servía de ejemplo eran los líos amorosos de sus mejores amigos. Sin embargo, todas esas relaciones terminaron en fracaso. ¿Qué ejemplo podía sacar de ahí?

En su mente imaginaba cómo sería su primer beso con Luna. Se imaginaba recorriendo sus labios lentamente, partiendo por las comisuras, y luego acercarse lentamente al centro. Y besarla con intensidad. Pero aquello solo eran fantasías. Además, nunca había besado a alguien. Por más que se lo imaginara, no podría saber lo maravilloso que era.




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