Fantasía de un último deseo

El enemigo que se avecina

La caída del Invasor gigante había derrumbado otro cerro del sector. Las personas de la ciudad al ver como se demolía y destruía el paisaje arrancaron temerosas hacia la dirección opuesta. Daba igual donde estuvieran y lo que estuviesen haciendo. Toda la gente pensaba que el mundo se estaba acabando. Sin dudas, el caos se había apoderado de Lyon. Fue necesaria la intervención del Presidente para convencer a la gente de que todo ataque terrorista había finalizado y que podían volver a sus casas. Un atentado dado por grupos violentistas y anárquicos era la opción más realista para la gente común y corriente y que explicaba lo que había sucedido. La policía, tras el último derrumbe, prohibió el ingreso de cualquier civil en la zona. El lugar iba a quedar completamente cerrado, para que la policía y la fuerza militar hicieran los trabajos de investigación correspondientes.

Los Cazadores Espirituales se encontraban caminando rumbo a la casa del Jefe. Estaban cansados y fatigados debido a lo ocurrido. A pesar de haber ganado, estaban sin ánimos porque mucha gente que vivía en el sector afectado murió, y los que se salvaron perdieron sus hogares.

―Qué bueno que no pasó a peor ―dijo Yuuki rompiendo el silencio.

―Tienes razón ―prosiguió Naomi. Estaba preocupada por el Jefe. El poder de Duriel es suficiente para matarlo. No se apuraba pues no quería causar pánico entre los Cazadores. No, después de la extenuante batalla que habían tenido. Quería confiar en que el Jefe era capaz de mantener a raya a Duriel―. Si no hubiera sido por Alex...

―Yo no hice mucho. Fue un trabajo en equipo que salió exitoso ―Alex apenas tenía energías para hablar. Su voz la escuchó apagada. Se sentía muy agotado. A pesar de que Luna había curado sus heridas, el mareo y el dolor de cabeza no lo dejaban en paz.

No dijeron ninguna palabra más en todo el camino. Ni Max, que era bueno para parlotear, tenía los ánimos suficientes para hacerlo. Solo quería descansar.

El Jefe los estaba esperando a todos, tenía información valiosa que darles. Naomi respiró aliviada al verlo tan tranquilo.

―Me alegro de que hayan podido derrotarlo ―exclamó el Jefe cuando ya todos estaban sentados―. Es algo que me llena de júbilo y orgullo.

―Pero Viejo, ¿dónde te metiste? ―preguntó Alex―. El enemigo fue muy poderoso esta vez y estuvimos cerca de perder. Necesitábamos de tu ayuda.

―Lo sé. Y me disculpo. A mí me surgieron otros problemas que tuve que hacer frente ―antes de que los Cazadores le preguntaran sobre cuáles eran esos asuntos tan urgentes, cambió el rumbo de la conversación. No era el momento para que ellos supieran la existencia de Duriel―. De todas formas fueron capaces de derrotar a un rango dos sin mí.

―¿Rango dos? Es la primera vez que veo uno. ¿Son todos así de gigantes? ―preguntó Max. En sus manos tenía una manzana que había sacado de la mesa del Jefe. La mordía enérgicamente. El hambre le estaba devorando las tripas.

―Realmente no lo sé. Creía que no, pero por lo visto hoy, quedé con muchas dudas. Lo más probable es que su aparición se debe a la fusión de todos los Invasores que no se han mostrado este último tiempo. Ya parecía tan raro estar tanto tiempo sin matar a uno.

―Ojalá que ahora solo aparezcan Invasores rango cuatro y cinco para que no salgan más de estos gigantes ―Yuuki resopló. Se lamentaba haber actuado tan poco en la batalla. Permitió que el miedo se apoderara de ella y eso afectó en su rendimiento.

―Yo todavía sigo asustada. Es el primer Invasor al que me he enfrentado ―Luna había hablado por primera vez después de derrotar al Invasor. Sus ojos miraban al suelo―. Murió mucha gente. Recordar sus cuerpos me da una pena tremenda. No fui capaz de hacer mucho.

―Todos tenemos parte de responsabilidad ―respondió el Jefe―. Pero el que tiene la mayor culpa soy yo. Debí haber previsto que algo así sucedería.

El silencio nuevamente volvió a reinar en los Cazadores. Una densa energía negativa se apoderó de la casa del Jefe.

―Lo que yo quiero saber es que estabas haciendo mientras nosotros peleábamos ―insistió Alex. Estaba muy molesto debido a que el Jefe no fue a ayudarlos.

El Jefe se levantó de su asiento. Se paseó por el salón principal pensando en todo lo que había pasado. Volvió a hablar, pero esta vez de pie. Se sentía nervioso. Le lanzó una mirada a Naomi. Con su pensamiento le pidió que no contara nada sobre Duriel.

―Cuando apareció el Invasor y ustedes fueron corriendo a pelear, me llegó un mensaje a mi correo electrónico. No tenía asunto y el destinatario era desconocido. El mensaje que salía era "OBSERVA COMO SE DESTRUYE LYON Y COMO MATARÉ A TUS CAZADORES". Seguí la ruta de donde había venido, pero no fui capaz de encontrar el origen.

―¿Qué mierda? ―dijo Max, extrañado.

―Eso no es todo ―prosiguió el Jefe. Miró a Alex para saber si había quedado conforme con la respuesta, pero él seguía con el ceño fruncido. Suspiró―. Cuando lo derrotaron otro mensaje me llegó del mismo destinatario desconocido. Decía "ESTA VEZ SE SALVARON. PERO ESTO ES SOLO EL COMIENZO".

Silencio. Todos se imaginaban cosas peores de las que había pasado.

―¿No crees que pueda ser una broma? ―sugirió Yuuki.

―No. Esa persona sabía muy bien lo que estaba pasando. Observaba la situación porque supo cuando habían derrotado al Invasor.

―¿Quieres decir que hay una cabeza en todo esto? ―preguntó Max. La idea de pelear con Invasores más fuertes lo animaba y enfurecía al mismo tiempo―. Espero que no sea un gigante de cien metros. Ya tuvimos suficiente con eso.

―Gigante no sé. Pero, sin dudas, hay alguien que está controlando todo ―y no es Duriel, pensó el Jefe―. Esa cosa gigante no surgió sola.

―Da igual cuantas cabezas haya, nosotros tenemos que seguir entrenando y hacernos más fuertes para defender este mundo. No tiene caso que nos calentemos la cabeza en tonteras. Si llegara a aparecer el tipo del mensaje, nosotros tenemos que matarlo ―dijo Alex. Con su puño había golpeado fuerte el reposabrazos de la silla.




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