Fantasía de un último deseo

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Dos meses transcurrieron tras el accidente de Alex. El Jefe buscó por diversas fuentes de información, pero no fue capaz de encontrar al sujeto que envió los mensajes tras la irrupción del Invasor Gigante. Tampoco fue capaz de hallar información sobre el supuesto individuo de capucha negra que asesinó al abuelo del amigo de Alex. Habiendo transcurrido tanto tiempo dieron por hecho de que Nicholas de verdad había soñado todo. 

Sin embargo, Alex no se podía quedar tranquilo ni conforme con las explicaciones del Jefe. Una parte de él sabía que todo lo que había sucedido era verdad y que su deber era encontrar al sujeto de capucha negra para evitar más muertes. Siguió por su cuenta tratando de averiguar y encontrarlo, pero su búsqueda no llegó a buen puerto.

Las cosas con Luna no avanzaron nada. Después de haber sufrido la caída solo la veía en las clases de lenguaje, pero en reiteradas ocasiones ella no asistió por lo que las veces que logró hablar con ella durante esos dos meses fueron contadas con los dedos de una mano. Alex pensó que siendo ella Cazadora Espiritual podría acercarse con más facilidad, que iban a tener conversaciones más fluidas, que iban a entrenar juntos en la casa del Jefe y que quizás habría sido capaz de invitarla a salir, pero no fue así. Coincidían muy poco en la casa del Jefe y casi ni hablaban debido a que este último los entrenaba en salas separadas. Sentía que ella lo estaba evitando y que no le agradaba su presencia. Y justo cuando ya tenía la determinación de decirle lo mucho que le gustaba ―luego de aclarar completamente sus sentimientos tras la conversación con Susan―, la oportunidad no se presentaba.

Yuuki y Max estaban cada uno en su mundo.

Max seguía insistiendo a Alex para tener un duelo, pero este no aceptaba nunca. Quería tener luego su combate y así demostrarle que era más fuerte que él. De vez en cuando competían para saber quién mataba a más Invasores en un día.

Yuuki estaba bipolar. Había momentos en los que estaba muy feliz, pero otros en los que se entristecía y se enojaba mucho. Sus sentimientos por Alex la tenían así. Y el ver que él ni la tomaba en cuenta le dolía más, y no solo eso, también le afectaba que Alex solo la consideraba como una amiga.

Cada Cazador Espiritual, excepto Alex, fue capaz de mejorar sus habilidades.

La fuerza de las flechas de Yuuki había mejorado y penetraban más profundo objetos muy gruesos. El abanico de armas que podía usar aumentó considerablemente. 

Luna estaba aprendiendo diversos hechizos de magia y de vez en cuando escuchaba una voz extraña en su interior. No le prestaba mayor atención.

Max presumía que estaba desarrollando una súper técnica que dejaría con la boca abierta a todos.

Alex tenía problemas, sus habilidades parecían haber llegado a su tope.  El Jefe le prohibió ir al mundo virtual a enfrentarse con el espadachín, pues no tenía sentido si no era capaz de mejorar sus habilidades. Estaba preocupado y no sabía qué hacer para revertir aquella extraña situación por la que estaba pasando.

Agosto había llegado. El invierno poco a poco estaba cediendo frente al insistente sol que trataba de asomarse entre los días nublados. El mes anterior había sido muy lluvioso y frío, por lo que el astro era una salvación anticipada de la primavera que pronto llegaría.

Un lunes a mediados de mes, el momento se presentó para Alex, una oportunidad que tuvo que forzar para que se diera. Debido a que no le gustaba como se sentía por dentro, quería gritar sus sentimientos a los cuatro vientos.

"No puedo hacer nada si ella no sabe lo que siento. Cada vez que la veo el corazón se me aprieta y se acelera a miles. Tengo que dar el paso decisivo. Ese paso arriesgado y valiente. Si hoy la veo le diré todo sí o sí. Tengo que declararme".

Ese día tras estudiar toda la mañana en la biblioteca, Alex fue al preuniversitario a darse una vuelta, esperando ansiosamente encontrarse con Luna. Y así fue. Andaba con suerte. Para su mala suerte ella estaba acompañada con varios compañeros de su mismo colegio. A pesar de aquello, se atrevió a acercarse.

―Hola Luna ―dijo Alex tímido.

―Hola ―respondió ella―. Hace tiempo que no te veía. Mi hermana está un poco molesta contigo porque no has ido a visitarla.

―He estado muy ocupado. Pronto iré a verla. Avísale de mi parte.

Luna asintió.

―Tengo una clase de ciencias. Nos vemos en...

―¿Podemos hablar... en privado? ―interrumpió Alex. No iba a dejar pasar la oportunidad. Miró a los demás suplicando que los dejaran solos―. Tengo algo importante que decirte.

"¿Algo importante? Vaya, vaya, ¡vengo dispuesto a todo! ¿Seré capaz de decirle mis sentimientos? ¿Estoy dispuesto a arriesgarme a pesar de que no conversemos mucho? No lo sé. Me da miedo. Si me confieso, podría hacer que ella se aleje para siempre de mí. No quiero que pase eso... Pero ella  me dijo la otra vez que era un buen hombre".

―Bueno, vamos afuera ―dijo ella.

Salieron del lugar. Luna estaba vestida con su habitual uniforme de colegio, tan hermosa como siempre.

Fueron, en silencio, a la plaza donde una vez Alex peleó junto a Max con los Invasores de quince metros. Estaba completamente reconstruida. Ya era hora de confesarse, si es que podía.

"No quiero que ella se aleje de mí. Me costó un montón poder hablarle, poder conocerla. Tal vez esto es un error, un mal cálculo..."

―¿Qué necesitas? Como te dije, tengo pronto una clase. No quiero llegar atrasada ―preguntó Luna, con la intención de hacer la conversación lo más corta posible para volver con sus amigos.

"¿Qué es lo que me hace quererla tanto? Si apenas hablamos, nos conocemos muy poco, la veo de vez en cuando. Pero mi corazón... siempre que la veo, se acelera feliz, y yo... quedó embobado con su sonrisa".

―Veras...

"Su sonrisa.... Me encanta mirarla, es tan radiante. Cuando la veo, me siento como en un hermoso sueño..."




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