Fantasía de un último deseo

El Hospital Militar de Lyon

Después de caminar por casi treinta minutos, Alex llegó a la casa de Yuuki. Antes de tocar la puerta, ella ya estaba saliendo. La sorpresa para ambos fue total y de absoluto desconcierto.

Ella estaba vestida con un corto vestido azul que dejaba relucir gran parte de sus piernas. Su pelo estaba completamente alisado. Sus labios estaban pintados de rojo carmesí acompañado de maquillaje en sus ojos y mejillas. Se veía unos años mayor.

―¿Eres... Yuuki? ―preguntó Alex, sorprendido y confundido. No dudaba de lo hermosa que se veía, pero no encontraba explicación de para qué estaba vestida así.

―Claro que soy yo.

Ella vio a Alex y quedó decepcionada por la sencillez de él. Iba con zapatillas, un pantalón corto, y una polera. Todo completamente deportivo. En su espalda llevaba una mochila que parecía estar bien cargada. ¿Así se arregla para una cita?, pensó Yuuki.

―¿Por qué estás vestida así?

―¿Por qué? Me invitaste a salir. Pensé que tenía que verme linda.

―Estás muy linda ―Alex se llevó las manos a la cabeza. Recordó la conversación de anoche. Se recriminó porque debió haberle contado el motivo de la salida―. No era necesario que te vistieras así. Lo siento mucho. Debí haberte explicado con claridad para qué te necesito.

Yuuki miró al suelo avergonzada. No es una cita, tanto escándalo para nada, pensó con una profunda tristeza.

―¿Qué es lo que sucede?

Alex le contó todo lo que estaba ocurriendo en Lyon. Además, le mencionó toda la información que encontró por Internet y la muerte del abuelo de su antiguo amigo.

―¿Qué traes en la mochila? ―Le preguntó Yuuki. Se sentía un poco molesta. Solo quería volver a la casa para dormir tras una noche de esfuerzo desperdiciado. Sin embargo, había razones de sobra para ir a investigar al Hospital Militar.

―Una computadora portátil. Si tenemos suerte, será útil. También traigo unas linternas y un cuchillo.

Yuuki suspiró. No estaba enojada con Alex. Su molestia era con ella misma por haberse ilusionado tanto.

―Iré a cambiarme. Espera unos minutos.

Ella entró a la casa muy cabizbaja. Su tía que vio todo tras la ventana, le preguntó que había pasado.

―Me invitó a hacer deporte. No era más que eso.

―Al menos te considera. No te rindas.

Cuando Yuuki salió, iba vestida muy parecida a Alex. Se había sacado todo el maquillaje de la cara por lo que había vuelto a su color habitual, aunque tenía una expresión muy sombría.

En el bus de camino al Hospital Militar se mantuvieron completamente en silencio, cada uno distraído miraba el celular.

―Creo que fue un Invasor. El Jefe una vez me dijo que ellos eran los culpables de casi todas las muertes que ocurren a diario ―dijo Yuuki, rompiendo el incómodo silencio.

―También creo lo mismo. Pero eso era antes de que todos apareciéramos y nos hiciéramos Cazadores Espirituales para detener las muertes. Ojalá que encontremos algo importante.

―Me hubieras explicado todo anoche. Con el cansancio pensé cualquier cosa.

―Lo siento. Si te contaba lo que sucedía quizás no ibas a querer venir. Estamos haciendo todo esto sin antes haberlo consultado con el Viejo.

―Pensaste mal. Te iba a acompañar sí o sí.

El viaje en el bus duró casi una hora. Habían cruzado casi toda la ciudad hacia el norte. Tras caminar quince minutos vieron el lugar de destino a lo lejos. Era enorme. Sobresalía en el sector por ser lo más alto. El resto eran casas que a lo más tenían dos pisos.

Siguieron avanzando lentamente. Sin embargo, tuvieron que esconderse en un pasaje. La calle principal del hospital estaba llena de militares. Tratar de entrar iba a ser todo un problema y ambos consideraron que adentro habría mucha más seguridad militar. La vigilancia, a simple vista, era imposible de penetrar.

Recorrieron las calles y pasajes que rodeaban al hospital, pero no había forma de pasar inadvertido. Todas estaban protegidas por soldados. El recinto era custodiado al menos cien metros a la redonda.

―Alex, hubiera sido mejor que viniera Max. ¿Por qué no le dijiste? ―preguntó Yuuki―. Con su técnica de teletransportación habríamos podido entrar al hospital sin ningún problema.

―Sí, lo había pensado anoche. Quería que los dos vinieran, pero él es muy ruidoso. Nos habrían pillado de inmediato.

―Tienes razón. Es un idiota. ¿Pero entonces qué haremos? ¿Alguna idea?

"Habrá que dejar inconsciente a un par de militares".

―Nos vestiremos como ellos. Ven, sígueme.

―¿Qué? ¿Estás loco?

Corrieron hasta la calle más lejana y desolada del sector. Para su suerte había un grupo de cuatro soldados conversando. Alex se acercó rápidamente y golpeó a cada uno en el cuello. Ninguno se dio cuenta qué fue lo que los atacó. Cayeron inconscientes al suelo.

―Alex, si nos pillan ahora, nos iremos a la cárcel ―Yuuki preocupada, se estaba arrepintiendo de no haber hablado antes las cosas con el Jefe―. Atacar a un soldado de la nación nos puede llevar a la cadena perpetua.

Con el dedo índice de la mano derecha tocando sus labios, Alex le pidió el mayor silencio posible.

―Ayúdame a cargar sus cuerpos ―Alex miró a su alrededor. Primero quería comprobar que no hubiese ningún miliciano cerca. Tras darse cuenta de que estaban solos, buscó dónde esconder a los militares. La respuesta estaba frente a sus ojos―, ocultaremos los cuerpos en los contenedores de basura. Si tenemos suerte, cuando despierten estaremos muy lejos de aquí.

Yuuki no tuvo más remedio que aceptar. Se estaban metiendo en un problema y todo por querer encontrar algo en el hospital que quizás ni estaba. Quería confiar en Alex, pero sus impulsos y arrebatos en querer encontrar la verdad del asunto la inquietaban.

Cargando uno a uno los cuerpos, Yuuki afirmando las piernas y Alex la cabeza, los tiraron dentro de los basureros, no sin antes sacarle la vestimenta a dos de ellos. Se pusieron esos atuendos encima de la ropa deportiva y salieron del pasaje.




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