Fantasía de un último deseo

De vuelta al hospital

No sucedió nada los días antes de volver a ir al Hospital Militar. Todos estuvieron pendientes a las noticias que mostraban en la televisión, en los diarios, en sitios web y en la prensa internacional; atentos a si ocurría otro atentado similar al que aconteció el lunes en aquel lugar. Sin embargo, fueron unos días muy tranquilos.

El director del hospital había quedado con prisión preventiva por el momento, hasta que se encontrara más evidencia sobre lo sucedido. El fin de semana habría duelo nacional por la cantidad de muertes que hubo, no solo durante el transcurso del lunes, sino también por los militares muertos en la explosión del cuarto piso ocurrida el día siguiente. Las autoridades del país decidieron derrumbar el lugar a la brevedad y así evitar más desgracias.

Ante la duda y deseoso de encontrar algo más, Alex volvió a revisar las grabaciones, pero no había nada más interesante que ver en ellas. Revisó los papeles que extrajo de la mesa de la sala de vigilancia, pero solo eran historiales médicos. Trató de recopilar información en el navegador web por si alguien había visto a esta persona de negro en algún lado, pero lo que encontró era pura ficción, nada real.

Alex fue el primero en llegar a la parada donde se iba a reunir con el resto de los Cazadores Espirituales. A los minutos después, vio llegar a Max y a Yuuki. Ambos venían con el uniforme del colegio. Mientras conversaba con ellos, pensó en Luna. No la veía desde aquel fatídico lunes donde decidió declararse. Recordar el momento le causaba mucha vergüenza.

―Hola a todos ―Luna apareció tras estar esperándola veinte minutos―. Perdón por el retraso. Tuve problemas para salir del colegio. Estaba en una prueba de Química muy difícil por lo que el horario de salida se postergó. Inventé cualquier cosa para que me dejaran salir.

Alex observó a su amada en silencio. Estaba feliz por verla, pero le preocupó su aspecto cansado. ¿Qué le estará pasando? A pesar de que se veía muy desarreglada, su belleza no mermaba.

―¿Qué sucede? ―Max agarró a Alex de sorpresa por la espalda, apretándole el cuello con sus brazos―. Hace varios minutos que te veo distraído y con cara de pocos amigos. No me digas que te declaraste a otra mujer.

―No molestes ―se lo sacó de encima con un fuerte codazo en el abdomen. A pesar de que le irritó la suposición de Max, no pudo evitar sonreír.

"¿Y si me declaro de nuevo?"

―Déjate de payasadas. Ahí viene el bus ―dijo Yuuki. Ella tampoco se veía con buena cara. El hecho de ver a Alex y a Luna tan cerca le provocaba una oleada de celos. Pasara lo que tenga que pasar, sus planes eran impedir cualquier cercanía entre los dos.

―No seas tan seria. Solo quería quitarle la cara de angustia a nuestro amigo.

―¿Estás bien? ―preguntó Yuuki. Era capaz de entender la incómoda situación en la se que encontraba, porque ella estaba pasando por lo mismo.

―Sí. No se preocupen por mí. Aún sigo afectado por todos los muertos que ha causado el desgraciado de la túnica.

―El Jefe me explicó todo lo sucedido. Perdón por no haber estado ahí para apoyarlos. Lo que no entiendo es por qué vamos tres días después de la ultima vez que fueron ustedes y para qué vamos de nuevo. Es muy probable que no lo encontremos.

―Yo también me cuestioné con las mismas preguntas ―respondió Max rápidamente.

―El Viejo también estaba al tanto de todo eso. Lo que yo creo es que quiso dejar un margen de días por si volvía actuar en otro lugar. Hecho que no sucedió. Al no tener más pistas sobre él, lo mejor que podíamos hacer era ir hoy al Hospital Militar, considerando que ustedes salen a medio día de clases.

―¿Y qué haremos si lo encontramos?

―Nuestro trabajo como Cazadores Espirituales ―respondió Alex, mirando a Luna a los ojos. Una mirada llena de determinación. Iba a matar al sujeto cueste lo que cueste.

El bus, en su interior iba con su capacidad de asientos casi ocupados. Con apenas cinco puestos libres, los Cazadores se fueron sentando según su orden de ingreso al bus. Luna entró primero y se sentó junto a la ventana. Alex iba detrás y ―tras dudar durante varios milisegundos en su cabeza―, decidió asegurar el sitio al lado de Luna. Ella sacó un libro para así evitar cualquier conversación con él.

Yuuki venía más atrás. Ver aquellos sentados juntos la disgustó. No le quedó más opción que colocarse al otro lado del pasillo, junto a la ventana. Max se sentó al lado de ella. Ante un arrebato de ira, Yuuki le pegó a su compañero un fuerte golpe en el hombro izquierdo.

―¿Pero a ti que te pasa? ―preguntó él.

―¡Eres una molestia!

Desde el otro lado, Alex los miró sonriendo. Aquellos dos le subían mucho el ánimo. Era muy gracioso verlos pelear a cada momento.

―Luna ―Alex habló con un timbre de voz tranquilo. Su semblante era sereno. Pero su interior era un revoltijo de emociones.

Ella cerró el libro abruptamente. Estaba molesta por la interrupción, pero también nerviosa por no saber que decirle a Alex.

―Lo siento. No quiero molestarte ―Alex se percató de la reacción de ella. Sintió como miles de cuchillos lastimaban aún más su herido corazón―. Solo quiero conversar un poco contigo. Pero si no quieres te puedo dejar tranquila.

―No hay problema ―dijo ella ocultando su molestia―. Después puedo seguir leyendo.

―¿Cómo has estado? ―fue lo primero que quiso preguntarle tras las dudas que había generado su aspecto.

―Bien, aunque estresada. El colegio es muy exigente y a veces he tenido que pedir permiso urgente para salir por, ya sabes, aparecen Invasores.

―Entiendo.

"¿De verdad estará mal por el estrés del colegio? No me lo creo. Hay algo más".

―¿Y tú? ―una pregunta de cortesía, pues lo que menos quería era seguir hablando con él. En sus hombros cargaba una pesadumbre marcada por noches de mal dormir y pesadillas de todo tipo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.