Fantasía de un último deseo

Diario de vida VIII

Con la ayuda del Jefe, logramos seguir el rastro que ha estado dejando Duriel dentro de la Universidad. Ha costado muchísimo porque la cantidad de personas desaparecidas o muertas ha aumentado exponencialmente durante el último mes, llevándonos a muchas confusiones y caminos sin salida.

Naomi no se equivocó. Efectivamente, Duriel ha estado interesado en las investigaciones científicas secretas que la Facultad de Medicina de la Universidad de Lyon ha realizado. Por lo visto, aquel es el principal motivo que lo mantiene en la ciudad.

La Universidad, desde sus orígenes (se fundó en el año 1900, si no me equivoco), efectúa incontables investigaciones en el ámbito del ser humano que se tienen que mantener ocultas debido a que son moralmente incorrectas.

El Jefe nos ha contado que muchas de ellas incluyen abusos y maltrato tanto físico como psicológico. Él ha tratado de eliminar aquellas prácticas, pero siempre se lo han impedido. A pesar de ser un científico reconocido a nivel mundial, no ha podido ponerle fin y solo lo ven como un simple peón que debe callar y obedecer.

Hemos concluido, tras las tantas muertes, que Duriel ha estado muy interesado y según la evidencia, ha participado en experimentos de cultivos de células madre, regeneración, combinación de material genético entre distintos animales, la clonación humana y revivir a los muertos. Sí, suena bastante terrorífico.

Tres semanas después de tener mi encuentro contra el Emisario de la Muerte y Duriel (tengo que volver a precisar de que no fue un encuentro como tal. Él solo envió cuerpos Espirituales mientras se cobijaba en su escondrijo. ¡Qué rata más desgraciada!), el Jefe ayudó a que me pudiera acercar al Doctor Silvester, un distinguido médico de Neurología. Naomi y yo tratamos muchas veces, pero fue imposible. Estos señores se creen los dioses del universo y solo se relacionan entre ellos y con sus ayudantes. Al resto los ven como basura.

Cualquiera pensaría que el Doctor Silvester es un viejo que solo sigue ejerciendo para sacar más dinero. Y así es. Su baja estatura y grandes incisivos me hicieron recordar a un conejo, uno bastante gordo y con una mirada perversa y avariciosa. Constantemente movía sus manos en señal de un nerviosismo congénito. Por las canas de su escaso pelo en los costados de su cabeza, concluí que tiene 70 años como mínimo. Usando su bata blanca quería simplemente demostrar el estatus que tenía sobre nosotras.

En fin... Lo primero que nos reveló fue que tres alumnos que ya están muertos insistieron en acercársele, haciendo preguntas sobre su investigación. Él se negó rotundamente a entregárselas. Lo que encontró muy curioso fue que los alumnos fueron en distintas ocasiones y no a la vez. Tras cansarse el primero, aparecía otro y así fue hasta que se enteró que los tres habían desaparecido o estaban muertos.

―Lo más extraño ocurrió después, cuando mi ayudante, alumno de cuarto año de Medicina, empezó hacerme las mismas preguntas, pero de una manera más sutil. Al final le terminé compartiendo todo lo que sabía de mi investigación. Confiaba en él. Lamentablemente, desde hace una semana que no lo he vuelto a ver.

―Lo siento por darle esta información ―reveló Naomi con tranquilidad―. Está muerto. Su cuerpo fue hallado hace unas pocas horas. Por eso nos acercamos a hablar con usted, por la cercana conexión con aquel alumno.

―No puede ser posible. Es una gran pérdida para la ciencia. Aquel joven poseía muchas cualidades.

―¿Qué tipo de información le entregó?¿En qué se basa su investigación? ―pregunté presionando un poco más. Estaba cansada de dar vuelta en la conversación sin llegar a ningún puerto fijo.

―Es confidencial ―exclamó el doctor, cruzándose de brazos.

―No te preocupes, Silvester. Te doy mi palabra de que no será revelado ni tampoco te quitaremos el crédito si descubres algo. Ni tampoco lucharé para que las autoridades confisquen tu estudio. Hace tiempo que me cansé de detenerlos, mientras las cabezas de arriba sigan corruptas no hay nada que pueda hacer. Puedes confiar en mí. Estamos a cargo de averiguar el misterio de todas las muertes y desapariciones que desde hace mucho tiempo azota a la Facultad ―aclaró el Jefe.

―Está bien ―aceptó el doctor a regañadientes.

¡Qué correcta decisión fue traer al Jefe con nosotras!

El Doctor comenzó hablando sobre su investigación secreta. Fueron casi dos horas de charla. Lo que puedo decir de resumen es que inició mencionando que está en búsqueda de la forma de regenerar tejido cerebral por medio de las células madre. Luego siguió una explicación muy enredada de cómo regenerando el cerebro podría hacer que el ser humano evolucionara intelectualmente, hasta incluso, convertirnos en una nueva especie. Terminó mencionando de que también experimenta con seres extraterrestres, que secretamente se sabe de más de una docena de civilizaciones que viven en planetas muy lejanos al nuestro.

Aquello ultimo si me sorprendió. Creí que solo existían los Invasores.

Entendí muy poco tanta palabrería científica. Mi mente daba vueltas en saber el por qué Duriel estaría interesado en algo así... Mientras más avanzo, más preguntas tengo.

A fin de cuentas, no fue mucho lo que pudimos averiguar del viejo doctor.

Pasó una semana más, registrando las defunciones en la Universidad y siguiendo el orden correcto de los fallecidos que nos dio el Doctor Silvester. Averiguamos de qué había un laboratorio encargado de la regeneración de partes específicas del cuerpo humano usando células propias y de extraterrestres. El Doctor Cars estaba a cargo de ella. Un distinguido Patólogo que siempre pasaba encerrado en su investigación.

Habría sido de gran utilidad haber hablado con él... digo habría, porque cuando lo teníamos en la mira, su asistente lo encontró muerto en la oficina. Claramente había estado poseído por Duriel.




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