Fantasía de un último deseo

El comienzo del fin

―Alex... te necesito.

Las palabras de Luna reverberaron en la mente de Alex tras haberlas escuchado. Su madre lo había llamado porque una mujer sorprendentemente lo estaba buscando. Con cierto desconcierto salió de su casa para saber quién era. Al ver a Luna detenida en el umbral, tan hermosa como siempre, quedó estupefacto.

―Alex... te necesito ―repetía Luna una y otra vez. En sus ojos desorientados producto de un llanto de horas, se veía el reflejo de todo el dolor por el que estaba pasando.

―¿Qué te pasó? ―preguntó aún asombrado. Le pareció extraño que le estuviera hablando y que hubiese venido a buscarlo. Se preguntaba quien le habría dado la dirección de su casa, nadie de los Cazadores sabía dónde vivía. Consideró que lo más probable es que hubiese sido la hermana de ella. Aquello hubiese sido cierto, pero Alex no estaba al tanto de que Luna ya no hablaba con su familia. Ni siquiera sabía que vivía en la casa de su novio.

―Me quiere matar ―ante una desesperación visible, Luna no pudo evitar el romper a llorar desconsoladamente. Todo en su vida se estaba desmoronando―. Esto es horrible. Es como vivir en un infierno.

―¿Quién te quiere matar?

Alex miró incrédulo la situación que se pintaba frente a sus ojos. ¿Acaso era una broma?

―Axel quiere eliminarme. ¿Puedo esconderme en tu casa? Será solo por unos días.

―¿Qué está sucediendo? ―Alex seguía receloso ante la situación actual. ¿Por qué Luna le estaba hablando? Supuso que ya se le había pasado el enojo―. Creí que seguías molesta conmigo.

Movido por su instinto y el deseo de querer protegerla, abrazó a Luna. Ella siguió llorando intensamente en su hombro. 

―Nunca te he odiado y jamás lo haré.

―Puedes quedarte en esta casa todo el tiempo que lo desees. Vamos con el Viejo para ver cómo nos puede ayudar.

"¿Se encontrará cómoda en mis brazos? No soy alto ni tan musculoso como Axel. ¿Estará bien conmigo sabiendo el prototipo de hombre que le gusta?"

Se abrazaban tan intensamente que no se dieron cuenta que alguien los observaba a lo lejos. Un ser demoníaco en una figura humana causó una fuerte presión haciéndolos caer al suelo.

―¿Qué haces con mi novia? ―Axel se acercó lentamente con las manos en los bolsillos de su pantalón. Desplegaba su Energía Espiritual con tanta intensidad que no podían verle la cara.

―¿Qué pretendes tú, pedazo de escoria? ―rugió Alex. Trataba de incorporarse activando su poder, pero le era imposible.

"¿De dónde sacó tanta Energía Espiritual? No puedo ponerme de pie".

―Alex, aléjate. No me obligues a matarte a ti también.

―Eso debería decirlo yo, mira que hacer llorar a una mujer... No pienso a abandonar a Luna.

―Si es así, entonces decide. Ella o todo el mundo.

―¿Qué?

―Lo que oíste.

―Ante todo, la defenderé a ella. No dejaré que le toques ni un pelo.

―¡Vaya que hombre tan enamorado! Si insistes, observa bien el cielo.

Poco a poco, un extraño objeto se hacía cada vez más grande en la atmósfera. Era una masa redonda de color negro. Debido a lo lejano que aún estaba, no era capaz de apreciar más detalles.

El cielo azul, cambió lentamente de tonalidad, oscureciéndose con rapidez mientras más cerca estaba aquella masa redonda. Cuando ya alcanzó dimensiones similares a las de la luna, quedaron todos sus rasgos a la vista.

―Es Inframundo ―Axel sonrió extendiendo sus brazos con el planeta detrás suyo―. ¿No te parece hermoso?

―El planeta de dónde vienen los Invasores...

―¿Qué pasaría si lo acerco más a la Tierra?

Dicho eso, Inframundo se hizo cada vez más grande. El cielo se oscureció por completo y un fuerte terremoto azotó el hogar de los animales y seres humanos.

―¡Axel! ¿Eres un...? ―Alex no alcanzó a terminar de hacer la pregunta, cuando una grieta en el suelo se abrió afuera de su casa. Él y Luna cayeron en el abismo.

―¡Y ahora observa como Inframundo destruye la Tierra!

En el momento en que Alex cayó, su cuerpo se sobresaltó en la cama. Estaba sudando y respirando agitado. Se dio cuenta que fue una pesadilla al percatarse de que estaba en su habitación, apoderado de la inmensa oscuridad. Se puso de pie para ir a la cocina a beber agua, aún aturdido y confundido por lo que había soñado. Instintivamente, llevaba activada la Energía Espiritual en sus puños.

Observó tras la ventana de la sala de estar. Todo en el exterior seguía su curso normal. El cielo estaba iluminado por estrellas junto a una reluciente luna velando por la seguridad de los seres vivos.

"¿Qué diablos con mis sueños? Todo este asunto de Luna y Axel me está volviendo paranoico. Dejando de lado la absurda idea de que Axel es un Invasor, lo cual es imposible...  lo de Inframundo embistiendo a la Tierra, no lo veo tan inverosímil. Si ya están atacando nuestro planeta constantemente, es probable que en algún momento se les ocurra destrozarnos con todo lo que tengan en su poder. De todas formas, es imposible desviar la trayectoria de un cuerpo celeste, con una órbita determinada desde hace cientos de millones de años. ¿Y si llegara a resultar que Inframundo es una nave espacial? En ese caso sí podría suceder..."

Volvió a la cama observando el techo. La pesadilla lo había dejado muy nervioso y en estado de alarma. Ante el mínimo ruido se sobresaltaba. 

"Son las tres de la madrugada. Debería estar durmiendo, pero no puedo dejar de pensar en todas las posibilidades que podrían ocurrir. Todo es culpa de aquel sueño. No sé porque doy tantas vueltas en algo tan absurdo".

Luna estaba en el baño tras sentirse muy mal. Los constantes mareos la tenían con la boca cerca del inodoro por si terminaba eliminando el desayuno.

A pesar de llevar por buen camino la relación con Axel, Luna no podía dejar de sentir una desazón constante. Todo había empezado hace casi un mes, luego de la fallida misión en el Colegio los Halcones.  




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