Fantasía de un último deseo

La verdadera apariencia

El grupo, liderado por Max, entró al patio exterior de la vivienda de Amudiel sin tener muy claro que esperar. Tenían previsto algún tipo de resistencia que impidiera el acceso mediante magia especial, pero el portón abrió con facilidad.

Tras la entrada exterior, se alzaba el pequeño patio principal con un ancho tan corto que se podía cruzar con tres pasos largos.

Todos creían que tendrían, aunque sea, una complicación para entrar al interior de la casa, pero se sorprendieron al darse cuenta de que la puerta no estaba trancada. Abrió tan fácil como la entrada exterior.

―Vaya, que fácil está entrar a robar ―exclamó Max, tratando de hacer sonreír a sus acompañantes, pero ambos se mantuvieron con sus rostros serios y sin responder―. Están muy tensos. Deberían relajarse.

―No sabemos que irá a pasar. Me siento un poco nerviosa ―respondió Luna, llevando su mano al vientre. No sabía si estaría bien luchar dada su condición actual.

―Lo que va a suceder es claro. Vamos a derrotarlo.

Cerraron la puerta tras sus espaldas. Si iba haber un enfrentamiento ahí dentro, no sería bueno que la gente viera. Aunque Max estaba al tanto de que sería muy difícil concentrar la pelea en la pequeña casa del Invasor.

En el interior todo estaba ordenado meticulosamente. Un escritorio en una esquina con un computador portátil encendido; también había un cuaderno con un lápiz. En la sección central, estaba el comedor, estando la sala de cocina a la derecha y al lado contrario, el salón de estar. con sillones muy desgastados. Un pasillo se extendía, desde el centro hasta el final de la casa. Los Cazadores avanzaron en él. Solo había un cuarto de baño y dos habitaciones, ambos vacíos. Se sorprendieron saber que el Invasor llevaba una vida humana muy normal.

―Parece que escapó ―mintió Axel, pues sabía muy bien donde se encontraba Amudiel.

―Busquemos con calma.

―Podría haber huido con facilidad gracias a sus habilidades.

―No. Esta aquí. Siento su Energía Espiritual.

Buscaron en toda la casa, pero no hallaron rastro alguno del profesor. Parecía como si se lo hubiera tragado la tierra. Max siguió investigando pues sentía la poderosa Energía Espiritual del Invasor. ¿Pero en qué dirección percibía aquello? No lo sentía ni en el techo, ni en ninguna habitación... ¡Su poder estaba debajo de la casa!

―Está bajo nuestros pies.

Casi se teletransportó, pero un rápido pensamiento en su cabeza lo detuvo. Lo mejor era ir con el grupo unido.

―¿Estás seguro? ―Luna se acercó a su amigo. Cada vez se sentía en peores condiciones, pero trataba de que no se notara.

Max asintió. Ordenó que buscaran alguna puerta secreta de la casa.

Después de estar registrando por casi cinco minutos, lograron encontrar una pequeña escotilla debajo de la alfombra del salón principal.

―Hoy estamos con mucha suerte.

―¿Crees que nos esté esperando abajo?

―No lo dudo, Luna. Siento su Energía Espiritual con mucha intensidad. Quiere pelear.

―Hay que bajar ―propuso Axel―. Hay que darle lo que se merece.

"―Recuerda el plan".

Tras abrir la compuerta, un intenso viento congeló sus huesos. Se podía respirar la intensidad del lugar. Debido a la oscuridad, no pudieron apreciar qué tan abajo llegaba el sótano. En ese momento, Max sintió la misma preocupación que Alex. Sin embargo, ya no había marcha atrás.

Descendieron con cautela en una escalera de mano adyacente. Sentían que en cualquier instante la inmensa oscuridad los engulliría. El peligro los aguardaba. Lo que no sabían era que el verdadero enemigo estaba pisándole los talones.

―Toque suelo ―dijo Max sorprendido por solo descender diez metros―. Esperaba que esto fuera más profundo.

En el instante en que bajaron los tres Cazadores Espirituales, una luz se encendió, llevándose consigo todas las tinieblas. No había dudas de que ahí estaba el Invasor.

Se sorprendieron al ver que el sótano era un simple subterráneo. Cubría varios metros, por lo menos una cuadra por cada lado. A los alrededores, largas mesas se hallaban llenas de experimentos inhumanos. Al fondo había unos extraños cubículos con personas en su interior. Eran usadas como objetos de investigación.

―Parece un laboratorio.

―Así es Max. Es mío―Amudiel estaba de brazos cruzados sentado en una de las mesas―. ¿Te gusta?

Analizó rápidamente la situación actual del profesor. Por una razón que desconocía, había recuperado el brazo.

―Es asqueroso. ¿Qué cosas haces aquí?

―Mis experimentos. ¿Ves lo del fondo? Son seres humanos que han matado los Invasores.

―¿Qué haces con eso? ¿Juegas con la muerte? ―preguntó Max, que estaba asqueado al ver los cuerpos diseminados.

―No. Solo trato de ver de qué forma los humanos se pueden convertir en una mejor raza... En nosotros... Invasores.

Ante el asombro, Luna cayó al suelo. Odiaba sentirse tan débil e inútil.

―Solo queremos hacer prevalecer nuestra existencia. Y ahora ustedes han caído en nuestro plan. Serán parte de mis experimentos y luego, seré capaz de conseguir el poder.

―¿A qué poder te refieres?

Max se acercó a Luna para ayudarla a levantarse, confundido por su estado. No podía dejar de preguntarse qué le estaba pasando para sentirse tan mal.

―Qué pena, no serás capaz de verlo, ya estarán muertos.

De pronto el profesor había desaparecido... Max también. La pelea ya había comenzado.

Tras cinco minutos de caminata, Yuuki y Alex estaban afuera de la casa de Araxiel, siendo casi igual en apariencia a la vivienda del otro Invasor. La única diferencia era que no contaba con una reja exterior.

―Alex... ¿Te pasa algo? ―preguntó Yuuki tras estar todo el camino en silencio. Solo podía mirar la cara de preocupación de él para entender que algo lo tenía muy inquietado.

―¿No lo sientes? El aire está muy denso. Algo anda mal. Hicimos algo que no está bien, que no lo vimos, pero sigo sin saber qué puede ser.




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