Fantasía de un último deseo

Batalla feroz

Amudiel había dejado atrás todo rastro de humanidad. El cuerpo del profesor de biología yacía inerte bajo sus pies. Estaba putrefacto y entrando rápidamente en estado de descomposición atrayendo a una gran cantidad de moscas que revoloteaban encima.

Avanzó lentamente por el laboratorio que estaba destruyéndose. Le costaba adaptarse al cuerpo que hace muchos años no ocupaba. Se sentía como alguien completamente distinto. Su larga cola fina y peluda se movía involuntariamente golpeando el suelo una y otra vez, con tanta fuerza que destruía el cemento con facilidad.

Observó a los dos Cazadores Espirituales completamente boquiabiertos, temblorosos por su imponente figura. A lo lejos podía ver a Axel sonriendo satisfactoriamente. Sabía que él estaba esperando este momento. ¿Tanto ansiaba ver su aspecto real? Lo que no sabía era por qué estaba manteniéndose tan al margen de la pelea. Ya no tenía sentido seguir aparentando frente a los Cazadores.

Detuvo su caminata, absorto al contemplar cómo su laboratorio pronto iba a destruirse, de la misma forma que lo hizo su labor en el Colegio Los Halcones. Tenía muy claro que, tras terminar la pelea, volvería a su planeta. Había sido muy buena idea de que Duriel se llevara parte del arduo trabajo.

En el momento en que pestañeó, vio como todo se movía a su alrededor a una velocidad que no estaba acostumbrado. De un instante a otro estaba ubicado detrás de los Cazadores Espirituales, que yacían en el suelo. Relució su dentadura con una sonrisa admirando su velocidad. Todo había sucedido tan rápido que ni siquiera pudo darse cuenta en qué momento había derribado a los humanos. Incluso logró lastimar a Axel.

"―Eso dolió. Me alcanzó con su cola. Ni siquiera pude reaccionar".

"―No te preocupes, Axel. Lo va a pagar, no tenía que pegarnos así".

Los oídos de Max solo escuchaban un zumbido ensordecedor. No había alcanzado a reaccionar cuando el Invasor se lanzó sobre ellos golpeándolo con su robusto cuerpo. Era mucho más rápido que él, no tenía dudas. ¿Cómo se iba a enfrentar a algo así?

Max miró a su alrededor. Luna estaba a su izquierda tendida en el suelo con ambas manos en su abdomen, tratando de incorporarse. Sospechó que el virus estomacal que estaba atacando a su amiga le estaba causando mucho malestar, sin saber la verdadera razón de que estuviese así. Un poco más atrás de ellos estaba Axel también tratando de ponerse de pie.

Seguía aún aturdido cuando vio como su cuerpo se veía azotado ante las mesas del laboratorio, manipulado a merced de un ser demoníaco.

Las náuseas eran tan intensas que no logró contener más cuando el Invasor agarró a Max de un pie para azotarlo fuertemente con todos los elementos del laboratorio. Tras terminar de vomitar, se sentía un poco mejor. Estaba preocupada por el golpe recibido, pues pensó que podía perder al bebé. Sin darse cuenta, se incorporó para salvar a su amigo que estaba siendo brutalmente lastimado.

La furia se apoderó de ella. Nuevamente ocupó cada mano para desplegar su arsenal de hechizos, usando curación para restaurar sus heridas producto del fuerte golpe del Invasor y azotando con rayos el cuerpo de él.

Logró dar en el blanco, otorgándole a Max el tiempo necesario para que se teletransportara hasta ella.

―El desgraciado es fuerte ―murmuró Max. Todo su uniforme escolar estaba manchado con su propia sangre. Había perdido su estilo de pelo tras tanto esfuerzo que le había dedicado en la mañana aplicándose el gel.

―Te curaré. Podemos contra él.

Los rayos que azotaron su cuerpo desquebrajaron levemente la armadura Espiritual. No era suficiente para dañarlo, pero si quedó muy molesto, sobre todo porque su querido alumno se había teletransportado.

―Nuevamente las dos ratas están juntas.

Extendió los brazos a los costados con las palmas hacia adelante para crear en ambas poderosas bolas de Energía Espiritual doradas. Lanzó tantas como pudo, con la intención de acabar con ellos de una buena vez. No tenía pensado matar a Luna, pero si quería dejarla inconsciente para que no interfiera más.

¡Cómo disfrutaba sentir nuevamente el poder de su cuerpo! Mientras más lanzaba más sonreía por dejar a Max enterrado en los escombros. Cuando al fin detuvo su ataque implacable, no tenía visibilidad porque el laboratorio había quedado cubierto en humo producto de las sucesivas explosiones, por lo que no logró contemplar la férrea defensa que había delante de los Cazadores.

Luna había alcanzado a reaccionar a tiempo. Usando casi toda su Energía Espiritual creó un enorme Escudo que los protegió de las bolas de energía. Cayó al suelo exhausta y rendida tras esto.

―Luna ―Max se había acercado a ella para saber si había recibido algún daño.

―No te preocupes, aun puedo seguir.

―Está bien. Vuelve a usar tu magia en mi cuerpo. No dejaré que me gane en velocidad.

―Tengo que curarte primero.

―¡Olvídate de eso! El humo ya se está disipando. En cualquier momento nos verá.

Agradeció que Luna no discutiera más y le aplicara el hechizo de aceleración. Max aprovechó el poco humo que aún quedaba para atacar de sorpresa a Amudiel.

―Te estaba esperando ―expresó él―. Te ganaré usando tu especialidad.

Ambos se vieron envueltos en un rápido intercambio de golpes. Max estaba al tanto de que solo contaba con veinte segundos para lograr algo. Lo equiparaba en velocidad, pero en fuerzas estaba en una evidente inferioridad.

Con cada puñetazo recibido sentía que un órgano en su interior colapsaba. El dolor por el que estaba pasando era considerable, pero nunca se equiparaba a la fuerza de Alex. Siguió batallando en aquel intercambio tan asombroso. Sin embargo, sus golpes no eran capaces de hacerle daño a la criatura que antaño era su profesor.

Frustrado se teletransportó a la espalda del Invasor. Pero este predijo su movimiento, primero azotándolo con la cola y después lanzándole nuevamente otra bola de Energía Espiritual.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.