Fantasía de un último deseo

Identidad revelada

Axel se había incorporado sin que nadie se diera cuenta. Antes de escabullirse en las sombras observó a Luna que contemplaba asombrada cómo Max estaba derrotando a Amudiel. La impotencia de su novia fue evidente cuando el Cazador colapsó debido a que ya había usado todo su poder.

Eso fue lo último que logró captar con sus ojos, ya que en el momento en el que Max cayó al suelo, Balam había tomado el control.

"―Muy buen trabajo, Axel. Desde ahora me encargaré yo".

La poderosa fuerza de Balam lo estaba engullendo hacia lo más profundo de su ser. Aún le quedaba un poco de humanidad, pero en ese momento, lo que le sucediera a Luna no le importaba en nada. Solo deseaba cumplir los mismos objetivos del extraterrestre con el que compartía cuerpo.

El poder de Balam era tan abrumador que había profanado su mente poco a poco, sin marcha atrás. Sentía que su ser se había hecho uno solo con el demonio. Sin embargo, gracias a su propia Energía Espiritual aun podía seguir con vida, pero una completamente vacía.

Cazadores Espirituales, por favor... Salven a Luna de este monstruo. Fue el último pensamiento que tuvo antes de dejarse llevar a la negrura y perder todo lo que lo caracterizaba. Había fallado en salvar a su mejor amiga y amada, aunque en el fondo nunca quiso hacerlo cuando tuvo la oportunidad.

Por otro lado, Balam se sentía dichoso. Al fin había herido de muerte a Amudiel. Podía ver su rostro consternado sin entender con claridad lo que estaba sucediendo.

―¿Qué hice mal? ¿Por qué...? ―las palabras de Amudiel eran somnolientas y sin emoción alguna.

De fondo podía escuchar las voces de alegría de los Cazadores Espirituales. Pobres infelices, pensó. Pronto le tocaría encargarse de ellos. Pero por el momento quería disfrutar observando la muerte de Amudiel.

Se acercó a él y lo tomó de la larga cabellera negra.

―El poder de Luna es solo mío.

Los ojos de Amudiel se empañaron en lágrimas al ver que su muerte estaba tan próxima y que la vida de Araxiel también estaba llegando a su fin. Después, solo vio las tinieblas.

Balam había formado una rama muy filosa en su mano izquierda para cortar la cabeza de el Invasor. Disfrutó cada momento mientras realizaba aquella vil acción. Le encantaba sentir cómo desgarraba cada tejido que unía tenazmente la cabeza con el cuerpo.

Tras terminar la tarea, sostuvo el cráneo inerte de Amudiel en su mano, para luego lanzarlo lo más cerca de Max.

El Cazador tendido en el suelo observó impactado toda la escena. Su profesor al fin había muerto. Pero había quedado con la boca abierta por la forma tan violenta en que lo había matado Axel.

―No me lo esperaba... Nos has salvado la vida ―fue lo único que comentó mientras observaba cómo la cabeza y el cuerpo de Amudiel se desintegraban al igual que el resto de los Invasores que había matado durante el tiempo que ha sido Cazador Espiritual.

Un tanto más alejada y también despavorida, estaba Luna. La reacción de su novio le había causado un total escalofrío. La misma sensación que había sentido tantas veces estando cerca de él, esta vez la percibía con intensidad en todo el laboratorio.

A pesar de que había derrotado al enemigo, no evitaba estar temerosa. Aquel que estaba parado mirándolos detenidamente con una sonrisa en el rostro no era Axel, pero no era capaz de articular ese pensamiento en palabras. Todo el pelo rubio y parte del cuerpo de su amado estaba bañado en sangre del Invasor caído. ¿Por qué había reaccionado así? Nunca lo había visto tan sádico y desquiciado. Mientras más lo observaba, más podía apreciar a un ser demoníaco alzarse sobre su sombra.

¿Aún sigues siendo la persona que me conquistó y enamoró? Se preguntó a si misma.

Un alarido de dolor desvió su atención hacia Max. Necesitaba ayudarlo. A duras penas se puso de pie para llegar al cuerpo de su amigo.

―Esto ha acabado ―exclamó Max triunfante con una leve sonrisa en el rostro―. Ayúdame a pararme. Hay que ir con Yuuki y Alex. Lo más probable es que nos toque huir porque se sienten muchas sirenas cerca.

―Estás muy pesado ―exclamó ella cuando trató de levantarlo sin tener éxito.

―Mis músculos están muy tensos. Sobreexigí mucho mi cuerpo con tu magia y la Fase Límite.

Luna miró a su novio esperando que viniera a ayudarla. Él seguía en la misma posición sin dejar de sonreír. ¿Por qué estaba con esa actitud?

La luz del laboratorio parpadeaba con intervalos cada vez más extensos. En los momentos en los que la oscuridad reinaba, apretaba el brazo de Max sin querer. No quería aceptar que tenía mucho miedo y que el terror la estaba invadiendo. Temía de Axel, pero no sabía por qué razón.

―Ayúdame a levantar a Max. Estoy muy cansada para hacerlo sola ―dijo ella. Estaba muy pálida y toda la boca estaba seca, ni siquiera era capaz de producir saliva para tragar. En cualquier momento se desvanecería―. ¿Amor, qué pasa? ―insistió Luna al ver que él se mantenía en silencio.

―¿Axel? Está bien que lo hayas derrotado y que sientas que en este momento eres el mejor del mundo, pero ven a echarnos una mano. Debemos marcharnos pronto de este lugar ―musitó Max. Apenas tenía fuerzas para hablar. El mutismo de Axel lo inquietaba junto a la burlona sonrisa dibujada en su rostro―. ¡Deja de estar así o yo mismo me levantaré como sea para borrarte esa expresión!

―¿Habrá perdido el conocimiento? ―preguntó Luna.

―Parece que sí. ¿Cómo puede perderlo de pie y sonriendo? Quizás quedó en shock por ver tanta sangre. Eso le pasa por matar al Invasor de esa forma.

La luz dejó de titilar, dejando que la penumbra rodeada a los Cazadores. Balam no logró contenerse más. Su sonrisa dio paso a unas infernales carcajadas que reverberaban en todo el laboratorio.

―¿Qué le sucede a este imbécil? ¡Basta! ―gritó Max cada vez más nervioso.

Pero Balam se mantuvo riendo. ¡Disfrutaba este momento! Todos sus planes habían salido a la perfección.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.