Fantasía de un último deseo

Desesperación

Tras la aparición de Hefesto, la gigantesca casa estaba desmoronándose debido a su estatura y por el ataque causado en el techo. El fuego se extendía por la vivienda rápidamente.

Tumbado de rodillas en el suelo se sentía tan emocionado y ansioso que no podía dejar de reír. Balam estaba experimentando por primera vez en su vida lo que era el miedo. Si todo salía mal, iba a morir. Estaba muy seguro de aquello. La sombra ardiente de Hefesto se cernía sobre él como un infierno de desgracia y desconsuelo.

"―¿Lo ves, Axel? ¡Si nos llega a atacar con esa espada estamos muertos! Es tan poderoso... ¡Tiene que ser mío!"

"―Es segunda vez que lo veo y sigue impresionándome".

"―Tal parece que no tiene más espíritus ―dijo Balam, mirando cómo Luna ocupaba toda su Energía Espiritual en la invocación que había realizado".

"―De eso preocupémonos después de sobrevivir a esta bestia. ¿Qué haremos? ¿Realmente crees que sirvió todo lo que hemos hecho?".

"―Tranquilo, funcionará. ¡Esto será muy emocionante!".

Sacudió todo el polvo de su ropa y pelo tras ponerse de pie. Movía todas las articulaciones de su cuerpo para comprobar si había algún daño. Todo estaba en perfecto estado. Sus ojos dorados coincidieron con la ígnea mirada de Hefesto que estaba frente a él.

―Eres increíble ―exclamó maravillado al ver que cada vez que Hefesto espiraba, salía fuego por su boca y nariz―. Junto a ti y los otros espíritus de invocación que buscaremos para Luna, podré reclamar el trono que me corresponde en Inframundo. ¡Serán mis mascotas! ―expresó Balam extendiendo los brazos hacia los lados.

―Nunca me rebajaré a algo así. Tu muerte fue escrita por el destino justo en el momento en que trataste de apoderarte de ella ―expresó Hefesto, recordando el hecho ocurrido semanas antes de que Luna se convirtiese en Cazadora Espiritual―. Un segundo más en su interior y te pulverizaba.

―Espero que puedas lograrlo, campeón. No tengo miedo de ti ―mintió. Su corazón palpitaba tan fuerte que sentía que en cualquier momento explotaría.

―Deberías tenerlo. Luna me invocó con el deseo de destruir tu alma y salvar al humano que está dentro de ti.

―Él está tan perdido y a mis pies como tú.

Hefesto expulsó aire ardiente de su boca a la vez que rugió tan fuerte que las ventanas de la casa estallaban al unísono. Blandió su espada para atacar a Balam que se mantuvo inmóvil y cruzado de brazos ante él con una sonrisa burlona.

―¿Qué esperas? ¡Mátame de una vez! ―vociferó Balam. Para él era su apuesta arriesgada. Todo o nada en solo unos segundos. Éxito o fracaso en una vida llena de sacrificios desde el momento en el que había nacido. Vivir o morir para reclamar lo que le correspondía. ¡Para Balam este momento era clave!

El arma ardiente se desplazó por la casa a toda velocidad arrasando todo a su paso. Los muebles que decoraban el hogar de Duriel se hicieron añicos al contacto con la espada. Cuando el filo estuvo a punto de alcanzar a Balam se detuvo, creando una onda expansiva a su alrededor que ni inmutó al Invasor.

―¿Qué estás haciendo? ―preguntó Luna. Algo iba mal. El espíritu de invocación no dudaría de matar al enemigo. Además, su Energía Espiritual estaba disminuyendo rápidamente―. ¡Acaba con él!

―He ganado ―expresó Balam con una sonrisa, mientras observaba cómo cientos de cadenas salían del agujero negro para atar a Hefesto. El sello había funcionado.

―¿Qué me has hecho? ―preguntó el hombre de fuego completamente atado a cadenas que no dejaban de surgir del portal.

Sin responder nada a la bestia, Balam movió su mano derecha hacia adelante apuntando hacia el agujero. Al instante, las cadenas desplazaron a Hefesto a su origen para no volver a salir en un buen tiempo más. Trató de resistirse y liberarse, pero fue en vano.

―Vas a pagar, Balam. Nunca me arrodillaré ante ti. Cuando encuentre la libertad, te mataré ―exclamó Hefesto antes de desaparecer junto al agujero negro.

Luna cayó al suelo agotada. Había usado toda su Energía Espiritual en invocar a Hefesto y no había dado resultado. Ya no le quedaba movimiento alguno para hacer. Agachó la mirada completamente derrotada, mientras sentía las pisadas de Balam cada vez más cerca.

―Buen intento, amor. Al final resultó que sí he sido capaz de sellar a tu espíritu de invocación. ¡Todos mis planes se han cumplido! ―clamó Balam arreglando su despeinado pelo a causa de la onda expansiva.

"―Nada nos puede detener en este momento. ¡Eso fue asombroso, Balam!".

"―Antes que nada, hay que convertirla en un ser de Inframundo. Necesitamos a Duriel para eso. ¿Por qué se demora tanto?"

―Luna, amor... Todo estará bien ―expresó Balam acariciando su mejilla. La encontraba tan suave y adorable a pesar de la suciedad―. Si te vas conmigo, podrás seguir estando junto a Axel. Te lo prometo... ¿No es lo que tanto quieres?

Luna agarró la mano del Invasor tratando de quebrársela solo con fuerza bruta. Sin embargo, Balam fue mucho más fuerte, cerrando la mano y golpeando el rostro de ella sin compasión.

―¡Deja de hacer todo tan difícil!

"―¡Llega de una maldita vez, Duriel! ¡Los detestables Cazadores Espirituales vienen en camino! ¿Qué puedo hacer yo enfrentándome a todos ellos juntos?"

"―Tenemos que huir si no queremos que la situación se nos vaya de las manos".

Pretendía tomar en brazos a Luna para esconderse, pero sabía que ella no se conformaría ni se cruzaría de brazos tan fácilmente. Tenía que hacerla dormir por varias horas más y que cuando despertara se maravillara con el nuevo mundo que se abriría ante ella.

Antes de que pudiera hacerlo, salió disparado por la casa quedando incrustado en una muralla de ladrillos. ¿Qué fue eso? Se preguntó con sus cinco sentidos desconectados. Apenas podía sentir el dolor, pero estaba al tanto de que su cara debería estar muy lastimada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.