Fantasía de un último deseo

Diario de vida X

8:00 Martes 16 de octubre de 2018

Hoy enfrentaré a Duriel. Si este escrito es lo último registrado es porque me asesinó...

13:00 Miércoles 17 de octubre de 2018

Sigo viva para mi total sorpresa... No puedo creer que haya sobrevivido. ¿Logré matarlo? Lo revelaré luego. Antes escribiré lo que logro recordar de lo sucedido.

Salí de mi departamento a las nueve en punto. El sol hace poco había surgido del oriente tras las prominentes montañas. Me dirigí a primera hora rumbo a la Facultad de Medicina ―como lo he estado haciendo muchos días de este año―, un tanto nerviosa. Tenía miedo de que hubiese cambiado de cuerpo. En mi mente me imaginaba que, al llegar a la Facultad, me enteraría que apareció muerto el Doctor Good. Afortunadamente, no ocurrió nada de eso. El examen que él tenía programado empezaba a las once, por lo que tuve que esperar mucho tiempo fuera del auditorio de Anatomía, atenta, por si aparecía.

Los gritos de los estudiantes retumbaban a cada segundo. Las protestas al interior de la Universidad cada vez eran más violentas. Hoy, después del horario de almuerzo, se decidía si paralizaban las actividades con el propósito de detener las crueles desgracias ocurridas en el último período. Sin embargo, no serviría de nada. La única forma de frenar las muertes y desapariciones era deshaciéndose de Duriel.

Tras diez minutos del ingreso de los estudiantes de Medicina al auditorio, apareció el Doctor Good, vestido con su traje negro y sombrero del mismo color. Traía un maletín en la mano derecha y en su regazo llevaba una carpeta llena de hojas afirmadas por su brazo izquierdo. Su falsa fachada de profesor me repugnaba. Era tan engreído como siempre, creyéndose el rey del mundo.

Estaba sentada, tomando un vaso de café y observando detenidamente lo que ocurría fuera de la sala. La prueba duraría mínimo una hora, por lo que tenía claro que tendría que esperar ese tiempo para que saliera él.

La Energía de los Cazadores Espirituales seguía dispersa por toda Lyon. No había tenido contacto con Naomi ni se había asomado a la Facultad. Al parecer, Luna no ha sido hallada y seguían desesperados buscándola. Solo deseaba que pudieran encontrarla pronto y le dieran su merecido al Invasor. De cualquier modo, debía cumplir mi plan porque no sabíamos si tanto Duriel como Balam estaban juntos en esto. Podría haber dejado a los Cazadores en desventaja si no lograba matarlo.

Afortunadamente no tuve que esperar demasiado tiempo. El Doctor salió caminando con suma urgencia. Sospeché que algo debía andar mal para que reaccionara de esa forma.

Lo seguí con la mayor cautela posible. Nuestros cuerpos estaban separados por una distancia mínima de cincuenta metros. Cuando abandonara la Facultad y estuviéramos completamente solos lo iba a detener. Sin embargo, subió todos los escalones hasta llegar a la azotea.

―¿Por qué me estás siguiendo, muchacha? ―me preguntó cuándo se había detenido al llegar al último piso de la Facultad. Desde la terraza se apreciaba gran parte de la ciudad.

Una extraña Energía Espiritual nacida desde el sur de Lyon cruzaba todo el cielo, perdiéndose en la atmósfera. Era de Luna. ¿De dónde había sacado tanto poder? ¿Estará luchando contra Balam? Me pregunté en aquel momento.

Cuando se volteó a verme, me sorprendió su mirada tranquila y despreocupada. Su sencillez me hizo llegar a considerar que me había equivocado y que en realidad era una persona común y corriente.

―Usted estaba en mi clase de Anatomía. ¿No es cierto? ―me siguió preguntando sin cambiar su forma de mirarme.

Mientras más lo veía, más creía que era un humano. ¿Qué pasaría si me equivocaba en mi actuar? Tenía muchas dudas. Pero todas se dispersaron cuando vi qué contraía los dedos de las manos. Era él. No podía seguir dudando. Estaba claro que era mi última oportunidad.

―Disculpe por molestarlo profesor. Pero me quedó una duda con respecto a su clase de ayer.

―La escucho ―expresó mirando atentamente hacia el haz de Energía Espiritual―. Sea breve porque debo marcharme.

¿Se iba a ir por la azotea de un edificio de diez pisos? ¡No me hagas reír! Claramente no era humano.

"¿Por qué te gusta mover los dedos así?" Le pregunté cuando éramos compañeros de clase. Lo quise sorprender con la misma interrogante.

―¿Por qué le gusta mover los dedos así? ― curioseé sonriente.

Sus carcajadas se escucharon en toda la Universidad. Incluso, me atrevo a decir, que hasta en toda Lyon. Alzó su cabeza mirando al cielo. Podía notar cómo movía sus labios diciendo en un murmullo silencioso: Al fin.

Concentré mi Energía Espiritual para sacar mi espada, estaba esperando el momento indicado.

"Pues es un tic heredado. Todos en mi familia lo tienen y ya". Fue lo que me respondió cuando se lo pregunté por primera vez.

―Pues es un tic heredado. Todos en mi familia lo tienen y ya ―respondió el Doctor. Mejor dicho, Duriel.

Volvió a reír. Se sacó los anteojos para limpiarlos con su camisa. Se veía tan relajado... me hizo enfadar tanto que saqué de inmediato mi espada para cortarle la cabeza. Su cráneo voló y su cuerpo se desvaneció en el aire como un polvillo. No era el real. Había usado un clon de Energía Espiritual.

―¿Qué rayos ha sucedido contigo? ¿Acaso enloqueciste? ¡Por qué reaccionas de esa forma! No nos vemos las caras desde hace mucho tiempo y me tratas de una forma muy violenta. Esperaba que fueras más cariñosa y me dieras un gran abrazo amistoso ―dijo. Estaba detrás de mí. Ni siquiera me había percatado de en qué momento se había desplazado. ¿Cómo era posible que se pudiera mover así usando un cuerpo tan viejo?




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