Fantasía de un último deseo

Epílogo

El tiempo se había detenido totalmente mientras contemplaba el resplandor que cada vez se hacía más intenso y penetrante. Aquel destello lo engullía dejándolo cara a cara con el heraldo de la muerte, un ser omnipresente que habita en otra realidad. Se lo iba a llevar al otro lado para descansar en un dolor eterno. Todo a su alrededor se desmoronaba como su propia vida, vacía y llena de desastres tras la muerte de su padre. Se sentía la peor basura de Inframundo porque al final no había logrado el principal propósito que lo llevó a la Tierra. El fracaso era inevitable.

Sus pensamientos aún seguían farfullando junto a la constante voz de Axel que tampoco entendía qué estaba pasando. ¿No estaba muerto ya? Era lo que más esperaba ante la oscuridad que lo envolvía.

Temeroso de solo ver tinieblas a su alrededor, abrió los ojos. La luz del sol que estaba sobre su cabeza lo encandiló por unos segundos. ¿Qué estaba sucediendo? Su cuerpo completamente débil y a merced de cualquier inclemencia que lo lastimara, estaba siendo arrastrado en un camino de tierra. Sentía como se levantaba el polvo y se introducía por los orificios de su nariz hasta llegar a los pulmones.

Esta vez, movió sus párpados lentamente para que la luz no lo encegueciera y observó el paisaje. Seguía en el mismo planeta. Podía apreciar a lo lejos a un grupo de diez humanos caminando tranquilamente. Aquella especie que detestaba tanto seguía su vida con normalidad, mientras él ha tenido que sufrir tanto para que en su desenlace no lograra absolutamente nada.

El hombre alto que lo arrastraba era un adulto mayor, vestido con un traje negro y un sombrero del mismo color que lo protegía de los fuertes rayos del sol. Le llamó la atención el pequeño maletín que llevaba en su mano.

"―Aun seguimos con vida ―dijo Axel. La voz de él era tan aguda que reventaba su cabeza de malestar".

Con sus manos completamente libres tocó su cuerpo. No estaba transformado en el híbrido que hace unos minutos era y que de nada le sirvió para frenar la fuerza de los Cazadores Espirituales. Residía en el cuerpo habitual y normal de Axel. Aun llevaba puesto parte del uniforme escolar. Lo último que recordaba con claridad era la explosión que había arrasado toda la zona.

―Basta. Puedo moverme por mi cuenta ―indicó Balam deteniendo la caminata del hombre colocando sus manos firmemente en el suelo. El polvillo que se alzó lo hizo toser varias veces.

El individuo dejó de caminar para ayudar a poner de pie a un Balam que estaba recuperando rápidamente sus fuerzas. Se sacó los lentes para limpiarlos. Se lamentó profundamente al ver uno de los cristales quebrados. Los tiró al suelo expresando sin emoción que ya no los necesitaba.

―Duriel... Hasta que al fin llegaste. Me salvaste en el momento indicado ―expresó Balam al comprender al fin cómo se desarrollaron los hechos de lo que antes creía que era su inminente final.

―Por suerte logré llegar a tiempo y engañé a los Cazadores Espirituales con una majestuosa explosión, sino ya estarías muerto ―exclamó Duriel con tranquilidad.

―¿Cómo lograste ocultar tu energía? El Jefe tiene una Percepción muy fina y perspicaz. Debió haberte sentido cuando llegaste a tu destruida mansión.

―Hay muchas formas de esconderla en tu interior. Te falta mucho que aprender sobre todos los secretos de esta vida. Es increíble la paliza que te dieron. Cuando te salvé estabas en la miseria con un agujero atravesando tu abdomen y tu rostro desfigurado. No es necesario que me agradezcas por haberte curado.

―Esto no va a quedar así. ¡Deberíamos ir a matarlos a todos! ―gritó Balam desesperado. La voz de Axel resonando en su interior le agravaba su mal ánimo―. ¡Cierra la boca si no quieres desaparecer, maldito humano!

―Cálmate. Podría haber eliminado a todos si hubiese querido, pero creo que no es necesario llegar a eso. Lo mejor que puede pasarles es que sufran eternamente por los hechos que sucederán frente a sus ojos en un futuro próximo. Ver sus expresiones de dolor será algo que disfrutarás mucho.

―¡Te juro que me vengaré! ¿Dónde diablos estabas?

―Eliminando toda evidencia mía de este mundo. No volveré quizás en cuánto tiempo más. Ya he hecho suficiente en la Tierra. Me iré contigo a Inframundo y veré como está marchando todo por allá. Además, así te ayudo a restablecer tu reinado. Trataré de avanzar lo más que pueda con la investigación. Si llegase a faltar algo, volveré a Aurora o iré a Sirius. Los avances tecnológicos en esa ciudad son más adelantados de los que Lyon me ha proporcionado.

Siguió a Duriel por un extenso campo, atravesando la maleza que cada vez se hacía más densa. No tenía claro a dónde lo llevaba. Solo quería encontrar a Luna y llevársela luego.

―Creí que estabas peleando en la Facultad. Sentí tu Energía Espiritual muchas veces.

―No era yo. Era un clon de carne y hueso en el que deposité parte de mi energía. Se deben estar divirtiendo bastante con él. En fin... ―al ver que la persona que esperaba no llegaba, temió que las cosas no hubiesen salido como estaban acordadas―. ¿Dónde está la Invocadora?

―Debería estar en la casa del Jefe. Te aviso que solo tiene un espíritu de invocación.

―¿Hefesto?

Balam asintió. Tenía pensado preguntarle cómo sabía aquello, pero Duriel se adelantó respondiéndole lo que tanto ansiaba.

―Entonces será fácil convertirla en una de nuestra especie. Disfrutará su nueva vida.

―Lamento informarte que estás equivocado, Balam ―dijo una conocida voz de mujer a sus espaldas―. Luna no está en la casa del Jefe. La tengo escondida en otro lugar.

El sonido le resultaba muy familiar. Balam giró para observar a la persona que tenía detrás suyo. Al verla solo deseaba matarla. Por lo mismo, saltó sobre la mujer de pelo rubio con intenciones de acabar con su vida. Sin embargo, cayó al suelo atravesándola como si se tratara de un espectro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.