Fantasía de un último deseo ll

Pensamientos anulados

Su habilidad para teletransportarse le seguía fascinando y más ahora que era capaz de llegar a cualquier lugar de Lyon. Cambiar de un lugar a otro tan bruscamente, y estando ambos puntos separados por una distancia superior a los cinco kilómetros, lo mareaba al principio. Sin embargo, después de tanto entrenamiento estaba muy seguro de llegar pronto a la forma definitiva de la técnica de la teletransportación. El único problema que tenía para llegar a ese estado de perfección eran las consecuencias secundarias que llevaba su uso.

Al momento de llegar a la Facultad de Medicina sabía que no podría usar nuevamente la técnica hasta que recuperara su Energía Espiritual. Observó su alrededor preguntándose dónde estaba Alex. Se hallaba en una pequeña sala rodeada de paredes blancas y encendida por luces amarillas que emanaban por largos focos dispuestos paralelamente en el techo. A su derecha habían cubículos individuales con inodoros. A su izquierda se encontraba un largo espejo sucio y un montón de canillas por donde fluía el agua potable.

Alex estaba detrás suyo, orinando en un retrete de pared. Max se preguntaba si su amigo ya había sido capaz de percibirlo, lo cual dio por hecho de que sí. A pesar de que él estuvo tiempo sin entrenar sabía que habían habilidades que no se perdían fácilmente. Por lo mismo decidió hacer una prueba.

Esperó a que su amigo terminara sus necesidades para aproximarse sigilosamente a él, evitando que sus zapatos hicieran ruido al tocar el suelo. Al posicionarse lo suficientemente cerca, le dio una fuerte palmada en la espada, tan enérgica que Alex se golpeó la frente con la pared.

―¡Lo siento! No esperaba hacerte daño ―exclamó Max sin poder contener la risa. Su voz tras el pasamontañas se distorsionaba levemente por lo que no sabía si Alex sería capaz de reconocerlo solo con la apariencia que llevaba.

Completamente furioso, Alex se volteó con las manos muy apretadas. Sus intenciones eran muy claras, golpear a la persona que lo había lastimado, pero se sorprendió al ver a un individuo encapuchado.

―¿¡Quién eres!? ¿Te parece gracioso venir a molestar a alguien que está en el baño? ―gritó muy enojado y adoptando una pose de lucha. Le fastidiaba escuchar la ruidosa risa de su atacante.

―¡Tranquilo! ¡Soy yo, Max! ―exclamó sin dejar de carcajear. A pesar de que había revelado su identidad, mantuvo el pasamontañas en su sitio. No pensaba sacárselo por nada del mundo.

―¡Qué susto! ¿Por qué haces esto? ―refunfuñó Alex relajando el cuerpo no sin antes tratar de agarrar a Max para vengarse, pero este lo esquivó con facilidad.

―Creí que serías capaz de percibirme o algo parecido.

―Recuerda que mi habilidad de percepción es distinta a la tuya ―expresó aún muy irritado. Masajeaba una y otra vez la zona donde se había golpeado con la pared. Le dolía mucho al tocarla y sentía como se formaba un pequeño bulto y que, si no se aplicaba pronto cualquier objeto frío, tendría una pelota del tamaño de un huevo―. ¿Por qué estás vestido de esa forma?

―Tengo mis razones. Vamos a buscar a Yuuki. Necesito hablar con ustedes sobre algo muy importante.

―¿Tan urgente es para que hayas hecho este tipo de entrada?

―Alguien como yo siempre llegará al campo de batalla de una forma espectacular. ¿Acaso no recuerdas como te salvé cuando estuviste a punto de morir a manos de Balam?

―Ni me lo recuerdes.

Salieron del baño en busca de Yuuki. Alex podía notar la mirada extrañada y los susurros de muchos mientras observaban a su acompañante.

―¿Por qué no te sacas todo eso? En cualquier momento llamarán a los guardias y estaremos en problemas.

Max iba a responder, pero su cuerpo se tensó como nunca había pasado. La mujer proveniente de su ciudad natal estaba caminando hacia ellos y mirándolo detenidamente. Su respiración se entrecortó en el momento en el que ella pasó a su lado. Pensó que lo había descubierto. Sin embargo, ella avanzó sin siquiera frenar. Transcurridos cinco segundos que le parecieron una eternidad, volvió a respirar aliviado.

―Estás actuando muy raro. ¿Todo bien?

Alex también se había sentido un poco inquieto ante la cercana presencia de su compañera de carrera. Lo había estado mirando durante todo el día y se había intensificado en la clase de Biología Molecular. Tenía pensado acercarse a hablarle cuando finalizara la cátedra, pero su vejiga estaba a punto de estallar por lo que se vio en la necesidad de salir corriendo en busca de un baño. Se preguntaba si habrá quedado como un estúpido ante todos al salir de esa forma.

―No molestes, apurémonos para llegar pronto con Yuuki ―exclamó Max mientras todos sus signos vitales se restablecían rápidamente. Observó la infraestructura del lugar a la vez que echaba un vistazo a su antigua novia que seguía caminando en el sentido opuesto, alejándose cada vez más. Se había puesto tan nervioso que ni siquiera la había visto como correspondía. No se logró percatar si seguía igual o si había cambiado tras cinco años sin verla―. Está facultad no está nada mal.

―¿Qué tal tu día? ―preguntó Alex.

―¡Una maravilla! Los profesores son increíbles. Eso si ya tengo mucho que estudiar. Por lo visto también será muy competitivo. Necesitaré una nota alta para seguir con Geología.

―De seguro lo lograrás.

―Ojalá los Invasores me dejen estudiar ―protestó Max encogiéndose de hombros. Sabía muy bien que al ritmo con el cual estaban apareciendo los extraterrestres sería muy complicado tener tiempo para leer una decena de libros obligatorios―. ¡Ahí está Yuuki! Tal parece que ya está haciendo amigos.

La contemplaron a lo lejos estando junto a un joven que no dejaba de sonreír mientras miraba el rostro de ella y se movía inquietamente,

―Quizás deberíamos dejarla sola con su nuevo compañero ―dijo Alex.

―No. Conozco esa cara de indignación de Yuuki. Está muy incómoda con ese sujeto.



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En el texto hay: extraterrestres, superpoderes, romance accion aventura

Editado: 09.07.2022

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