A un centímetro

Max estaba de rodillas en el suelo, intentando ponerse de pie con la ayuda del hombro derecho de Yuuki. La mayoría de sus costillas estaban rotas y tenía múltiples heridas en el cuerpo causadas por una filosa arma. Lo que más lamentaba era el hecho de no contar con Luna ni con el Jefe para que lo curasen. Debatía en su interior de dónde había aparecido un Invasor tan poderoso que pudiera ponerlos en aprietos con tanta facilidad. Para empeorar la situación, cada cierto tiempo aparecían Invasores de rango cinco en el campo de batalla.

―Estamos complicados. A este paso la única forma de hacerle frente es entrando en Fase Límite. No quiero hacerlo por las consecuencias negativas... ―expresó Yuuki también muy agotada. Gracias a que se defendía con un escudo no estaba lastimada como su amigo, pero había ocupado mucha Energía Espiritual en solo utilizar esa técnica. Su aporte en la pelea, hasta el momento, era prácticamente defensivo. Aun así, no fue capaz de evitar que Max resultara lastimado.

―Vamos, el Jefe cuenta con nosotros ―dijo Max que se había alzado solamente para caer de nuevo. No podía dejar de maldecir mientras miraba atentamente a su enemigo que se acercaba velozmente hacia él.

Con ayuda de la suave mano de Yuuki, se levantó pensando en un plan de ataque. Mientras más pasaba el tiempo, las chances de ganar disminuían drásticamente. El Invasor al que se enfrentaban se estaba haciendo más fuerte con cada segundo de batalla.

•

"Ya se va a la ciudad destruida... ¿Cuándo volveré a verlo? ¿Estará mucho tiempo en aquel lugar? No ha pasado ni un minuto desde que se fue y ya lo estoy extrañando".

Lo que más lamentaba mientras veía como el bus negro se alejaba con Alex en su interior, era el hecho de que iba a perder días preciados con él. Justo ahora, cuando se estaban volviendo tan cercanos y que podría conquistarlo. No solo era eso. Su aflicción estaba centralizada en la sensación de que lo estaba perdiendo para siempre. Lo encontraba absurdo, pero no era capaz de eliminar aquellos pensamientos tan negativos. La incertidumbre la carcomía por dentro.

¿Acaso creía que Alex iba a morir? No, estando junto al Jefe era imposible que le sucediera algo así. Miró al suelo con una profunda angustia y un dolor punzante en la boca del estómago.

"¿Por qué siento que no conozco nada sobre él?"

―Serán solo unos días ―dijo Max tratando de dar ánimos a su amiga. Ver su cara de desasosiego y desconcierto le rompía el corazón. En su interior nacía un intenso impulso de querer abrazarla fuertemente, pero lo reprimió sabiendo que ella esperaba el cariño de otra persona. No era el indicado para hacerlo.

Pese a que quería estar sola y que le insistió que no era necesario, Max la acompañó hasta la puerta de su casa. Lo peor para ella fue que estuvo parloteando todo el camino. Habló de cosas sin sentido y ni siquiera le prestó atención. Su mente no dejaba de pensar en Alex. Habría deseado ir con él. Estuvo a punto de decirle al Jefe que los acompañaría, pero lo consideró inapropiado dadas las terribles circunstancias. Si él le había pedido que se quedara para proteger a Lyon, junto a Max y a Naomi, era porque confiaba en la habilidad que poseían. Estar ahí, ante cualquier acontecimiento, era más importante que sus sentimientos. Sabía que en cualquier momento atacarían y tenía que estar preparada. La masacre vivida en Aurora tarde o temprano llegaría a Lyon.

―Ojalá que esto ayude a Alex para que se recupere pronto ―pronunció Max un poco frustrado ante las respuestas monótonas de su amiga. Aun así, no dejó de charlar en ningún momento. Por alguna extraña razón, no creía que solamente era porque Alex se había marchado, sabía que ella estaba muy triste y contenía con todas sus fuerzas las lágrimas que se dejaban asomar escuetamente. Buscaba las formas de alentarla, aunque todas resultaran en fracaso.

Tras una engorrosa caminata de casi una hora, llegaron a su casa. Yuuki miró fijamente a su amigo por largos segundos. Su tristeza era evidente y no tenía necesidad de ocultársela. Veía que Max, por su parte, incómodamente trataba de sonreír.

―¿Tu tía está enterada de que saliste? ―preguntó él, esperando que esta vez le respondiera algo.

Yuuki negó con la cabeza, mordiéndose el labio. El extraño presentimiento en su corazón aún no se iba.

"No conozco nada de Alex... y creo que cuando vuelva será distinto. Tampoco puedo sacarme de la cabeza a la persona que nombró cuando se quedó dormido en la Facultad".

―Tendrás que entrar a escondidas. Mañana después de clases nos juntaremos en la casa del Jefe para entrenar si es que los Invasores dejan que lo hagamos.

―Max... ―dijo Yuuki con la voz entrecortada―. Me estoy cansando. En cualquier momento ya no podré aguantar más. ¿Crees que realmente seré capaz de conquistar a Alex?

―¡Por supuesto! ―tragó saliva. No le quería decir la difícil realidad. Mientras él siguiera enamorado de Luna, las oportunidades de su amiga eran casi nulas. Aun así, no quiso desesperanzarla―. ¡Cuentas con mi ayuda! ¡Si sigues mis consejos caerá a tus pies rogando todo tu amor!

―Yo... ―no pudo evitar más, sus lágrimas estaban cayendo por sus coloradas mejillas―. El año pasado sufrí mucho en silencio viendo como tenía solo ojos para Luna y que a pesar de que ella solo lo despreciaba, él seguía detrás suyo. Creí que ahora podría cambiar algo, pero todo sigue igual. Tras nuestro primer día de clases me demostró que sigue pensando únicamente en ella.

―No te pongas así ―entre las dudas de abrazarla o no, decidió hacerlo. Creyó que lo empujaría, pero se sorprendió cuando lo abrazó con mucha más fuerza, enterrando las uñas en su espalda. No soportaba verla llorar. Era capaz de molestarla hasta cansarse y burlarse de ella hasta el más mínimo detalle, pero ver sus lágrimas era algo que no aceptaba―. Cuando vuelva le daré su merecido. Ya verás. Nadie hace lloriquear a mi amiga y sale ileso.