¿Estás enamorado de ella?

Tras la veloz arremetida del Invasor, Max no tenía claro qué hacer. Estaba acostumbrado a atacar primero, pero en este caso prefería defenderse y así ganar tiempo para aprender sobre las habilidades de su oponente. Las dudas no lo dejaban pensar con claridad.

Podía percibir la intensa Energía Espiritual pero no era como las que estaba acostumbrado a sentir en los Invasores. Era muy extraña y fue la razón que lo distrajo al comienzo de la batalla. Viendo cómo se acercaba el enemigo no dejaba de gritarse en su interior que debía reaccionar pronto y concentrarse.

Notaba que a su lado Yuuki estaba mucho más centrada alzando un escudo que la protegía completamente. No solo eso, también sujetaba una espada en la mano izquierda.

Aún seguía zumbando en sus oídos el sonido de la sierra que estuvo a punto de matarlo. Lo que más lo descolocaba era la apariencia del enemigo. Claramente era un humano y casi podía adivinar que llevaba a un Invasor en su interior que lo controlaba a su antojo. Sin embargo, su completa incapacidad de raciocinio, propia de los rangos cuatro y cinco, lo dejaba fuera de cualquier escala creada.

"¿El Jefe estará enterado de todo esto? Jamás nos había contado que existieran Invasores así..."

―¡Cuidado, Max! ―gritó Yuuki ante la vacilación de su amigo. Blandió su espada para tratar de defenderlo, pero ya era demasiado tarde. El Invasor se desplazaba a una velocidad superior.

Max no tuvo tiempo para reaccionar al grito de Yuuki y ni siquiera para ver el momento exacto en que el invasor estuvo frente a él. Recién se percató cuando estaba siendo fuertemente azotado contra el duro cemento. Lo había agarrado de la garganta y el dolor que estaba sintiendo era muy agudo y punzante. Tras cuatro dolorosos impactos, reaccionó usando la teletransportación.

Desde la azotea de un edificio pequeño observó el campo de batalla. El suelo ya contaba con profundas grietas que se extendían por casi toda la calle interna del enorme parque ubicado al lado de la Facultad de Medicina. Gracias a que la mayoría de los alumnos aún seguían en clases, el lugar no estaba abarrotado en personas. Los pocos que quedaban estaban huyendo a causa de los estruendos ocasionados por la cabeza de Max chocando con el suelo.

―Es demasiado rápido... ―lamentó él llevando la mano derecha a su rostro. Estaba cubierto de sangre y gran parte de los pómulos estaban dolorosos al tacto. El cuello le ardía y estaba seguro de que quedaron los dedos marcados del Invasor tras haberlo agarrado con fuerza.

Veía a lo lejos como Yuuki intentaba asestar al extraterrestre con la espada mientras se defendía del arma filosa con muchas dificultades. Con solo tres choques era suficiente para destruir la guardia de ella. Sin embargo, Yuuki volvía a crear un escudo espiritual nuevo.

Desde el inicio de la batalla la alarma había estado sonando sin descanso. Al principio creía que era solo por el Invasor al que se estaban enfrentando, pero estaba muy equivocado. Se acercaban a Yuuki más de veinte extraterrestres de distintos tamaños y formas. En el cielo estaban saliendo muchos más del agujero negro.

Activó el mapa del dispositivo para ver rápidamente si estaban apareciendo en otros lugares. Afortunadamente, solo se concentraban en aquel parque.

Salió disparado hacia su compañera para asistirla ya que la veía con muchas complicaciones debido a que no era capaz de encajar ni un solo golpe con la espada.

―¡Yuuki, aléjate! ¡Preocúpate de los otros! ¡Le enseñaré que nadie me gana en velocidad!

Usó los árboles como si fuesen pilares para desplazarse más rápido hasta el centro del campo de batalla. Justo en el momento en el que su compañera se alejaba, intentó propinarle una patada al Invasor en la cabeza. Sin embargo, este le agarró el pie justo a tiempo y lo desplazó por el suelo por casi cien metros, rompiendo nuevamente el cemento con su cabeza.

Se vio en la necesidad de usar la teletransportación, aunque no quería por el alto consumo que implicaba. Se sentía humillado por dejarse vencer en su especialidad. El haber sido tratado como un trapo solo le empeoraba el humor. La vista se le nubló producto de toda la sangre que caía por su cabeza.

―¡Maldito seas! ―vociferó enfadado.

El Invasor quiso volver a arremeter, pero se revolcó en el suelo gritando de dolor. La mutación que había empezado en su brazo se estaba expandiendo rápidamente por todo su cuerpo, dejando atrás cualquier rastro de humanidad. Su forma completa era una masa de músculos y que seguía creciendo sin parar. Su pelo negro, que al principio era corto, lo tenía tan largo que le llegaba a la cintura.

Max aprovechó la oportunidad para lanzarse al ataque sin ningún tipo de vacilación. Se desplazó de lado a lado para aumentar la potencia de su golpe y sorprender a su enemigo teletransportándose frente a él. Lo golpeó tan fuerte en la cabeza que logró arrancársela de un solo puñetazo.

―¡Toma eso! ―gritó jubiloso. Alzó ambos brazos al cielo en señal de victoria.

•

Desde lejos y ocultando cualquier rastro de Energía Espiritual estaban Lilith y Duriel observando la batalla.

―Esta criatura es una de las creaciones de Amudiel y Araxiel. Quiero ver cómo se comportan en la batalla. Como ves, es una mezcla de humano e Invasor. Lo que fallaron ellos en este modelo es su irracionalidad y falta de control. Solo actúa por instinto y el fuerte deseo de matar a razas humanas. Lo que me confirma es que efectivamente la mezcla de ambas especies crea una nueva mucho más poderosa y con una brutalidad tremenda.

―Valió la pena tantas investigaciones. ¿Esto es lo más fuerte que puede ser?

―No. Se supone que tiene muchas más habilidades. Gracias al material genético que consiguieron de Max fueron capaces de copiar su velocidad sobrehumana y creo que lo supera ampliamente.

Aunque en un principio quedó sorprendido por el hecho de que Max le hubiese arrancado la cabeza al Invasor de un solo golpe, recuperó la compostura al instante.