Fantasía de un último deseo ll

Una Reina impaciente

Volver al desierto de Inframundo después de haber pasado dos semanas en la Tierra le causaba una sensación de satisfacción única. Nada superaba al hecho de estar nuevamente en su mundo y su querida ciudad, Pandemónium.

Para su malestar e indignación, la grieta que tenía origen en la capital se había extendido mucho más, perdiéndose en el horizonte. Balam podía afirmar, casi con completa seguridad, que cruzaba todo el planeta, y no era una distancia menor. El diámetro de Inframundo era casi el triple que el de la Tierra.

―No hay mucha esperanza en este mundo. Pronto tendremos que mudarnos ―expresó Duriel con una sonrisa de satisfacción observando el espectáculo que acaecía en el desierto de Inframundo. Las tormentas de arena chocaban entre sí y los monstruos estaban muy alterados.

―¿Qué significa esto? ―preguntó Balam en un principio sorprendido por la extraña forma en que el cielo estaba cubierto en tinieblas.

Creía que el planeta estaba muy cerca de estallar en miles de fragmentos rocosos, destrozándose y aniquilando todas las especies que habitaban en él. Eso pensó, hasta que sintió dos Energías Espirituales muy intensas. Una la reconocía fácilmente, era de Luna. La otra no la distinguía, aunque se le hacía familiar.

―Es de Stella ―precisó Duriel―. Están luchando. Por lo que veo ella fue capaz de acorralar a nuestra Reina para que esta se viera obligada a usar su verdadero poder.

―¿Cómo es eso posible? ¡Stella debería estar encerrada! ¡Fue la orden que les dejé a los inútiles del palacio!

El cielo nocturno estaba cubierto por la Energía de Luna. Balam sabía muy bien lo que aquello significaba. Estaba usando un espíritu de invocación. Apareció entre las tinieblas un hombre de armadura negra galopando un enorme caballo. Con una velocidad inigualable, atravesó con su lanza el cuerpo de la chica de Aurora.

―Odín es muy fuerte. Stella, pese a su grandiosa habilidad, le fue imposible detenerlo ―exclamó Duriel que no dejaba de sonreír. Ver nuevamente a la joven con quien ha vivido tantos momentos en los últimos años le causaba una inquietante felicidad.

Balam se acercó a su amada que humillaba aún más a una herida Stella. En su memoria había quedado la poderosa fuerza de Odín. Solo eso bastaba para traer a flote el momento en el que se tuvo que enfrentar a Hefesto cara a cara. ¡Qué escalofrío le recorría la médula espinal de solo recordarlo! Lo que más deseaba era no tener que enfrentarse nunca más a una de esas criaturas.

―¿Qué ha sucedido? ¿Por qué Stella está libre? ―preguntó él un poco molesto. No quería parecer que se pronunciaba altanero ante ella. Hace unas semanas lo habría hecho, pero dada la situación en la que se encontraba actualmente, Luna era mucho más importante que él. Por esa razón, sonrió para ocultar sus verdaderos sentimientos.

―No hablaré contigo ―respondió ella a secas y mirándolo con un profundo odio―. Lárgate antes de que llame a Cerbero para que te coma ―el desprecio en su voz era evidente. Se cruzó de brazos mientras veía como Duriel se acercaba a Stella―. Ya sabes qué hacer con ella.

Balam se encogió de hombros. Aun le costaba aceptar el hecho de que Luna lo odiaba a pesar de que era una Invasora. No tenía que mentirse a sí mismo, la única razón por la que ella seguía a su lado era por el enorme deseo de recuperar a Axel, aunque ya era imposible que volviera a ser el mismo que conoció hace tantos años en el colegio.

A pesar de todo el odio que recibía de ella seguía tratándola con respeto y (sin querer aceptarlo) temor. Lo que menos quería era que el poder de la invocación fuera contra él y tener que correr el riesgo de perder todo lo que ha luchado en los últimos años. Si Luna se lo proponía, podía reinar sola y la población la aceptaría encantada. Ella era la única adorada.

Suspiró profundamente. Sus ojos cambiaron a un color azulado. Se escabulló al interior de su cuerpo, sabiendo lo agradecido que estaría Axel de poder caminar después de semanas sin hacerlo.

―Te he extrañado mucho ―dijo Luna acercándose a él y dándole un dulce beso en los labios. Lo abrazó con mucha fuerza. Le encantaba acariciar el musculoso cuerpo de Axel y el olor a sangre humana le causaba un apetito voraz. Se prometía a sí misma que buscaría la forma de liberarlo de aquel demonio y que a pesar de que su corazón estaba inundado en un odio eterno, el amor que sentía por él era infinito.

"―Aprovecha estos minutos que te concedí. Disfrútalos muy bien".

Desde el interior del cuerpo de Axel consideraba que ya había pasado mucho tiempo ahí y le gustaría ser libre... ser capaz de caminar usando su verdadera apariencia. El problema principal era que sus habilidades mezcladas con las de Axel le facilitaba mucho a la hora de pelear. Ambos se potenciaban entre sí. Además, no podía negar que era bastante cómodo. El otro problema que existía era que si abandonaba el cuerpo probablemente no lo iba a poder ocupar de nuevo. Axel quedaría con libertad de acción y dado lo fuerte que es como Cazador Espiritual no podría volver a meterse dentro. Pese a que ya era un Invasor de pies a cabeza, sin dudas se aliaría con Luna para eliminarlo. Era algo que no iba a permitir que ocurriese.

―Stella. Me alegra verte. ¿Estás un poco complicada? ―dijo Duriel arrodillado al lado de ella y sacándose el sombrero en señal de saludo. Se sorprendió ver que ella intentaba hablar pese a que estaba inconsciente.

―Eres un maldito... ¿Cómo lo hiciste para sobrevivir? El Jefe dijo que te había matado ―sollozó Stella completamente frustrada. Intentaba apretar las manos, pero el dolor se lo impedía―. Lo engañaste. Algo hiciste para fingir tu muerte. No debí haber creído nada. Tratándose de ti, obviamente serías capaz de sobrevivir. ¡Te mataré, juro que lo haré!

―Duriel, encárgate de Stella. Nos juntaremos en el laboratorio cuando todo esté listo. Asegúrate que no muera, pero no la cures. Quiero que sufra. ¿Entendido? ―ordenó Luna sin dejar de abrazar a Axel. No solo lo hacía por amor. El combate la había dejado muy agotada y necesitaba sujetarse firmemente o caería. No contaba con mucha Energía Espiritual y sentía que en cualquier momento perdería la conciencia. Al estar junto a la persona que amaba, se sentía muy tranquila. Sin embargo, en su interior también anhelaba abrazar a Alex, envolverlo muy fuerte y luego matarlo a sangre fría. Le dolía en el alma tener esos pensamientos, pero era algo que debía hacer. Necesitaba dejar atrás todos los sentimientos que había tenido cuando era humana.



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En el texto hay: extraterrestres, superpoderes, romance accion aventura

Editado: 09.07.2022

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