Corazón roto

Lo primero que vio al aparecer en la Facultad de Medicina fue a cientos de Invasores recorrer libremente los caminos del patio central. El campo de Energía Espiritual del Jefe se había deshecho segundos antes de que llegaran, pero los que protegían a los edificios se mantenían intactos, al menos por ahora.

―¡Oh, mierda! ―exclamó Max totalmente sorprendido por el escenario desolador.

"También me tiene pasmado. ¿Qué clase de locura es esta? Es mucho peor que la situación ocurrida en el campus sur. Quiero pensar que solo es un sueño, pero está claro que es la realidad. Tantos Invasores de un lado a otro y sus rugidos... me están aturdiendo. ¿Cómo voy a seguir peleando si mi cuerpo apenas me responde?".

Desde los puntos ciegos de los Cazadores había Invasores que estaban despedazando a humanos que intentaban huir de una amenaza invisible. La masacre no había hecho más que comenzar.

―¿Están listos para seguir batallando sin parar? ―preguntó el Jefe, acercándose a ellos para comprobar el estado en el que se encontraban. Max estaba ileso, aunque sin mucha Energía Espiritual. Alex, por su parte, no se veía nada bien. La mayoría de sus músculos estaban tensos y contaba con múltiples heridas. Lo que complicaba la situación era su escasa energía que apenas le servía para mantenerse consciente y defenderse.

―¡Sí! ―respondió Max desapareciendo al instante para matar a tantos como pudiera. Sin embargo, su emoción solo era una máscara que ocultaba sus verdaderos sentimientos: desesperación y angustia.

―Son muchos... Va a suceder lo mismo que en Aurora ―expresó Alex imaginándose lo peor. Se sentía muy mareado y apenas podía mover las piernas para dar un paso. Cerró los ojos por unos segundos para intentar controlarse. Se sujetó con firmeza la muñeca derecha al notar que temblaba involuntariamente.

―No permitiré que les pase algo. Conmigo estarán protegidos. Veo que tuviste una pelea muy complicada.

―Sí... Fue contra... ―había logrado calmar los mareos y un poco los temblores, pero el punzante dolor de cabeza, provocado por los rugidos de los Invasores, no lo dejaba en paz.

―Más tarde me cuentas sobre eso ―exclamó tocándole el hombro derecho para darle ánimos y curar su cuerpo―. ¡Vamos a luchar! ¡Protejamos nuestra ciudad!

Alex solo asintió. De un segundo a otro se vio envuelto por tantos Invasores que no sabía por dónde empezar.

"Si esta llegara a ser mi última batalla, moriré dichoso de defender a todos".

•

La tensión en el ambiente iba en aumento. Nora, tan asustada que lo dejaba en evidencia con su rostro tenso y acongojado, podía palpar el peligro en el que se encontraba. Y no solo por ella. Temía por Boris que aún seguía desmayado. Intentaba encontrar la forma de escapar junto a él, pero sabía que con sus habilidades no sería capaz de lograrlo.

A pesar de ser muy segura de sí misma, sus chances de salir victoriosa del encuentro contra ellos eran nulas. Solo podía esperar lo peor.

Lo que encontraba tan extraño era la presencia de Luna. Escuchar la voz de ella le causaba un escalofrío aterrador.

―Ya veo que me conoces. Así que es verdad que todo el tiempo que estuve ausente me hice muy famosa ―dijo Luna apartándose el pelo de la cara y mirando fijamente a Nora.

Aquellos ojos negros... no eran normales. Nora sintió una poderosa Energía Espiritual proviniendo de ella. Tal poder le hizo dar varios pasos hacia atrás sin saber qué hacer para salvarse de aquella situación tan terrible.

―Es una Cazadora Espiritual.

―¡Ya lo sé, Balam! ¿Crees que no me doy cuenta? ¡No me gusta que me tomes por idiota! ―refunfuñó Luna―. ¿Qué vas a hacer con ella? ¡Lo que menos quiero es seguir perdiendo el tiempo!

―Creo que está mujer nos puede ayudar ―respondió Balam mirándola seriamente.

Quería escapar de aquel lugar, pero el pánico y el miedo se lo impedía. En aquel momento su mente se había olvidado de todos sus problemas que la aquejaban a diario y hasta de su amigo Boris que seguía sin dar luz de recuperarse. Su voz interior le gritaba constantemente que se pusiera a salvo y quería hacerlo, pero su cuerpo no quería reaccionar a ninguna orden.

Le causaba tanta sorpresa ver a Luna frente a ella después de todo lo que había escuchado en las noticias. Todo el mundo la estuvo buscando sin parar durante muchos meses y ahora aparecía como si no le hubiera pasado nada durante todo ese tiempo. Pero, sí que le había sucedido algo. Aquella Energía Espiritual delataba su verdadera identidad.

"Tengo que ir a advertirle al Jefe... él y todos los demás están en peligro, pero no me puedo mover... Tengo mucho miedo".

En el exterior solo se escuchaban gritos desgarradores de los humanos que morían junto a los sonoros gruñidos de los invasores. Estaba viviendo la peor pesadilla de su vida. La única esperanza era el Jefe, pero sabía que nada podría hacer ante los miles de Invasores que seguían apareciendo sin parar.

Su rostro reflejó una sutil sonrisa que solo molestó a Balam. Había sentido dos Energías Espirituales llegar sorpresivamente a la Facultad. Se trataban de Alex y Max.

―¡Ya está aquí! ¡Alex acaba de llegar! ―exclamó Luna con euforia. Sus ojos estaban enrojecidos por lágrimas que aparentemente demostraban felicidad―. ¡Tengo muchas ganas de verlo! Balam, te juzgué en un principio, pero has elegido un buen lugar ―Luna avanzó apresurada hacia la salida del edificio. Al ver que Balam seguía mirando a Nora se enfadó mucho más con él―. ¿Qué haces ahí parado? ¡Muévete! Has lo que quieras con ella. A mí solo me importa ver a Alex.

―Pero...

―¡Cómo molestas! Está bien. Ya que es una Cazadora Espiritual llévatela con nosotros. Después de Alex tocará matar a todos sus amigos. ¡Qué emoción! ¿No lo crees?

"Alex... cuando lo vi por primera vez me di cuenta lo mucho que estaba sufriendo por ella. Sus recuerdos estaban inundados por Luna. De seguro es un reencuentro muy esperado, pero ella no tiene buenas intenciones. Se respira su maldad... Lo va a lastimar y hasta creo que intentará quitarle la vida. ¡No lo voy a permitir! Es mi compañero. ¡Yo también soy una Cazadora Espiritual!"