Fantasía de un último deseo ll

El ataque a Pandemonium

Belcebú había quedado maravillado al ver los espíritus de Invocación de su madre. Era la primera vez que sus ojos contemplaban aquello. El enorme tamaño de Bahamut lo había dejado temblando por varios minutos.

Y cuando las criaturas desaparecieron, sabía lo que venía después. Sus padres estaban de camino a la Tierra.

Días atrás había intentado persuadir tanto a Luna como a Balam para poder acompañarlos, que sentía que podría ser útil, pero ambos se habían negado rotundamente. Al final solo le quedó resignarse.

Mientras recorría las calles de Pandemonium junto a Baalcefon, contempló un panorama muy distinto a lo que le tocaría ver horas más tarde. Parecía una fiesta de nunca acabar. La gente se regocijaba y celebraba una pronta victoria de sus Reyes y que el día de dejar aquel mundo se acercaba.

―¿Por qué no fuiste a la Tierra? ―preguntó Belcebú―. De seguro habrías sido de mucha ayuda.

―Yo también quería ir. Me hubiese gustado enfrentarme a los Cazadores Espirituales de Lyon. Pero la Reina estimó que solo necesita a dos comandantes. Stephen y Seddim fueron los afortunados. Mi labor es defender este lugar con mi vida en caso de que llegasen a atacar.

Belcebú asintió. Que atacaran la ciudad lo veía incierto. Con las fuerzas con las que contaban era imposible que perdieran. Observó el cielo rojizo. Lograba ver varios cuerpos celestes, algunos cercanos, mientras que otros estaban a años – luz.

―Si todo resulta bien... ¿Nos iremos a vivir a la Tierra?

―Así es ―respondió Baalcefon.

―Hemos tenido que sufrir mucho y sacrificar tantas cosas para lograr aquel objetivo. Solo nos han traído desgracias. No entiendo por qué tanta la obsesión con ese planeta.

―La Tierra es un planeta muy lindo para vivir. Mucho más que este. Y nos podremos desarrollar de la mejor forma posible. Aunque no es el único planeta fijado. Tu abuelo ya preveía lo que estaba por ocurrir y, así como enviamos bestias a atacar a la Tierra, también organizó grupos para que hicieran lo mismo en otros planetas más cercanos.

―El problema con la Tierra es que están los Cazadores Espirituales. Durante años se han resistido y encontraron la forma de eliminarnos. ¿Qué nos asegura que cuando tomemos el planeta no intentarán vengarse? Porque creo que es muy probable que algunos lograrán sobrevivir.

―¿Qué sugieres, Belcebú? ―preguntó Baalcefon.

―Si dices que hay otros planetas en la mira, deberíamos intentar conquistar esos primero. Sobrevivir como sea y cuando ya nos hayamos asentado y mejorado, intentar atacar la Tierra, pero no antes. Lo único que estamos logrando es nuestra extinción.

Lo pensaba a diario, tanto que a veces lo angustiaba. No tenía conocimiento sobre el poder que poseían los Cazadores Espirituales, pero de solo recordar a Stella y como se enfrentó a su madre... Si todos peleaban así claramente sería algo muy complicado con lo que tendrían que lidiar. Le estaba dando tantas vueltas al asunto, que un extraño presentimiento le oprimió el corazón hasta el punto de que una pregunta atravesó sus pensamientos una y otra vez: ¿Sus padres regresarían con vida?

―¿Se lo has dicho a la Reina?

―Aun no. Me da miedo hacerlo porque sé que ella desea con toda su alma volver a la Tierra y eliminar a sus amigos. Pero...

"Tengo miedo de que la eliminen a ella".

Era lo que quería decir, pero fue interrumpido. El suelo empezó a sacudirse con suavidad. Poco a poco fue aumentando en intensidad hasta el punto de que no pudo mantenerse de pie.

―¿Qué está pasando? ―preguntó Belcebú en el suelo.

―Nos están atacando ―respondió Baalcefon que había cerrado los ojos.

Belcebú sabía lo que aquello significaba. Estaba usando una de sus habilidades para tener un vistazo panorámico de la ciudad. Abrió los ojos tan bruscamente que el príncipe se sobresaltó.

―Rodean la ciudad. Es un ejército enorme.

Antes de que pudiese responderle algo, Baalcefon se estaba alejando. Al ser uno de los comandantes más experimentados, era el que estaba a cargo en una situación como esta, siempre y cuando el príncipe no hiciera valer su autoridad.

Belcebú se vio completamente solo, observando a la muchedumbre ponerse de pie tras la violenta sacudida.

Si no hubiese sido por la fuerte explosión que hubo sobre su cabeza, habría seguido aturdido y embobado. Alzó la vista para contemplar el cielo cubierto con cientos de meteoritos gigantescos que caían sobre Pandemonium. Sin embargo, un Escudo mágico defendía la ciudad de cualquier ataque. Por lo que le había contado Baalcefon en uno de los entrenamientos, aquello siempre estaba activado.

Intentó enumerarlos, sin saber el verdadero motivo, pero perdía la cuenta una y otra vez. De lo que estaba seguro era de que el escudo no aguantaría aquella arremetida bestial.

Lo más desesperante y angustiante fue lo que ocurrió a continuación. Solo Baalcefon estaba al tanto de lo que pasaba en el exterior, pero los enemigos dejaron de manifiesto su poderío numérico con gritos de guerra acompañado del rugido de miles de bestias.

Y la calma, momentánea, había llegado... para dar paso a sonoras pisadas que se dirigían hacia la puerta principal. Podía discriminar que eran distintas a las demás, mucho más intensas, lo que hizo concluir que se trataba de una bestia gigante.

―Así que tú eres el hijo de los Reyes ―le dijo un hombre alto que caminaba junto a Duriel―. Y por el poder que corre dentro de ti, doy por hecho de que lo eres. Belcebú, el heredero al trono.

―Nosotros iremos a preservar el escudo mágico ―exclamó Duriel―. Ya hablé con Baalcefon así que tenemos claras nuestras funciones. Belcebú, si no te sientes preparado ve a refugiarte.

Y vio a los dos dar un salto con tanta potencia que les bastó para estar en los cielos de Pandemonium. Gracias al poder de ambos, lograron deshacerse de todos los meteoritos. Tras la capa de humo, había cientos de enemigos flotando en el cielo. Eran los actores de aquel ataque mágico. Y así como ocurrió con su técnica, todos fueron eliminados con facilidad.



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En el texto hay: extraterrestres, superpoderes, romance accion aventura

Editado: 09.07.2022

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