Fantasía de un último deseo ll

En territorio enemigo

"Una tierra roja y caliente".

Era lo que le había dicho Luna acerca de las pesadillas que la atormentaban casi todas las noches. Sus ojos no podían hacer más que confirmar aquellas palabras cuando la oscuridad del agujero cedió completamente.

Era un desierto infernal, azotado por múltiples tormentas de arena que se veían a lo lejos y criaturas de aspecto similar a gusanos gigantes que saltaban y se escondían entre las arenas.

El cielo rojo era estrellado y múltiples planetas se veían con detalles majestuosos. Estaba dividido por una enorme grieta que se perdía en el horizonte y, daba la impresión, que a cada segundo se abría más.

Stephen estaba junto a él. Esta vez ya no lo sujetaba de la polera. Al fin podía moverse libremente. Lamentablemente, producto de la breve batalla que habían tenido, no contaba con Energía Espiritual.

―¿Cómo es posible? ¿Todo este tiempo ha existido otra Luna viviendo en la Tierra? ―Stephen seguía cuestionándose lo que había visto antes de que el portal se cerrara bruscamente―. Debo volver. Debo averiguar lo que está pasando.

"No puedo permitir que regrese a la Tierra".

Pese a que aún seguía aturdido y que todo daba vueltas, se acercó tambaleando a Stephen. Debía persuadirlo.

―No te recomiendo volver. Sabes muy bien que el Jefe ya estaba de camino y creo que no quieres pelear contra él. Además, tu misión principal es entregarme a quien te haya dado la orden. ¡Vamos! ―Alex extendió sus brazos, señalándole de que estaba ahí, totalmente indefenso―. No voy a escapar. Llévame con Luna. Quiero verla.

"Tengo que defender a mis amigos y a la Luna que está junto a nosotros... Solo espero que cuando llegue el Jefe con el resto del grupo, tenga como prioridad máxima ocultarla y protegerla. Puede que dentro de las próximas horas ataquen y es muy probable que yo no esté ahí".

Escuchó el gruñido de Stephen, avanzando a regañadientes hacia una enorme ciudad. Lo siguió, sabiendo que tendría que obedecer en todo lo que le ordenaran. Tras casi quince minutos de caminata, el muro de la ciudad se imponía con su altura, razón que sorprendió al Cazador.

―Esta es Pandemonium. La ciudad principal de Inframundo.

Un niño estaba cerca del muro. Lanzaba golpes y patadas al aire con una sincronización perfecta. Para Alex no tenía más de once años. Sus rizos rubios le recordaron vagamente a alguien, pero en ese momento su cabeza no daba para saber a quién se parecía. De hecho, estar en otro planeta tampoco lo tenía impactado. Lo que más le inquietaba era saber sí sus amigos estaban realmente bien y que en los próximos minutos volvería a ver a Luna. Ardía la zona donde antes había estado incrustado el pedazo de hielo. ¿Volvería a suceder?

―Hemos vuelto ―dijo Stephen.

El niño dejó de entrenar, observando atentamente al Cazador Espiritual con una amplia sonrisa.

―Hola, Alex Steiner. Te he estado esperando. Me alegra al fin conocerte. He escuchado muchas cosas sobre ti y lo fuerte que eres.

―¿Quién eres?

Su aspecto infantil contrastaba con su imponente aura de Energía Espiritual. Era inquietantemente aterradora. Era tal la presión que ejercía que su cuerpo temblaba.

"¿Él es quién me está buscando? Es solo un niño. Además, ¿cómo es posible que tenga tanta Energía Espiritual?"

―Me llamo Belcebú. Soy hijo de Luna y Balam... ―continuó hablando, pero para Alex eran palabras vacías y sin significado.

"¿Acaso he escuchado bien? ¿Hijo de Luna y ese desgraciado?"

La noticia lo había dejado en shock. Las palabras de Belcebú se perdían en el desierto y solo lograba escuchar un fuerte zumbido que no hacía más que empeorar su mareo. Sentía que en cualquier momento se iba a desmayar.

"¿En qué momento ocurrió todo esto? Nunca noté que estuviera embarazada. Nunca nos dijo nada. Es imposible... Aunque... antes de que desapareciera, estuvo viviendo junto a Axel. Era de esperar que terminara sucediendo si tenían relaciones sexuales. Pero... el niño que está frente a mí ya es muy grande. Los tiempos no calzan. Luna... ¿Qué has tenido que vivir todo este tiempo? No me puedo imaginar todo el sufrimiento que debes cargar... Lo siento... por nuestra culpa has tenido que pasar por mil tormentos".

Observó a Belcebú con atención. Aquellos mechones rubios eran iguales a los de Axel. ¡Sabía que le recordaba a alguien! Además, tenía ciertos rasgos faciales semejantes a los de Luna. Aunque quisiera pensar que se trataba de una broma, las pruebas eran claras.

―Ahora sígueme ―finalizó Belcebú.

No le quedó más que obedecer. Se acercaron al muro y el niño abrió una pequeña puerta escondida entre la edificación.

―No pasamos por la entrada principal a la ciudad por razones de seguridad. Solo nosotros sabemos que estás aquí. Es imposible ocultar tu olor de humano, así que cualquier eventualidad diremos que eres nuestro prisionero.

"¿Acaso no lo soy en verdad? Stephen fue a buscarme a la Tierra y pese a que me resistí, me terminó trayendo a la fuerza".

―No te mataremos ―puntualizó Belcebú―. Sin embargo, si llegases a cometer alguna tontería, no nos quedará más remedio que tomar medidas más violentas. ¿Está claro?

Alex asintió. Era lo único que podía hacer en su situación actual.

"Mocoso de mierda. Si tuviese Energía Espiritual para intentar algo... Supongo que, aunque hubiese venido de forma voluntaria, Stephen me habría quitado mi poderes por razones obvias".

Atravesaron una parte de la ciudad que estaba cubierta por un bosque de árboles con hojas rojas. Belcebú iba a la delantera, guiando el camino. Stephen iba detrás, vigilándolo atentamente.

"Saben que puedo escapar... Saben que soy peligroso. Y, aun así, me tienen aquí, llevándome con Luna. Por lo visto me necesitan con urgencia. Espero que a ella no le haya pasado nada grave".



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En el texto hay: extraterrestres, superpoderes, romance accion aventura

Editado: 09.07.2022

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