Farsa de amor

Entre mates y secretos

El jardín de la facultad estaba especialmente ruidoso esa tarde. Entre el murmullo constante de la fuente, las risas de grupos dispersos y el aroma a café que salía de la cantina, parecía más un parque que un campus.

Lo vi enseguida. Zayn estaba sentado bajo un árbol, con un mantelito improvisado y un termo reluciente al lado. Frente a él, una bolsa de bizcochos abierta como una invitación.

—Bueno, bueno... ¿y esta producción? —pregunté, arqueando una ceja mientras dejaba mi mochila.
—Es la cita universitaria del año —contestó, dándole una palmadita al césped junto a él—. Incluye merienda, sombra y mi encantadora compañía.

Me senté, aún con una sonrisa incrédula.
—No sabía que "fingir un noviazgo" incluía catering.
—Ah, pero fingir bien requiere compromiso. —Sirvió un mate y me lo pasó—. Además, necesitábamos un lugar tranquilo para conspirar.

Tomé un sorbo.
—¿Dulces o salados? —preguntó, ya con un bizcocho en la mano.
—Salados. Los dulces engañan, parece que llenan, pero no.
—Esa afirmación es ofensiva y científicamente falsa —dijo, mordiéndolo con dramatismo—. Te reto a probar mis bizcochos dulces y retractarte.

Rodé los ojos, pero acepté uno.
—Mm... aceptables.
—¿Aceptables? —fingió indignación—. Esto es alta repostería de cantina.

Mientras reíamos, saqué una bolsa de mandarinas de mi mochila.
—Ya que estamos, traje el snack definitivo.
—No hay forma de que te gusten más que a mí —dijo, tomando una y empezando a pelarla con precisión quirúrgica—. Soy del team "gajos perfectos", nada de comerla así nomás.
—Yo soy más caótica. —Arranqué la cáscara de un tirón, dejando restos de pulpa pegada—. La vida es demasiado corta para pelar mandarinas con paciencia.
—Esa frase dice mucho de vos. —Me señaló con una sonrisa—. Competitiva, impaciente, dramática...

Le tiré una cáscara.
—Y vos, perfeccionista, controlador y fan de la repostería cuestionable.

Nos quedamos un momento en silencio, mirando cómo un grupo de estudiantes jugaba con una pelota cerca de la fuente.
—¿Siempre fuiste así? —pregunté, con curiosidad—. Tan... meticuloso.
—Sí. Culpa de mi viejo. Siempre quiso que llegara lejos, pero bajo sus reglas.

Su tono cambió. Yo apoyé el mate en el suelo, sintiendo que algo importante estaba por salir.
—Cuando rechacé una oportunidad que él consideraba "de oro", nunca me lo perdonó. Desde entonces... hay distancia.

No dije nada al principio. Solo lo miré, entendiendo más de lo que imaginaba.
—Yo crecí en una familia grande. Ser la del medio es... ser invisible. Aprendés a no pedir mucho porque sabés lo que cuesta. Mis amigos se volvieron mi otra familia, y Mike... él fue mi lugar seguro. Hasta que me perdí tratando de sostener todo eso.

Zayn no apartó la vista.
—Eso suena a que llevás mucho tiempo cuidando a todos, menos a vos.
—Tal vez.

—¿Charlotte? —La voz de Mike me cortó como un cuchillo en medio de la calma.
Estaba a pocos metros, con las manos en los bolsillos y esa mirada que conocía demasiado bien: una mezcla de sorpresa, molestia y algo más que no quería nombrar.

Zayn giró la cabeza para mirarlo, pero yo ya estaba de pie.
—¿Podemos hablar? —preguntó Mike, señalando con un leve movimiento de cabeza hacia un rincón más apartado del jardín.
—Estoy en medio de algo.
—No va a llevar mucho.

Suspiré y lo seguí, sintiendo su tensión incluso antes de que hablara. Nos detuvimos detrás de uno de los árboles, lejos de la fuente.

—¿Qué hacés con él? —Su voz era baja, pero cargada de filo.

—Estamos tomando algo.
—No sabía que "tomar algo" incluía mantel, bizcochos y miradas largas.
—¿En serio, Mike? ¿Ahora vas a contar cuántos segundos miramos?

Él apretó la mandíbula.
—No confío en él. No me gusta cómo te mira.
—¿Y qué? ¿Ese es tu argumento? —Cruzando los brazos, lo miré fijo—. Porque la última vez que revisé, no te debía reportes de mi vida.
—No es eso. Es... —Hizo una pausa, buscando las palabras—. Es que te conozco. Sé cómo entregás todo, cómo confiás en la gente. Y después, cuando se van, sos vos la que queda rota.

Tragué saliva.
—¿Y vos? —pregunté con suavidad—. ¿Vos no me dejaste así más de una vez?
—Eso es distinto.
—No, Mike. No lo es.

Se pasó la mano por el cabello, frustrado.
—Yo solo... no quiero que te lastimen.
—A veces creo que lo que no querés es que me aleje de vos —dije, y su silencio me lo confirmó.

Me miró, serio.
—¿Podés prometerme que no te va a arrastrar a nada raro?
—No puedo prometerte nada —respondí—. Pero puedo prometer que voy a cuidarme.

Se quedó quieto unos segundos, sin saber qué más decir.
—Está bien —murmuró finalmente—. Solo... cuidate, Char.

Volví con Zayn, que me observaba con curiosidad y algo de preocupación.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Sí. —Sonreí, aunque sentía el pulso todavía acelerado—. Y ahora sí, demostrame que tus bizcochos son mejores que mis mandarinas.

Llegué a la biblioteca con Zayn del brazo, sintiendo un nerviosismo raro que no sabía bien si era por la cantidad de libros que me esperaba o por presentarlo así, delante de todos. La mesa grande estaba llena de cosas: cuadernos, apuntes, laptops, y mi grupo de amigos ya instalado y disperso entre risas y charlas bajas. Me senté junto a Zayn, tratando de disimular el cosquilleo que me daba tenerlo tan cerca, y el calor que se me subía a las mejillas.

—Bueno, equipo —empecé, tratando de sonar natural, aunque por dentro estaba un poco acelerada—. Les presento oficialmente a mi novio, Zayn. Así que cualquier queja, reclamo o pregunta, pueden dirigirse a él.

Lara parpadeó sorprendida y me clavó una mirada que parecía decir "¿En serio?".

—¿Desde cuándo sos la experta en novios? —bromeó, con una sonrisa pícara.

—Desde hace unos minutos —respondí, guiñándole un ojo a Zayn.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.