Farsa de amor

Tormenta y calma

El murmullo de la playa todavía se escuchaba a lo lejos, pero ahí, entre las casillas de madera donde se guardaban las pelotas y las redes, el mundo parecía en pausa. Yo había ido a buscar un poco de agua, convencida de que necesitaba un respiro después del partido, cuando lo vi.

Mike estaba esperándome. Apoyado contra la pared, los brazos cruzados, pero su postura no era casual; la tensión en su mandíbula y la forma en que sus ojos me siguieron desde que aparecí me dejaron claro que estaba ahí por mí.

—Podemos hablar —dijo sin rodeos. No preguntó, no pidió permiso. Fue casi una orden.

Tragué saliva, intentando mantener la calma. El eco del pasado seguía doliendo, y verlo así, tan cerca, solo removía todo lo que había tratado de enterrar.

—No sé si sea buena idea, Mike. —Me moví como para esquivarlo, pero su brazo se interpuso, apoyándose en la pared justo al lado de mi hombro. Estaba demasiado cerca, y mi corazón decidió traicionarme acelerando.

—¿Por qué lo haces? —preguntó, con la voz baja, áspera, como si le costara sostener el tono.
—¿Hacer qué? —me salió más defensivo de lo que esperaba.
—Esto... —su mirada se deslizó hacia donde Zayn estaba con los demás—. Fingir con él. Fingir que lo elegiste a él.

Sentí un nudo en el estómago. Sus palabras eran como un golpe disfrazado de pregunta.

—Yo no estoy fingiendo nada —mentí, apretando los labios, aunque la voz se quebró en la última palabra.

Mike soltó una risa amarga, esa que me atravesaba desde siempre porque sabía que ocultaba dolor. Dio un paso más cerca, inclinándose hacia mí. Su aliento me rozó la piel.

—Charlotte... te conozco demasiado bien. —Su mano rozó apenas mi brazo, como si hubiera querido sujetarme y se hubiera contenido en el último segundo—. Y no me digas que estás feliz con él, porque no puedo creértelo.

Un zumbido me invadió los oídos. Todo en mí gritaba que retrocediera, que recordara lo que me había hecho en aquel cumpleaños, el silencio que había elegido en lugar de defenderme. Y aun así, la forma en que me miraba ahora, con los ojos brillando de frustración, me quemaba más que cualquier recuerdo.

—¿Y qué importa lo que creas? —mi voz salió baja, temblorosa, pero no cedí en su mirada—. Al final, cuando tuve que necesitarte... no estabas.

Esa frase lo golpeó. Vi cómo sus labios se abrieron, como si quisiera contestar, pero lo único que salió fue un suspiro, cargado de algo que no se atrevía a decir. Su silencio fue peor que cualquier palabra.

Por un segundo, pensé que iba a acercarse más, que iba a confesar lo que siempre había callado. Pero no lo hizo. Solo bajó la mirada, apretó los puños y se apartó, como si la distancia fuera lo único que podía salvarlo.

El silencio que había quedado entre Mike y yo apenas empezaba a volverse insoportable cuando una voz familiar, aguda y llena de veneno, interrumpió la tensión como un vidrio rompiéndose.

—Vaya, vaya... —Lisa apareció desde el pasillo de tablas, con los brazos cruzados y esa sonrisa que nunca fue sonrisa de verdad—. ¿Interrumpo algo?

Su tono estaba cargado de diversión maliciosa. Me puse rígida al instante, pero lo peor fue la mirada que me lanzó: directa, calculadora, disfrutando de la incomodidad como si se alimentara de ella.

Mike giró, molesto.
—Lisa, no es momento.

—¿No es momento? —ella alzó una ceja, fingiendo sorpresa—. Oh, perdón, pensé que como tu "mejor amiga" estaba aquí, debía saludarlos. —La palabra mejor goteaba sarcasmo.

Quise responder, pero el aire me faltó. Los recuerdos del cumpleaños, de ella leyendo mis mensajes frente a todos, me golpearon de nuevo con una fuerza brutal.

—Lisa, basta —logré decir, aunque mi voz no sonó tan firme como quería.

Ella soltó una carcajada breve.
—¿Basta? No seas tan sensible, Charlotte. No hice nada todavía... solo vine a recordarte que, aunque te esfuerces, al final siempre terminás siendo la otra.

La sangre me hervía, pero antes de que pudiera contestar, alguien apareció a mi lado.

—Qué raro... yo más bien diría lo contrario. —La voz de Zayn llegó tranquila, suave, pero con un filo tan sutil que ni siquiera Lisa pudo ignorarlo.

Él se colocó entre nosotras, como si no lo pensara demasiado, con una naturalidad que me dejó respirar de nuevo. Sus ojos se fijaron en los de ella sin vacilar.

—Perdón, ¿vos eras...? —preguntó, frunciendo levemente el ceño, como si genuinamente no recordara su nombre.

Lisa abrió la boca, ofendida.
—Soy Lisa.

—Ah, claro. —Zayn sonrió apenas, ese gesto elegante que parecía esconder dinamita—. La ex.

El color se le subió a la cara en un segundo.
—No me reduzcas a eso.

—Tenés razón —dijo él, encogiéndose de hombros—. Sos la persona que viene a incomodar a mi novia cada vez que puede. —Lo dijo sin levantar la voz, como si fuera un comentario al pasar, pero el peso cayó como una piedra en el aire.

Mi corazón dio un salto al escuchar la palabra novia de sus labios, tan firme, tan segura.

Lisa lo miró con rabia contenida, y luego me miró a mí, como si buscara alguna reacción de vergüenza o negación. No encontró nada.

Mike, en cambio, se mantuvo en silencio, con el ceño fruncido, observando a Zayn como si midiera cada palabra, cada gesto.

—Ustedes dos son patéticos —escupió Lisa al fin, girándose con brusquedad y alejándose en dirección al resto de sus amigas, que ya cuchicheaban mirando hacia acá.

El silencio que quedó fue distinto al de antes. No era un vacío incómodo, sino uno cargado de latidos acelerados y miradas que decían más de lo que podían pronunciarse.

Zayn se giró hacia mí, suave, como si todo lo anterior hubiera sido solo un malentendido insignificante.
—¿Estás bien?

Asentí, aunque no estaba del todo segura. Entre Mike que me había dejado temblando y Lisa que acababa de envenenar otra vez el aire, solo quedaba la certeza de que Zayn había sido mi ancla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.