Fave | En manos de un psicópata

Capítulo 34

La inesperada presencia de Antonio Fave provocó que la secretaria de Heriberto Torres, un importante banquero del país, no esperara tiempo para ir a recibirlo. Poder negociar con la familia Fave es una de esas oportunidades que solo podría darse una vez en la vida. Ha escuchado sobre la historia de que el gerente de la compañía resultó ser el verdadero heredero y tomó el lugar de quien resultó solo ser una adoptada que estuvo a punto de tomar su lugar.  

Una historia que además le han dado tintes aún más dramáticos casi queriendo comparar la vida de Antonio como el del cuento de la Cenicienta.  

—Señor Fave, es un gusto recibirlo ¿Desea tomar un café o un té caliente? —le preguntó invitándolo a tomar asiento.  

—Vengo a hablar sobre su hija —señaló con seriedad y luego movió la mano ante las intenciones de la secretaria de ofrecerle algo de beber. 

El hombre mayor alzó sus gruesas y blancas cejas. No niega que ha visto los titulares en donde hablan de una relación oculta entre su hija y este rico empresario, pero no se esperaba que él en realidad vendría a formalizar esa relación. 

Hasta ahora pensaba que era otro caso más de acoso de su hija a un hombre del cual se hubiera ilusionado de forma unilateral. 

—¿Laura? —preguntó fingiendo no saber, aunque sea su única hija mujer. 

—Sí —Antonio arrugó el ceño —, necesito pedirle que hable con su hija. Fue capaz de ir a mi casa a decirle a mi esposa que es mi amante. Mi mujer está embarazada y no sabe el problema que pudo causarnos. Si esto sigue así nuestra relación de negocios se suspenderá. No puedo tolerar que su hija vaya a causarle daño a mi esposa. 

El hombre mayor pestañeó confundido. 

—¿Usted está casado? —no había escuchado eso, además esta noticia hubiera salido en todos los medios si eso fuese cierto. 

Antonio alzó una ceja. 

—¿Duda de mi palabra? —exclamó en un tono intimidante que hizo que Heriberto Torres guardara silencio dándose cuenta de su error. 

—Lo siento, yo no quise —titubeó —. Pero, hablaré con mi hija, yo no sabía que ella hubiera sido capaz de algo así. 

Antonio se levantó de su asiento. 

—He sido considerado solo por usted, sin embargo, si su hija vuelve a ir con mentiras a mi esposa tendré que tomar medidas. He intentado ser amable, e incluso sé que fue ella quien pagó por esos artículos que hablaban de una relación que no existe y tomado fotos en simple ocasiones donde solo la salude por cortesía. La próxima vez no seré tan amable. 

Heriberto Torres se quedó en silencio ante la amenazante expresión de Antonio. Sus palabras no solo son un juego, ha escuchado de que es un hombre que con solo mover un dedo puede hacer desaparecer a quien se le da la gana. Aunque nada de eso se ha comprobado nunca. 

—Lo entiendo, le pido disculpas, hablaré con mi hija, hablaré con su psicólogo, no es la primera vez que hace esto. La vigilaré se lo prometo y extienda mis disculpas a su esposa —habló preocupado.  

Movió la cabeza en forma afirmativa antes de salir de la oficina de aquel hombre. Luego subió a su auto y se aflojó la corbata con gesto cansado, recordando la extraña expresión de Susana luego de ir al orfanato.  

Clara le ha escrito recién para decirle que no ve nada distinto en la rutina de Susana, hoy se ha levantado, desayunado y luego encerrado en la biblioteca ¿Tendrá algo que ver con ese extraño diario de su bisabuela? ¿O acaso algo que la anciana Minerva le dijo antes de morir? 

—Señor Fave, tenemos una reunión en una hora —le habló su asistente con seriedad mientras revisaba su laptop. 

—¿Pudiste averiguar que fue hacer mi esposa al orfanato? —le preguntó masajeando sus sienes intentando mantener la paciencia.  

—Sí —respondió de inmediato—. Mandé a uno de los hombres a hablar con el director. Dijo que la señora Susana fue a preguntar por su adopción, y si acaso hicieron un análisis de posibles problemas mentales en su familia antes de proceder a adoptarla. Según la información Minerva Fave no solo solicitó esto sino además pidió que un psicólogo fiel se entrevistara con la niña para validar su estabilidad mental.  

Antonio lo contempló en silencio, para luego sonreír con ironía. De seguro su abuela creía en esa tontería de la maldición de los Fave. No puede creerlo que una anciana fuerte y segura como se mostraba a la opinión pública viviera con el miedo de tener un heredero con problemas mentales.  

Siquiera pensar que su decisión de abandonarlo fue más allá que su enfermedad lo hace sentir un calor interno que le quema las entrañas. Tensó su rostro esperando que esas locas ideas de Minerva no hayan afectado a Susana. Y que eso signifique temer por la vida de la criatura en su vientre.  

—Maldita sea —masculló entre dientes. 

 

Susana dejó caer el libro al piso al dormitar un par de minutos, el golpe del objeto al caer al suelo la hizo dar un salto y despertar de golpe. Mientras más avanza su embarazo más sueño comienza a tener. Debería ir a la cama a descansar, es lo mejor. Aunque ha intentado leer algo su mente no logra retener palabras algunas. 

La pesadilla del niño de ojos azules no ha dejado de perseguirla. 

Pero cuando abrió la puerta para salir se encontró con Antonio hablando con Clara. Fue extraño verlo a estas horas en casa, no hubo palabras, ni saludo, cuando la tomó de la muñeca y la arrastró casi por las escaleras detrás suyo. 

—¡Ten cuidado! No puedo seguirte el ritmo ¿Qué te pasa? —se quejó Susana afirmándose del barandal de las escaleras respirando agitada.  

Antonio se quedó detenido y se giró a mirarla notando que luce cansada, hasta ahora no se había dado cuenta cuan grande ha crecido su panza, y es evidente que el peso le está provocando más problemas para caminar más rápido.  

Pero la imagen de verla así, la expresión del rostro de la mujer con el cabello alborotado y suelto, el vestido maternal, y sus mejillas sonrojadas debido a la agitación que padece lo dejó en silencio. 




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