Fave | En manos de un psicópata

Capítulo 38

Antonio llegó corriendo al hospital luego de la llamada del doctor. Aunque las enfermeras quisieron detenerlo antes de entrar a la habitación no fue posible. Abrió la puerta y entró con brusquedad ante la mirada del médico que examinaba a Susana y la mujer que abrió aún más sus ojos al darse cuenta de su presencia.

—Vaya —señaló sonriendo antes de cruzar los brazos—. No sabía que el doctor tuviera un amigo tan guapo.

Ante el desconcierto de Antonio aquella lo contempló de forma coqueta.

—¿Le comieron la lengua? —le preguntó alzando ambas cejas—. ¿O quiere que se la coma yo?

—Señorita Saez, creo que es mejor que siga descansando, nosotros saldremos a hablar afuera —habló el médico acercándose preocupado a Antonio que sigue confundido.

—Fave —corrigió la mujer sin dejar de sonreír y mirar a Antonio—. Susana Fave, un gusto, apuesto hombre ¿Quieres que salgamos después a comer?

—Eso pueden verlo después, descanse por ahora —dijo el médico apresurandose a sacar a Antonio de ahí.

Apenas salieron cerró la puerta. Hubiera sido ideal hablar con él antes de que la viera y terminaran en una situación así de incómoda. Los ojos de Antonio se detuvieron en el rostro del doctor esperando una explicación. Por su ceño arrugado y la angustia que muestra es evidente que aún no se recupera de la forma como su esposa acaba de hablarle.

—Es pérdida de memoria momentánea —le dijo una vez que estuvieron en su oficina.

Antonio no puede creerlo ¿Es acaso una burla del destino? Se colocó de pie sin poder sentirse tranquilo sentado en esa silla.

—¿Qué puedo hacer? —le preguntó impaciente.

—Creo que lo mejor es que la lleve a casa, de esa forma se puede recuperar más pronto. No la fuerce a recordar pero ayudela mostrándole fotografías y hablándole poco a poco. Debe tener paciencia.

Si el médico conociera más a Antonio sabría que pedirle que tenga paciencia no es fácil. Más cuando sabe que mientras no pueda descubrir quién fue el autor intelectual del intento de homicidio contra Susana es aún peligroso dejarla sola.

—Tenga cuidado, ella no recuerda nada de los últimos acontecimientos, ni su matrimonio con usted, ni su hijo, e incluso es extraño que no recuerde nada sobre usted —agregó.

Antonio tensó su mirada. Eso es aún más extraño, se han conocido desde niños y pese a olvidarse de que están casados y tienen un hijo no lo recuerda. Fue evidente cuando entró a la habitación y ella le coqueteó como si no lo conociera. Ha vuelto a ser esa misma mujer que buscaba a distintos tipos para divertirse.

Suspiró con molestía.

—Bien, me la llevaré hoy mismo —musitó, de todas formas en casa puede cuidarla mejor.

Pronto Susana se vistió y arregló sin entender mucho lo que pasaba. Quiso llamar a su amiga y se dio cuenta que la había bloqueado, lo mismo que con todos sus conocidos. El teléfono de su abuela Minerva ni siquiera estaba en servicio. Esto la confunde aún más.

Cuando el apuesto hombre que vio un momento antes entró, escondió su teléfono, y le sonrió intentando lucir mejor que nunca.

Antonio al verla, al estar solos en la habitación, no pudo ocultar la melancolía que siente que ella no pueda recordarlo, y sin evitarlo se agachó en el suelo colocando su cabeza sobre las piernas de la mujer. Quisiera despertar de esa pesadilla.

Susana confundida se quedó con ambas manos en el aire sin saber que hacer, pero su corazón le duele al ver que ese hombre sufre.

—No estés triste —dijo de repente y cuando aquel alzó la cabeza a mirarlo Susana colocó sus frías manos en sus mejillas—. Eres guapo y sexy ¿Qué hace que te sientas así de desanimado?

No pudo responder, no le puede decir que es porque ella lo ha olvidado y no lo recuerda ni a él ni al hijo de ambos. Los ojos de la mujer quedaron detenidos en los suyos por unos largos momentos, y se quedaron así, en silencio.

—Tus ojos son iguales a los de ese niño —dijo de repente Susana sorprendida.

Antonio no entendió que quiso decirle.

—Tenemos que ir al orfanato —señaló colocándose de pie de golpe.

—¿Por qué quieres ir a ese lugar? —Antonio se levantó asustado y preocupado sin entender su premura por ir a ese lugar.

—Hay un niño, como tú, de lindos ojos azules, que lloraba gritando porque su madre lo abandonó —dijo mirándolo con fijeza—, estaba sufriendo igual que yo, y el día que me adoptaron le prometí en silencio que un día volvería por él.

Susana se llevó la mano a la cabeza como si comenzara a dolerle.

—¿Cómo pude olvidarlo? ¿Cómo pude olvidarlo? —repitió preocupada.

Antonio la rodeó con sus brazos, y la mujer no intentó huir de ellos. ¿Acaso Susana lo vio ese día que sus padres y abuela lo dejaron en el orfanato? El niño de ojos azules que lloraba al ser abandonado fue él ¿Habrá sido él?

—Ese niño ya creció, ya está bien —dijo sin soltarla para evitar que en su condición saliera sola.

La mujer se quedó en silencio, solo movió la cabeza en forma afirmativa quedándose en los brazos de ese hombre. Con expresión dudosa y desconfiada ¿Quién podría creer en un hombre con un aura tan maligna a su alrededor? Bufó en su interior, aunque es apuesto, hay algo en él que la intranquiliza. Pero prefirió no pensar demasiado sobre eso porque intentar hacerlo le produce un fuerte dolor de cabeza.

Bajó del auto y no pareció muy feliz de haber vuelto a la casa de los Fave. Miró de reojo a su alrededor notando que las cosas son distintas a lo que recordaba. El jardín de blancas rosas que su madre adoptiva adoraba tanto habían sido reemplazadas por margaritas de diversos colores. El tanque de peces había sido cambiado por una elegante fuente de agua.

La casa incluso luce más iluminada, y la entrada despejada ya que habían sido sacados dos viejos pilares de los cuales su abuela solía enorgullecerse diciendo que eran los viejos pilares originales de la casa. De todas formas para Susana siempre habían sido feos y poco modernos.




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