En manos de un psicópata

Capítulo 40

Susana bufó antes de lanzar el teléfono sobre su cama

—Idiota —masculló mirando el telefono mientras cruzaba los brazos—. Si la abuela Minerva hubiera caído en el hospital me lo hubiera avisado el gerente general de la industria y ese hombre...

Se quedó en silencio al sentir una fuerte punzada en la cabeza ¿Por qué no puede recordar al "perro bastardo" que siempre andaba al lado de su abuela? Abrió sus ojos desconcertada ¿Perro bastardo? ¿Cómo podría pensar así de alguien?

—Maldita sea —el dolor se vuelve más doloroso y tuvo que salir de la habitación para pedirle a alguien que le diera un par de analgesicos.

Al salir escuchó el llanto del bebé, se hacía cada vez más fuerte y no pudo evitar ir a su habitación. Pobre criatura, si fuera su hijo no lo dejaría dormir solo, lo tendría a su lado, pero el ama de llaves no le dejó hacerlo. Y lo entiende, no es su madre para tomar esas atribuciones.

Sin embargo, al llegar a la puerta vio al hombre que la trajo a este lugar mirando a la criatura sin hacer nada, mientras el bebé lloraba con más fuerzas. No pudo evitar pasar de él e ir directo donde el bebé para tomarlo en sus brazos e intentar calmarlo.

Antonio al darse cuenta de su presencia reaccionó, había intentado acercarse y calmar al bebé pero cuando intentó tomarlo la criatura lo había rechazado llorando con más fuerzas, y al notar que su propio hijo no lo quería cerca se quedó enmudecido.

Las palabras que Susana le había dicho el día anterior lo empujó a querer intentar conocer a su hijo, pero el niño lo desconoce, en todo este tiempo nunca se ha acercado a él, todo lo ha hecho Clara, su ama de llaves. Por lo que el bebé en medio del llanto al ver a aquel hombre de mirada fría e intimidante reaccionó aterrado.

En cambio, en los brazos de aquella mujer de expresión dulce y suave sonrisa, con un aroma que se le hace conocido y familiar, puede sentirse seguro y cálido. La criatura solo hipó aferrado a los brazos de Susana, mientras aquella le daba pequeñas palmaditas en la espalda.

Antonio no pudo evitar sentirse culpable. Si hubiera sido él quien hubiera recibido el balazo y quedado en coma Susana no hubiera dejado solo al hijo de ambos. Él en cambio estuvo a punto de hacer con el niño lo mismo que sus padres, no abandonarlo en un orfanato, pero si ignorarlo por el resto de su vida, negando su existencia y sólo considerando sus necesidades económicas. El niño hubiera tenido de todo, buena escuela, ropa de calidad, comida, una casa, pero no el amor de sus padres.

¿Susana lo hubiera perdonado si hubiera muerto sacrificando su vida por un hombre que decía amarla pero no fue capaz de amar al hijo de ambos de la misma forma?

—Señor —Susana colocó su mano sobre la mano de Antonio que apretaba la barrera de la cuna con fuerzas—. ¿Puedo hablar con usted?

Le preguntó mientras el bebé adormecido sigue en sus brazos.

—¿Es algo importante? —le preguntó sin mirarla masajeandose las sienes.

—Sí, mi tío me llamó y dijo que la abuela Minerva está grave, pero... —titubeó sin saber si debía contarle algo tan íntimo de la familia—, la familia de mi tío abuelo siempre ha deseado apoderarse de los bienes de la abuela. Me dio una dirección para encontrarnos pero en realidad, se que planea algo malo.

Antonio se giró mirándola a los ojos notando la sería expresión de la mujer que acababa de arrugar el ceño. Acarició la espalda del bebé y aquel con sus manitos se aferró a su ropa.

Aquel siempre pensó que Susana era una mujer ingenua que no veía la maldad de su propia familia pero se da cuenta que se equivocó. Susana siempre supo que nunca fue querida ni aceptada, y supo que ellos solo esperaban que la abuela muriera para deshacerse de ella.

Cuán triste debió ser la vida de esa mujer, adoptada y tratada solo como una herramienta, subiendo en sus hombros el peso de toda una familia con un historial de muertes y asesinatos. Haciéndola sentir que nunca fue parte de la familia.

Por ello no pudo evitar acariciar su mejilla ante la sorpresa de la mujer. Y sus ojos azules se detuvieron en el rostro confundido de Susana. Verla así, con esa expresión, con el bebé en sus brazos, es algo que quisiera mantener así toda la vida. Pero quiere que recuerde, aun cuando lo siga odiando, desea que lo recuerde.

—Te protegeré no tienes que preocuparte, deja que yo me encargue de ese hombre, quedaté en casa y no salgas —dicho esto hizo el ademán de salir.

Susana le agarró la mano.

—Ten cuidado, él puede ser muy peligroso, no te expongas —le dijo haciendo que Antonio se girara a mirarla, lo está tuteando y esa forma de hablarle lo empujó a acercarse y besarla.

Susana al sentir los labios de ese hombre posarse sobre los suyos, con un solo empuje, no reaccionó. Fue un beso inocente y suave, y cuando él salió de la habitación, se tocó los labios aun huérfanos de esa efímera calidez.

El bebé se quejó en sus brazos y Susana vio como parecía buscar algo.

—¿Tienes hambre? —le preguntó antes de sentarse en una silla dentro de la habitación y darle de su pecho.

Contempló al pequeño mientras se acurrucaba bebiendo leche y jugó con su manita regordeta. Lo observó en detalle, no es de esas personas que gustan de todos los bebés que conozca, usualmente rehuye de ellos porque no soporta su llanto, pero en este caso es distinto, al escucharlo llorar solo quiere buscarlo y calmarlo.

Clara entró con cuidado, observando la escena desde la puerta, su jefe antes de salir le avisó que Susana se encontraba con el bebé y que fuera a ver que todo estaba bien. No quería romper la armoniosa imagen de madre e hijo, y aunque de un principio no le cayó bien Susana, no puede negar que sintió mucho pesar al saber que estaba al borde de la muerte y al verla ahora con esa mirada de cariño hacia la criatura que sostiene en sus brazos no pudo más que sentir compasión por la situación de todos.

—No es normal que una mujer pueda amamantar sin ser madre —musitó Susana y doña




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