Febrero

CAPITULO 2

Siento un fuerte dolor de cabeza, no quiero abrir los ojos, pero me obligo a hacerlo. No recuerdo nada, tengo la mente en blanco y un dolor infernal. No pude abrir los ojos. Dios, no volveré a tomar jamás en la vida. Vuelvo a intentar abrir los ojos, esta vez lo logro. Me levanto al darme cuenta de que estoy en un lugar desconocido. ¿Dónde estoy? Empiezo a ver a mi alrededor, no estoy en mi pequeño departamento, no conozco esta habitación. Me toco el cuerpo, tengo la ropa puesta, mis zapatos están en el piso. Busco mi bolsa, pero no está por ningún lado. Salgo con mucho miedo de la habitación.

El silencio me asusta, al menos no estoy encerrada. Pude abrir la habitación, aún no llego a la puerta principal. Me veo en el espejo que está a un lado de la escalera. Mi aspecto es terrible, me quito la pestaña de la frente, el maquillaje está corrido y no tengo mi bolso para arreglar esto. Intento recordar lo que pasó ayer, pero solo recuerdo la parte donde descubrí que mi novio y mi jefa me engañaban desde quién sabe cuándo.

—Buenos días —doy un grito del susto.

—Perdóname, no quería asustarte.

Miro hacia dónde está la persona, no tengo idea de quién es, tengo miedo de que sea un loco.

—¿No te acuerdas de nada de lo que pasó anoche? ¿Cierto?

—¿Qué pasó anoche? ¿Y quién eres tú? —Estoy totalmente perdida.

—Te pusiste algo agresiva, diciendo que tu novio te puso el cuerno con tu jefa, que ibas a renunciar al trabajo, te cargué para poder subirte al coche, te pusiste más agresiva. ¿Ves esto? —Se arremanga las mangas de su camisa, tiene varios arañazos.

—¿Yo… te hice eso?

—No importa, no te iba a dejar ahí con tantos hombres que pudieron hacerte daño, no soy quién, para decírtelo, pero no debes exponerte a sí.

—Lo siento— Es lo único que puedo decir, ya que tiene razón, fui una tonta en ponerme en peligro y por un idiota que no vale la pena.

—No tuve más opción que traerte a mi casa, no llevabas identificación y no sabía ni tu nombre.

—Te agradezco lo que hiciste por mí y siento las molestias que te cause ¿Puedes pedirme un Uber, por favor? —Debo volver al bar para buscar mis cosas y mi auto.

—Yo te llevaré a donde quieras ir.

—Ya hiciste mucho por mí, me pusiste a salvo sin conocerme.

—Me llamo Braulio, vamos…

Soy arrastrada nuevamente por este hombre que ahora sé su nombre. Abre la puerta para mí, no sé a qué se dedica Braulio, pero estoy seguro de que tiene mucho dinero, tiene un automóvil caro, una casa enorme, su perfume, estoy segura de que es de los caros, tiene un rico aroma.

—Ponte el cinturón, por favor.

Me lo intento poner, pero no puedo.

—Déjame hacerlo yo — él lo hace al primer intento.

Sus ojos llaman mi atención, nunca había visto en personas, solo en gatos.

—Dime dónde te llevo.

—Al bar, necesito recuperar mis cosas y mi coche.

—Muy bien.

Manejamos por la ciudad despierta, muchos están haciendo su caminata, otros van ya al trabajo y muchos otros más están haciendo fila en algún local de comida rápida.

—Ha cambiado la ciudad desde la última vez que estuve aquí. —Musita.

—¿No vivías aquí?

—No, vivía en el extranjero con mi exesposa, no eres a la única que engañaron. ¿Sabes? Al menos a ti no te engañaron con tu propio hermano.

—Lo lamento.

—Yo no, ellos son responsables de sus propios actos, no yo. No quiero ser entrometido, pero no deberías renunciar a tu trabajo. No le des el gusto de verte destruida.

—No puedo hacerlo, no puedo estar trabajando con la mujer que se lleva a su cama, al hombre que amo.

—Ahorita, te duele, pero al pasar de los días te darás cuenta de que eso no va a acabar contigo.

—No sé si puedo hacerlo —vuelvo a repetir.

Llegamos al bar.

—Gracias por traerme y te vuelvo a pedir disculpas por todo.

—Dime tu nombre, merezco saberlo.

—Me llamo Mavie —Cierro la puerta.

Entro al local, no sé qué hora es, pero unos jóvenes, sirven desayuno a estas horas. Menos mal, no sé qué harían unos jóvenes tomando a estas horas.

Me acerco a la barra.

—Disculpé, joven, ayer estuve aquí y olvidé mi bolso.

—Oh, si es usted esa chica.

—¿Esa chica?

—Si la que estaba muy tomada, pobre hombre, no sé cómo consiguió subirla a su coche.

—¿Tú estabas aquí? —le pregunté.

—No, pero vimos las cámaras. ¿Quiere verlas?

—No, gracias, ya siento mucha pena por mí.

—Descuide no es la única ni la peor.

—Gracias —digo

—Iré por su bolso, por suerte una chica lo encontró y lo trajo a la barra.

Me doy cuenta de que la gente me mira y como no si parezco una vagabunda.

—Aquí tiene

Tomo mi bolsa, reviso que todo esté ahí, saco mi bolso.

—¿Cuánto le debo?

—No debe nada, el hombre que se la llevó pagó.

—De acuerdo, gracias.

Voy al estacionamiento, subo a mi coche. ¿Y ahora qué hago? Debería ir a mi casa. ¿Pero sí, Liam está ahí? Él tiene llave para entrar, yo misma se la di, eres una gran estúpida, Mavie ¿Cómo pudiste confiar en él?

Manejo hasta la casa de mi mejor amiga Lily, sé que está en su casa, está en sus últimas semanas de embarazo a sí que es a la única que puedo recurrir.

Llego a casa de mi amiga, toco el timbre, espero a que me abra.

—Dios mío, Mavie nos tenías bien preocupadas. ¿Dónde estabas? ¿Por qué vienes a sí? —Mi amiga me abraza a cómo puede su gran panza no la deja bien.

—Hola, Mavie, qué bueno que estás bien. Llamaré a Liam, estaba preocupado por ti. ¿Ya lo llamaste?

—No, no lo llames, no le vuelvas a llamar —digo.

—Jero, déjame a solas con Mavie por favor.

—Está bien, iré a trabajar un rato

—Jero, no llames a Liam, por favor.

—No lo haré descuida.

Mi amiga y yo nos sentamos, le digo todo lo que me pasó el día de ayer, incluido que dormí en la casa de un desconocido, que lo único que sé de él es que se llama Braulio, que también lo engañaron como a mí y es todo lo que sé.




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