Escucho las mañanitas en la voz de mi hija; me encanta que esté conmigo para festejar. Sé que está enojada porque me cambié de casa. Traté de explicarle de una forma que entendiera que su madre y yo no vamos a volver. También está molesta porque Mavie está viviendo aquí, pero creo que Cereza la hizo cambiar un poco de opinión.
—Feliz cumpleaños, papá —me abraza con ternura.
—Gracias, mi cielo.
—Mamá y yo te compramos un regalo.
Me entrega un sobre. Saco el contenido: son tres boletos.
—Cariño, ya hablamos de esto.
—Papá, solo será un viaje de cumpleaños; mamá y yo queremos ir a Italia y qué mejor contigo. Tú dijiste que un día la llevarías y esta es tu oportunidad.
—Podemos ir tú y yo, eso me encantaría.
—Pero ya tenemos todo planeado, papá, por favor, dime que sí, sí.
—Lo pensaré, ahora déjame bañarme para irnos a desayunar. Invité a Mavie y quiero que te comportes, ok.
—Pero ¿por qué tiene que ir ella? No es parte de nuestra familia.
—No necesariamente tiene que ser familia, mi amor, para acompañarnos; ella trabaja conmigo y ahora es mi amiga, y quiero que desayune con nosotros.
—Voy a bañarme —se va molesta.
Bajo a la sala; ni Molly ni Mavie están todavía listas. No esperaba menos, son mujeres y necesitan más tiempo. Mi celular vibra, es Marjorie. Molly está conmigo, así que cuelgo la llamada. Podría dejar que suene, pero quiero que sepa que no quise contestar. Ahora es el timbre que suena, son las ocho y media. ¿Quién puede ser a esta hora?
Si hubiera sabido que era Marjorie, no abriría por nada del mundo.
—¿Qué haces aquí?
—Feliz cumpleaños, amorcito —intenta abrazarme.
—No te acerques a mí, Marjorie, y deja de llamarme así; estamos divorciados, honestamente no sé qué pretendes con este juego.
—No pretendo nada más que volver a tener a mi familia; al único que deberías odiar es a Dylan.
—Tú eras mi esposa, Marjorie.
—Sí, pero…
—Molly está por bajar; mejor vete, no quiero que te vea, no quiero que la sigas confundiendo.
—¿Te ha dado tu regalo? Estaba tan emocionada cuando compramos los vuelos.
—Ni sueñes con que tú vendrás con nosotros.
—No puedes hacerle esto a tu hija.
—¿Hacerle qué? Yo no fui la que llevé a tu hermana a la cama, te recuerdo.
—Ya supéralo, por Dios, no es gran cosa, Braulio solo fue sexo. A ti es a quien amo.
—Buenos días. —Mavie sale de su habitación.
—Buenos días, Mavie. —Miro a su dirección; se ha puesto un vestido muy lindo, el cabello lacio, y su maquillaje es más cargado que otras veces. Pero está muy hermosa.
—Buenos días, señora Marjorie. —A Marjorie le molesta que la llamen señora, y más cuando es Mavie la que se lo dice. El día que Marjorie se enteró de que Mavie viviría conmigo, me hizo una escena de celos como si aún fuera mi esposa y reconozco que me divirtió un poco.
—¿Irá con ustedes?
—Sí, iré. —Mavie le contesta.
—¿Podemos hablar a solas? —me pide.
—No, no tengo tiempo; ya debemos irnos y vete de una vez antes que Molly baje y te vea.
—No entiendo por qué tu asistente debería acompañarte.
—No soy solo su asistente, señora Marjorie.
Mavie se acerca a mí y toma mi mano.
—Braulio me ha pedido que sea su novio. ¿No se lo has dicho? Cariño.
Miro a Mavie; ha mentido para hacer enojar a Marjorie.
—Conozco a las mujeres como tú, quieren todo fácil. Enamoras a tu jefe para que te mantenga, y tú, Braulio, eres tan tonto que no te das cuenta de que la tienes viviendo en el mismo techo que nuestra hija.
Me da dolor de cabeza escuchar las estupideces que dice Marjorie; me molesta que actúe como si ella no fuera la que me falló.
—¡Mamá! —mi hija baja las escaleras corriendo.
Era lo que me hacía falta.
—Hola, mi amor.
Mi hija corre a los brazos de su madre.
—Te has puesto muy bonita, cariño, date una vuelta para verte.
Mi hija obedece.
—¿Vendrás a desayunar con nosotros, mamis?
Le hago señas a Marjorie; no quiero que desayune con nosotros hoy, no, lo siento por mi hija, pero, aunque ella me lo pida, no voy a acceder. Es mi cumpleaños y no la quiero cerca de mí hoy.
—Tu papá no quiere mi amor; va a ir contigo y su novia.
—¿Novia?
—Ya vete, Marjorie; el viernes te llevaré a Molly, por favor, no vengas a la casa sin previo aviso.
No le doy oportunidad; la hago que camine hacia la puerta, no le queda de otra, cierro la puerta. Miro a mi hija; ella está viendo de mala manera a Mavie.
—No te quiero aquí, ¿por qué no te largas? Tú nunca vas a ser mi mamá.
Molly sale corriendo de vuelta a su dormitorio.
—Voy a hablar con ella, ahora vuelvo.
Subo a su habitación; está en su cama, acostada boca abajo llorando.
—Molly, mi amor —me acerco a ella.
—No quiero que tengas novia, papá, no quiero que ella sea tu novia; yo quiero que vuelvas con mi mamá, no me gusta estar aquí. Quiero regresar a casa, a nuestra casa.
Me parte el corazón escuchar a mi hija; ella es la menos culpable de todo esto, y odio a Marjorie por hacerle esto.
—Escucha, hija, mamá y yo nunca dejaremos de ser tus padres; te amamos. Pero entre ella y yo no vamos a volver, necesito que lo entiendas, Molly.
—¿Por qué dejaste de querer a mi mamá? —me pregunta entre lágrimas.
—Molly, hay cosas que pasaron, no puedo decírtelas hasta que no las puedas entender. Tu madre y yo, como te dije, vamos a estar para ti siempre, pero ella ya no siente lo mismo por mí, ni yo por ella.
—No quiero a Mavie en mi casa.
—Esta casa también es de ella, la compramos juntos —le miento.
—¿Podemos volver con mamá?
—No, ya te dije cómo va a ser nuestra dinámica ahora: una semana vivirás con tu mamá y otra semana conmigo, pero si quieres pasar más días con tu madre, puedes decírmelo, pero quiero que entiendas que tu madre y yo no vamos a volver jamás.