Febrero

CAPITULO 18

Hace tres días que Braulio se fue de casa sin darme alguna explicación. Acepto que trabajara unos días con Bernardo; él ha venido poco y solo a las reuniones significativas. No sé qué le pasa y por qué se comporta así conmigo, pero yo no estoy para aguantar esto, así que me enfoco en hacer bien mi trabajo.

—Mañana iremos a cenar todos, por el cumpleaños de Enrique; te puedes ir, para que tengas tiempo de cambiarte.

Bernardo sale de su oficina.

—Yo también me iré ya, tengo cosas que hacer; pasaré por ti a las ocho.

No me da tiempo de decirle que no, no quiero ir a cenar y no entiendo por qué debo ir. Me llevo bien con don Enrique, pero no al grado para ir a su cumpleaños, pero al parecer no tengo opción. Bernardo ha sido un buen jefe; aún intenta salir conmigo, pero le he dejado claro que no estoy interesada, pero a veces sigue haciendo su luchita.

Tomo mis cosas, voy rumbo al elevador; una mano detiene la puerta, es Braulio. Entra sin decirme nada. Nunca se me había hecho tan lento el elevador; siento que tenemos una eternidad. El silencio me incomoda.

En cuanto el elevador se abre, Braulio es el primero en salir. Yo me quedo un momento; no quiero caminar junto a él. No sé en qué momento pasamos de tener una relación, aunque era de mentiras una relación, a fin de cuentas, a ser dos desconocidos. No dejo de pensar en la visita de Marjorie. ¿Qué le habrá dicho?

—Mavie, espera. —Claire llama mi atención.

—Necesito que me digas la agenda de la próxima semana de Braulio y Bernardo.

—Tengo la de Bernardo, pero no la de Braulio; estos días he estado trabajando para Bernardo, pero puedo decirle a Braulio para que me la envíe.

—De acuerdo, me la envías, por favor; necesito cuadrar unas fechas y necesito que todos estén disponibles.

—En un momento te lo envío.

Camino al estacionamiento; espero alcanzar a Braulio y pedirle la agenda de una vez. Lo veo está en su coche hablando por teléfono. Tomo distancia hasta que cuelga.

—Braulio —él mira a mi dirección, pero no dice nada.

—Necesito, por favor, que me des tu agenda la próxima semana; Claire la necesita.

—Estaré fuera de la ciudad la próxima semana.

—¿Te irás? —sabe del regalo que le hizo su hija, un viaje familiar.

—Sí, trabajaré un poco allá.

—¿Por qué lo haces?

—Hacer qué.

—Te vas a ir con Marjorie.

—Voy solo con Molly, solo ella y yo.

—¿Por qué te fuiste de casa? —le pregunto al fin; hace tres días que quiero preguntarle.

—Escucha, Mavie, no tienes nada que ver con eso, simplemente es lo mejor; Molly necesita estabilidad y no la estaba teniendo. Es mejor que nos limitemos a lo laboral.

—Pues ya no sé si soy tu asistente.

—Puedes quedarte con Bernardo si así lo deseas; por mí está bien.

—No quiero ser asistente de Bernardo, me contrataste para ser tu asistente.

Su celular suena. Mira la pantalla.

—Debo irme, dile a Claire que no estaré la próxima semana; cualquier cosa, que me llame.

—Se lo diré.

Llego a casa, directo al baño, no tenía ganas de ir a la cena, pero ¿por qué no? Me hará bien salir y distraerme; además, Marisa me ha mandado un mensaje preguntándome si iré, no quiere sentirse sola en la cena.

Me he puesto un vestido que me regaló Zoé, es rosa pastel, con mangas cortas y volado de abajo. Hoy decidí hacerme ondas y llevar el cabello con media cola. Uso unos tacones bajitos, me pongo perfume y ya estoy lista.

Estoy bajando las escaleras cuando el timbre suena, debe ser Bernardo, es un hombre puntual. Abro la puerta y efectivamente es él; a diferencia de Braulio, a él sí le gusta usar trajes.

—Buenas noches, qué guapa estás esta noche; vas a provocar las miradas de todos los hombres en el restaurante.

—Gracias y lo dudo, la verdad.

—¿Nos vamos?

—Sí, solo voy por mi bolso.

Subo al auto de Bernardo, es un lindo deportivo rojo. Maneja muy despacio para mi gusto, supongo que le tiene mucho amor a su auto. El interior huele a nuevo y a su perfume.

—No sabía que trabajar en la oficina sería muy divertido, ahora sé por qué Thiago va todos los días, y eso que él no tiene una asistente como la mía.

—No soy tu asistente, Bernardo, trabajo para Braulio.

—Bueno, esta semana fuiste mía, así que puedo decirlo. Pondré música. ¿Cuál te gusta más?

—Me gusta todo tipo de música.

—Pondré la radio. ¿Te parece?

—Sí.

El restaurante está muy bonito, un mesero nos guía hasta el reservado. Don Enrique y su linda esposa ya están en la mesa, Thiago y Marisa también. Nos saludamos, yo me quería sentar junto a Marisa, pero Bernardo eligió otro sitio y, por desgracia, vengo con él. Se me hace feo dejarlo solo para sentarme con mi amiga. Todo estaba tranquilo, la plática amena; don Enrique es muy divertido y su esposa es un amor. Pero todo eso se termina cuando Catalina Montiel hace acto de presencia y no lo hace sola, lo hace con mi exnovio. Nunca había visto tan elegante a Liam.

—Buenas noches. —Todos miramos a los recién llegados; Liam, en cambio, solo mira lo cerca que Bernardo está de mí.

—Bienvenida, Catalina. —Bernardo la saluda.

Yo prefiero no voltearla a ver, juego con la servilleta que está en el plato.

—Hola, Liam, qué gusto que vinieras.

—Gracias, don Enrique, feliz cumpleaños.

—Gracias.

No sé por qué decidí venir; no pensé que Catalina sería invitada, qué tonta fui. Sí es amiga de don Enrique.

—Buenas noches. —Miro al recién llegado.

Es Braulio; trae puesta una de las camisas que le regalé, tiene un peinado diferente y se rasuró la barba, eso lo hace parecer más joven. Saluda al cumpleañero primero y le da una caja de regalo.

Hace contacto visual conmigo, por su expresión no esperaba encontrarme aquí. Toma la silla que está a mi lado y se sienta. Intento disimular que causa algo en mí su cercanía.

—No sabía que vendrías —me susurra.




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