Llegamos a un parque cercano al restaurante, bajamos del coche; no sé por qué simplemente no me lleva a casa y me dice lo que me tiene que decir. Está tenso desde que salimos del restaurante. Bernardo ha llamado, pero no le contesté; solo le envié un mensaje para decirle que me había ido con Braulio.
—¿Nos sentamos aquí?
—Sí.
Nos sentamos en la banca, alejados de las personas que pasan a esta hora haciendo ejercicio.
—¿Ya me vas a decir?
—Marjorie me la está poniendo difícil; me ha amenazado con llevarse lejos a mi hija. Dylan le ha propuesto irse a vivir con ella, y no me importa que lo haga, pero sí me importa que mi hija conviva con él, no quiero ese ambiente para ella, pero al tener la custodia compartida no puedo hacer nada. No quiero perder a Molly; es lo único que me importa. Mi abogado está trabajando en el caso, para poder conseguir la custodia total.
Su teléfono suena, ambos miramos a la pantalla: es Marjorie. Braulio le da a contestar y pone el altavoz.
—¿Dónde estás?
—No tengo por qué decirte dónde estoy —le contesta.
—Sé que te fuiste con ella.
—¿Y qué? Me pediste que me fuera a vivir a otro lado, lo hice.
—¿Sabes, Bra Tengo ganas de mudarme; esta ciudad no me gusta, no me des motivos para hacerlo.
—Molly no se puede ir a ninguna parte sin que yo esté de acuerdo.
—A Molly tampoco le gusta aquí. Tiene muchas ganas de visitar a su tío.
—¿Qué es lo que quieres?
—Que, si no vas a volver conmigo, no quiero que estés con ella. Es lo que quiero, Braulio.
Es una maldita perra; ¿cómo puede ser capaz de hacerle eso al hombre que tanto la amó, al padre de su hija? Braulio tiene razón, Marjorie es un peligro para su hija, no soy madre, pero soy hija, y mamá siempre ha sido un gran ejemplo para mí. Cuando era niña me encantaba copiar a mamá, su forma de vestir, de hablar, de bailar. Cuando me vine a vivir aquí hace dos años, la primera semana lloré mucho; la extrañaba tanto. Molly ve así a su madre, solo que Marjorie no es como la mía.
—Llévame a casa, es lo mejor. No hagas las cosas difíciles para Molly.
—Vamos a cenar, no alcanzamos a comer.
—No tengo hambre.
—¿No tienes hambre? No comiste mucho.
—¿Cómo sabes que no comí mucho?
—Vamos, te llevaré a comer, acabo de descubrir un lugar donde la comida es exquisita.
Nos subimos al coche, Braulio no habló mucho, creo que ya no está tenso.
—Es aquí. —Me señala un pequeño local, es chiquito pero bonito, solo hay dos personas a cargo, supongo que son los dueños. En cuanto entramos nos saludan y nos invitan a pasar, Braulio elige la mesa de fondo. En el televisor está pasando una película romántica.
—¿Desea ordenar, señor Braulio? —dice el señor sonriente.
—Sí, don Lupe. Nos trae el platillo del día.
—Por supuesto, en un momento se los traigo.
—¿Qué has pedido?
—No lo sé, todos los días cambia el platillo del día, pero todo está muy rico.
—Lo bueno es que yo como de todo.
—¿Cuándo llegan tus padres?
—La próxima semana.
—No estaré aquí.
—Te irás con tu hija…
—Solo ella y yo.
—Si es que Marjorie no se va en la maleta de Molly.
—Espero que no se le ocurra.
—¿Qué harías sin va? —le pregunto.
—Pensaría en Molly, espero el día en que mi hija esté conmigo siempre y no tener que compartirla.
—¿Crees que Marjorie cumpla la amenaza de llevarse lejos a Molly?
—No lo sé, Mavie, me puedo esperar de todo con ella.
Sera que Mavie ayuda a Braulio a tener la custodia de su hija?