Braulio tiene dos días que se fue con Molly, la loca; de Marjorie intentó irse con ellos, pero Braulio fue más inteligente porque cambió el destino, así que a Marjorie no le quedó de otra que regresarse a su casa. Ojalá hubiera estado ahí para reírme, pero por desgracia no fue así. Braulio y yo quedamos en esperar que él vuelva para hacer nuestro plan. Braulio me manda un mensaje.
Braulio
Me recuerda a ti.
Me envía una fotografía de una pared colorida, en mi fondo de pantalla tengo una pared muy singular. El timbre suena, deben ser mis amigas. Hoy quedamos de ir de fiesta, se inauguró un antro y Zoé quería ir. Lily no puede porque está con el bebé. Solo iremos nosotras tres, quedamos de vernos aquí para pedir un Uber. Yo no soy de tomar, pero se me antoja un poco. El lunes llegan mis padres, así que tendré una semana tranquila con ellos.
Abro la puerta, mis amigas vienen muy hermosas.
—¿Ya estás lista?
—Si solo tengo que apagar las luces y nos vamos. Zoé pide el Uber.
—Sí, lo pediré.
Apago las luces, salimos a la entrada de la privada para esperar el Uber. Invité a Marisa, pero ya tenía planes con Thiago, pero la próxima vez sí se apunta con nosotras.
El antro está enorme, está al reventar, pero Doris no sé cómo le hizo, pero consiguió que pasemos a la zona VIP. La música que suena es para bailar y eso es lo que hacemos, Zoé pide unas cervezas para empezar la noche. No me arrepiento del vestido que elegí esta noche, es fresco y, al no ser pegado, puedo bailar sin preocupaciones.
—Voy a sentarme un rato —digo después de media hora bailando.
Pido otra cerveza y me siento en uno de los sillones que, por suerte, está vacío, todos están bailando. Le doy un trago a mi cerveza.
—¿Cansada de bailar?
Un hombre se sienta a mi lado.
—Sí —contesto mientras me muevo para alejarme de él.
—Soy Andrés —se presenta.
Lo volteo a ver; es un hombre joven y guapo, sus ojos son de color verde; se me hace parecido a alguien, pero no sé a quién.
—¿Te la estás pasando bien?
—Sí —contesto.
—¿Quieres pasarla mejor?
—Aquí estoy bien, estoy con mis amigas —digo, no sé cuál sea su intención, pero no me gusta hablar con las personas que no conozco.
—Podemos ir a un privado. —Lo miro con desconfianza.
—No a ese tipo de probado que te imaginas, solo a un lugar donde puedan bailar tranquilamente tú y tus amigas.
—¿Eres millonario o qué? —le pregunto, seguramente ese privado del que habla debe costar un dineral.
—Mi padre y yo somos los dueños, están de suerte hoy, no tienen que pagar nada.
—Gracias, pero aquí estamos bien.
—¿Todo bien, amiga? —Zoé y Doris llegan.
—Hola, chicas, soy Andrés. Le estaba diciendo a su amiga que pueden ir al privado; pueden tomar y bailar totalmente gratis, la casa invita.
—¿En serio?
—Sí, van a estar solas, no tienen nada de qué preocuparse.
—No, muchas gracias, en verdad estamos bien aquí.
Mis amigas me miran, me suplican en silencio que acepte, pero no quiero hacerlo; no sé quién es este hombre. ¿Y por qué nos ofrece el privado a nosotras?
—Está bien, pero si cambian de opinión, aquí voy a estar, voy a estar en la barra atendiendo.
—Mavie, ¿por qué aceptaste? El hombre es un bombón, debemos aprovechar la oportunidad.
—No lo conocemos, Zoé, ¿qué tal si es un depravado?
—Dijo que iba a atender la barra, seguro trabaja aquí.
—Es el dueño —digo.
—¿El dueño? Mavie, ¿te has negado sabiendo que es el dueño?
—No lo sé, no estoy lo suficientemente borracha para ponernos en riesgo. —Recuerdo lo que pasó el día de mi cumpleaños.
—Pues yo sí quiero ir al privado.
Zoé nos jala a las dos, a la barra, el susodicho nos ve llegar. Me sonríe solo a mí.
—¿Están listas para divertirse?
—Sí. —Mis amigas contestan.
—Luis, lleva a las chicas al privado 2 y llévales las bebidas que quieran.
El tal Luis sale de la barra. Nos hace señas para que lo sigamos.
Llegamos a unas puertas, Luis abre la puerta que tiene el número 2.
—En un momento les traeré bebidas, y si necesitan algo, con este teléfono nos pueden pedir. Que se diviertan, señoritas.
Nunca había visto un privado como este, la música es la misma, las luces también, solo que en vez de estar bailando con más personas, estamos las tres.
—Esto es magnífico, ya me estaba dando dolor de cabeza el sudor de los hombres a mi alrededor y no venimos a ligar, solo a bailar y a pasarla bien.
—Bueno, el dueño ha puesto los ojos en Mavie. ¿Has visto cómo te mira?
—No, y no estoy interesada; no empiecen, por favor.
—Solo digo lo que vi; gracias a ti estamos aquí y nos la vamos a pasar a toda madre.
¿Sera Andres un dolor de cabeza para Braulio?