Felices por Siempre

Capítulo 1

Despierto con un gato lamiéndome la cara.

—Ya, ya, okay, entendí el mensaje, ya me levanto—le digo al minino que es más eficiente que mi despertador que podría sonar durante horas en mi móvil, pero difícilmente podría llegar el día en que sepa apagarlo para levantarme y no para abrazarme a la almohada y seguir sin más.

El michi me mira con sus grandes ojos que brillan en la oscuridad y su naricita rosada con los ojos centrados en los míos parece interrogarme de manera vil:

“Okay, humana, por qué rayos no te has levantado aún, ve y consigue mi alimento que esas piedritas no se van a ensuciar por sí solas.”

—Tienes razón, cariño. Tengo que empezar la rutina de una vez.

Lo tomo para apartarlo de encima de mi cara y lo dejo reposando junto a Alexia, mi hija de seis años que duerme enfundada en su pijama de gatitos estampados, abrazada a nuestra gata mayor, Primrose.

Si te estás preguntando si su nombre tiene algo que ver con las flores o con la saga de Los Juegos del Hambre, has acertado en la segunda. Tienen prácticamente la misma edad, la gata llegó antes que mi hija, de hecho. Yo era fanática de los libros de Suzanne Collins cuando mi ex me regaló a esta hermosa minina naranja. Si te estás preguntando si los gatos naranja son siempre machos, te equivocas porque hay raras excepciones en que hay hembras y casualmente a mí me tocó una.

No fue sino el día que la llevé a castrar cuando me dijeron que no había bolitas para cortar ahí sino que la cirugía tendría que ser en sus trompas internas. Acepté y ahora tenemos una gata castrada color naranja.

El asunto es que a los pocos meses caí en la cuenta de que tendría que haber pedido un dos por uno, y no digo que me castrasen a mí, sino a mi ex, porque caí embarazada a los veinte de quien hoy es el mayor regalo que me ha dado la vida. A ese sí que hay que cortarle las bolas porque me dejó embarazada y luego desapareció, quién sabe a cuántas otras chicas ha de estarle haciendo lo mismo.

Como sea, es un vil sujeto que ha quedado enterrado en un recóndito cementerio de mi memoria, pero conservo sus datos en caso de que mi hija pregunte por él alguna vez.

El gatito que acabo de sacarme de encima se levanta y camina entre mis piernas mientras ando hasta la ducha del baño. Me maúlla para que le abra la canilla del lavatorio donde toma agüita mientras yo me ducho para luego salir a lamerme los tobillos con gotitas de agua luego de que he salido de darme una ducha que consigue espabilarme y le cierro la canilla.

Tras vestirme con una blusa color crema, una pañoleta blanca al cuello con lunares rosa y una falda lápiz color rosa del mismo tono que los detalles de la anterior.

Antes de marcharme, observo a mi hija durmiendo en mi cama y pienso hacia mis adentros que pronto va a llegar el día en que termine de ahorrar para pagar un apartamento más grande donde tenga su propio cuarto donde podremos repartirnos nuestros gatos para descansar, me tiene muy feliz y entusiasmada el proyecto.

Una vez que salgo con mi móvil hasta la cocina, mientras pongo la cafetera, recibo un mensaje de mi mejor amigo, Basil.

“¿Dónde estás?”

Lo leo.

Está en línea.

Me llama.

—¿Hola?

—¡Sophie, ¿dónde estás?!

—Justo estaba por contestar tu mensaje, estoy en casa, por desayunar. ¿Por qué?

—¿Se te olvida que hoy es el cambio de mando a los nuevos dueños de la empresa y teníamos que llegar más temprano?

¡CARAMBA!

Casi arrojo la taza por los aires al escucharle, ¡es cierto! ¡Lo había olvidado por completo!

—¡Ahora voy!—le prometo.

—¡Date prisa, que ya están aquí! Pero tienen demora, se acaban de meter a una reunión previa con nuestros jefes anterior.

—¡Sí, sí, sí, ahora voy!

¡RAYOS!
Aún quedan veinte minutos para que llegue la niñera, tendré que pedirle a la vecina (quien me cobra, por supuesto) que se quede con mi hija y los gatos antes de marcharme como cada vez que la niñera falta.

Me meto una tostada en la boca e inicio la carrera de mi vida mientras me pido un coche por una app del móvil.

¿Pensaba en que hoy comenzaría una etapa de asiduo ahorro para llegar al dinero que me permitirá costear el apartamento nuevo?

Sigue soñando, Soph.

 




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