—Son dos empresas—me explica él mientras me enseña cómo estará repartido todo entre las distintas oficinas que tienen más bien el aspecto de un patio de juegos para chicos. Es una forma de decir, claro, solo que las malteadas, las mesas y los sillones para fanáticos de videojuegos han reemplazado los cubículos aburridos y sospecho que el aroma a café también será prontamente erradicado—. Una de las empresas es la que toma decisiones sobre las demás, con uno de los sectores dedicados exclusivamente a la inversión de criptoarte y otro enfocado en educación para expandir el conocimiento en blockchain y monetizar también los talentos de nuestra gente.
—Un momento… ¿Qué tiene que ver todo eso con la juguetería?—le pregunto, mientras mi cabeza se hace un lío con la información.
Una sonrisa de suficiencia se le marca en el rostro al estilo “pobre inepta” que me cae sumamente mal.
—Ya era hora de que esta empresa se actualice.
—¿Cambiando de rubro?
—Cambiando de rumbo, diría yo.
—Tenemos a nuestro cargo la marca e imagen de diferentes juguetes que han marcado de la infancia de generaciones enteras.
—Y que los fundirán y pasarán al olvido absoluto en cuestión de meses a un año si no lo convierten en NFT y lo introducen en redes sociales.
—Tenemos nuestro canal de YouTube Kids.
—Vaya, gran logro. ¿Un video al mes?
—No lo sé, la Community Manager lo tiene a su cargo, yo no puedo meterme y decirle cómo tiene que hacer las cosas.
—Ah, sí. Ella también está fuera de la empresa, pero de manera definitiva. Le conseguí un cargo como administrativa en otro lugar así no se queda definitivamente sin empleo.
—¡¿Qué?! ¿Por qué?
—¿Cuál era antes tu rol?
—Yo… Manager de ventas.
—Perfecto, y qué métricas de conversión tienes de redes a ventas concretas.
—¿Eh?
Se sonríe nuevamente.
Detesto que haga eso, él viene acá a explicarme cómo deben hacerse las cosas evadiendo tajantemente que yo soy la que lleva años trabajando en este lugar, cómo se atreve a pasar por encima de mí y a decirme cómo hacer mi trabajo.
Sabe que estoy molesta.
—¿Quieres salir a buscar otro trabajo o prefieres aprovechar la oportunidad y aprender haciendo Historia en la transformación digital de un clásico en el mercado como son los juguetes para niños? Partiendo por el punto de que antes no era necesario aclarar si era para niños o para adultos el juguete.
—Mmm—le doy vueltas al asunto y convengo al fin—. Necesito el empleo… No puedo perderlo. Tengo una hija y tres gatos que alimentar en casa y quiero que estén orgullosos de mí.
Parpadea, asombrado.
—¿Una hija?
—Ajá.
Lo sé, me siento parte de ese segmento de alumnos que salieron de la escuela y su máximo logro fue una bendición de carne y hueso, no tengo títulos en la pared ni una cuenta bancaria abultada como él sí tiene.
—Wou. No sabía. ¿Hija humana?
—Claro, pues.
—Ah. Es que hoy en día le llaman así a los perros y los gatos, incluso mi hermana tuvo una tortuga a la que le llamaba hija hasta que un día comió demás al interrumpir su hibernación y murió.
—Vaya, qué trágico—lo digo con pena, no tolero imaginarme a un animalito pasándola mal—. Lo siento mucho.
—Mmm, no me disgustan los animales, pero las tortugas jamás fueron de mi devoción. Entones, una hija.
—Sí.
—¿Qué edad, puedo preguntar?
—Seis—convengo, llamándome la atención que estamos manteniendo una conversación como gente civilizada.
Algo que dura poco ya que lo interrumpe con otro de sus discursos machistas que tanto me hacen detestarlo, pero a lo que agacho la cabeza sin más.
—Entonces con mayor razón no puedes quedarte sin este trabajo.
—Algo así—murmuro y debo ceder en el esfuerzo—. Gracias… Gracias por la oportunidad, en serio… Creo que sí, tendré que actualizarme.
—Me alegra oír eso.
—¿Y cuál será mi primer decisión como tu mano derecha? ¿Cuál será mi rol en la toma de decisiones?
—Ninguna. Ve y tráeme un café moka.
Parpadeo, sorprendida.
—¿Qué?
—Sin azúcar ni edulcorantes.
—¿No que no te gustaba el café?
—No quiero cafeteras en estas oficinas, que es distinto.
—Bien. Vaya. Entonces… Mi rol es servirte el café…—lo digo como una palabrota.
—Servirle. No olvides que soy tu jefe, Sophie. Y que el tiempo es dinero. Vete. ¡Ahora!
¡¡¡Asshhhh, lo detesto!!!