Felices por Siempre

Capítulo 8

—Será mejor que, por hoy, regreses a tu casa, Sophie.

No fue uno sino dos. DOS cafés los que le acabo de arrojar encima a mi nuevo jefe quien me detesta desde hace años y ahora no hice otra cosa más que sumar motivos a la larga lista por los cuales él debería dejarme fuera de sus planes.

Pensará que lo hice a propósito y es lo último que deseo.

Sus ojos están fijos en mí, mientras se quita el saco empapado.

—Déjeme ayudarle, señor.

—Será mejor que no.

Y se va al baño.

Observo de reojo a mi amigo quien me niega con un movimiento de su cabeza y yo evado su recomendación para ir tras Gabriel.

—¡Por favor, déjeme compensarlo!

Me meto en el baño y él se queda de pie, frente al lavatorio. Se está desabotonando la camisa con la mirada fija en el espejo que tiene delante mientras su saco reposa sobre la encimera de los lavatorios.

—Señor, de verdad, necesito compensar esto.

—¿Estás de broma? No puedes hacerlo, ya está, solo quiero que te largues por hoy, además ¿de qué manera tú me podrías compensar algo así? Está hecho, entiéndelo.

Cuatro botones.

Cinco botones.

Puedo ver ya los vellos de su pecho apareciendo a medida que la tela de la camisa va dejando en evidencia un cuerpo que me tiene completamente embobada.

—Yo… Puedo llevarle las cosas a la tintorería—le digo, tratando de concentrarme nuevamente en mí y no en la imagen que tengo de él.

Se la termina de desabotonar y me la pasa.

—Que sea rápido—insiste.

—Lo prometo.

—Te daré el contacto de una de confianza que no me arruinará las prendas y que lo tendrá para hoy mismo, pero te quedas ahí esperando, luego las traes y se terminó tu trabajo.

—¿Qué? Señor, lo siento mucho, de verdad—le digo, tratando de recibirle la camisa sin mirarlo a los ojos. Tanteo de costado, sin encontrar la tela de su prenda—, yo no soy generalmente así, es que todos los hechos de hoy me tomaron por sorpresa, tengo talento, déjeme enseñarle de qué soy capaz.

—¿Ah, sí? ¿De qué?

—Puede ver mi currículo y decidir en qué soy buena.

—¿No tienes ideas de cuáles son tus propias aptitudes? O sea, ¿no sabes para qué eres buena?

—Sería un poco egocéntrico de mi parte decir en qué soy buena, ¿no?

—No, si no eres capaz de precisar para qué eres buena, entonces eres buena para nada.

Esas palabras me llegan ponzoñosas y me lo tomo personal.

Ahora sí me vuelvo a él y me encuentro con su torso desnudo. Es condenadamente atractivo y eso me hace odiarlo aún más.

Sus amplios hombros son tan grandes y se adornan tan bien a su cuello que muero de ganas por probar qué tan firmes están, al igual que sus brazos anchos que llevan tatuajes en la parte alta rodeando los bíceps, viéndose altamente apetitoso el panorama.

Y sus pectorales, ufff, madre mía, jamás vi algo así en persona, tan fornidos, macizos y varoniles que se me hace agua la boca

—¿Vas a agarrar la camisa de una vez o te vas a quedar ahí imaginando cómo ha de ser lavar la ropa con mi six pack?

Le quito la camisa de un saque de la mano, luego el saco y retrocedo.

Sí, tiene unos muy buenos abdominales, tendría que hacer la prueba de lavar estas prendas aquí mismo con su abdomen.

—Prefiero que lo lleves a algún lado donde no se arruinen mis prendas—me dice, desafiante, lo cual me atrapa por sorpresa y me enciende de color rojo como si fuese salsa de tomate.

Un momento.

No…

No puede ser…

¡¿LO HE DICHO EN VOZ ALTA?!
—Sí, mejor… Haré lo que usted me dice, señor—le digo con la voz demasiado aguda y salgo con las rodillas temblando del baño.

Una vez nuevamente en los pasillos, me encuentro que todo el mundo está atento a lo que sucede, chismoseando.

Les miro.

Ellos vuelven rápido a sus cosas.

Basil se acerca a mí.

—¿Sigues viva? Un momento—mira las prendas en mis manos—. ¿Eso es de él? ¿Le quitaste la ropa?

—¡Regresen todos a sus puestos!

—Me lleva el diablo, mamma mía, qué delicia—escucho a Basil decir cuando capto que el señor Kyriakou acaba de salir echo una furia con el torso desnudo camino a las escaleras y desaparece por acá dejando una exquisita estela de su perfume importado detrás.

Hasta la mujer de limpieza que acaba de llegar para fregar el café se queda boquiabierta en cuanto le ve pasar.

¿Cómo se atreve a mostrarse así adelante de todos? Definitivamente es un auténtico ególatra y amargado patán.

Con un muy atractivo six pack y punto.

 




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