Felices por Siempre

Capítulo 15

—Pon tu precio y luego lo cobras. ¿Qué dices?

Tic, tac.

Mi cabeza es como un reloj de cuerda que pasa de un lado al otro mientras intenta razonar lo que acaba de decirme este tipo completamente desquiciado. No me entra en la cabeza su confesión, lo cual provoca que suelte una carcajada que hasta me hace doler el estómago, me saltan lágrimas y me dejo caer hacia atrás en el sillón.

Lamento que haya arruinado el beso con ese engaño que acaba de tratar de hacerme, pero no voy a caer nuevamente en las palabras de este hombres.

—¿De qué te ríes?—me pregunta.

—¡Yo…yo… Y tú…! ¡JAAAA!

Debo sostenerme el estómago porque siento que en cualquier momento se me puede reventar el diafragma. 

Por todos los cielos, ¡qué hombre más gracioso!

—¡Me… Me agrada ese sentido del humor!—le confieso mientras intento llamarme nuevamente a la cordura.

Pero su semblante parece querer asesinarme en cualquier momento.

—Nadie está bromeando aquí.

Se lo ve molesto, nada que ver al Gabriel que encontré al llegar acá quien se mostraba coqueto. ¿Pensará acaso que le estoy faltando el respeto? No es en absoluto una intención similar a esa sino que de manera obvia me provoca una risotada, está claro.

—Sophie…

—¿Eh?

—Olvídalo, demonios. Fue un error apostar por ti.

Saca su billetera y busca una tarjeta para pagar.

—¿Qué haces?—le pregunto, inconclusa.

—¿Y por qué te molestas?

—Porque me tomas el pelo, crees que estoy bromeando y jamás hablé tan en serio en mi vida. Es algo importante para mí de lo cual te estoy hablando y no haces otra cosa más que jactarte de ello y me faltas el respeto. Haz lo que quieras, Sophie, solo estoy buscando una alternativa que nos ayude a ambos, pero mejor tolera luego tú sola las consecuencias de lo que el imbécil de Natan tenga preparado para ti, no digas que no te di la oportunidad. ¡Sí, por acá!—termina por hacerle una seña a quien nos está atendiendo quien se acerca para buscar la tarjeta para cobrarle.

Se aparta con esta y en cuanto quedamos nuevamente a solas con Gabriel, el horro cala profundo en mis huesos al hacerme a la idea de lo que podría significar toda esta situación en realidad.

Acaba de decirme que Natan piensa sacarme de la empresa. Acaba de decirme que él mismo lo consideró en un primer instante, pero no dejándome directamente sin trabajo sino provocándome hasta que yo quiera abandonarlo. Acaba de mencionar que sabe que Natan es el padre de mi hija y que yo tengo mucho que ver con lo que está sucediendo ahora entre los dos: soy la oportunidad de que Natan nos deje en paz a ambos porque le ha estado robando a Gabriel y se supone que son socios.

Sus ojos oceánicos permanecen posados en los míos y el corazón da un vuelco dentro de mí al comprender lo que está sucediendo.

Inspiro profundamente antes de hablar:

—Dios santo, hablas en serio.

—Hablaba. La oferta acaba de expirar.

—Gabriel, no. Disculpa, ¿cómo querías que me lo tome si me hiciste la vida imposible todos estos días y de pronto quieres que sea tu novia?

—Fingir que eres mi novia, ni loco querría yo que fueras mi novia.

—¡Oye!

—Es la realidad, esa oferta también expiró hace años y ya no me importa en absoluto la absurda idea de estar contigo, ahora mis intereses van por otro lado.

—¿Otro…lado?

—Así es.

—Por todos los cielos, Gabriel, no sabía que fueras gay. ¿Ya conociste a Basil?

—¿Qué?—me miro con el entrecejo fruncido. Se acerca más a mí y sus ojos me desnudan cuando habla con firmeza—: ¿Quieres poner a prueba si soy gay o no?

—Yo… No lo sé…

—Me refería a que, simplemente, me van otras mujeres y no las engreídas como tú.

—¡Oye!—le suelto, ofendida—. ¡Yo no soy engreída! Eso fue en el pasado, no más. Y no sé si “engreída” era la palabra, simplemente estaba confundida, dolida con la vida y solo pretendía agradar a los demás.

—¿Dañando a otros?

—Estúpida era, más que engreída. Pero la vida ha sabido darme de manotazos en la frente para detenerme cada que fue necesario.

—Es la segunda vez en la vida que intento acercarme a ti y me rechazas, con motivos diferentes, claro, ahora me acerqué con un plan razonable. Y en efecto, sí, te ríes a carcajada de mí una vez más. No has cambiado en absoluto. Sigues siendo la misma persona de siempre, Sophie.

—Su tarjeta y comprobante, señor.

El mesero se acerca con una bandeja y la tarjeta.

—Gabriel—insisto, colocando una mano en su rodilla, lo cual provoca que me mire con extrañeza. Pero me mira—. Estoy dispuesta, lo hablemos. Quiero conocer de qué se trata la propuesta y…si considero que nadie saldrá perjudicado, lo consideraré.

—¿Nadie? Mi plan es aplastar a Natan—me dice mientras saca unos billetes en efectivo para darle de propina al mesero.

—Créeme que nadie en el mundo quiere eso más que yo, pero si no lo hice hasta el momento fue por mi hija y ahora compruebo que no le importa en absoluto mi hija. Su propia hija. Así que sí, mi respuesta es sí.

Levanta una ceja, intrigado.

Acto seguido le pide una cubeta fresca nueva para la champaña al mesero quien se retira y Gabriel se vuelve a mí:

—Entonces, ¿te sirvo otra copa?

—Si eso significa que me quedaré para que me expliques cuál es tu plan, sí. Sírveme. —Además que la champaña está exquisita y no sé cuándo vuelva a tener oportunidad de probar algo así de delicioso—. Gabriel, créeme que quiero conservar mi trabajo, pero la sola idea de ver a Natan hundido luego de todo lo que me hizo y corroborar contigo que sigue siendo una lacra, me hace querer lo mismo que tú: aplastemos a Natan de una bendita vez. Tenemos que darle su merecido.

 




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